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Cuadro comparativo paradigmas


Enviado por   •  30 de Septiembre de 2020  •  Apuntes  •  639 Palabras (3 Páginas)  •  424 Visitas

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EL PARADIGMA LINEAL PROGRESIVO

EL PARADIGMA SISTÉMICO

La epistemología lineal progresiva constituye el modelo tradicional, y se encuentra en el modelo médico y la psiquiatría, el psicoanálisis y el conductismo.

El pensamiento sistémico emerge en la primera mitad del siglo XX, con influencia de la biología, que conceptualiza a los organismos vivos como totalidades integradas y no separadas: de esta manera se pasa de una perspectiva de las partes a una perspectiva del todo.

La causalidad lineal es un modo de causalidad simple, que explica un efecto por una causa. Es una epistemología de corte reduccionista, atomista y anticontextual.

Es un movimiento filosófico que considera la integración de la humanidad con el entorno que la rodea, en un encuentro armónico en su interacción; e incluye la percepción que tiene el ser humano del contexto en el que está inmerso.

Es sistémica, interaccional y contextual.

Esta causalidad, el locus del funcionamiento deficiente se ubica en la persona, y la etiología se conecta con factores genéticos, bioquímicos o relacionados con el desarrollo intrapsíquico. Tradicionalmente, está representada en el modelo explicativo médico, que atribuye las disfunciones a factores biológicos, como causas de la enfermedad mental; y en el modelo psicodinámico, donde se atribuyen los síntomas a conflictos pasados, de la infancia, que han sido reprimidos.

El pensamiento sistémico es circular, en constante transformación mediante bucles de retroalimentación, bajo el postulado de que, si las partes cambian, por ende, también el sistema se transformará; esta retroalimentación posibilita un pensamiento en círculos (O’Connor; McDermott, 1998).

Modelo homeostático.

Modelo evolutivo.

Modelo de los sistemas “observados”.

Modelo de los sistemas

“observantes” o “ auto-observantes”.

Procede de la crítica de la concepción mecanicista, de origen empirista, que propone la posibilidad de un observador externo, separado y neutral, respecto al objeto observado (el cual, en consecuencia, puede ser “objetivamente” descrito justamente en función de esta separación). Esta concepción, insostenible actualmente en el sector de las ciencias físico-químicas, en las que está muy claro que el observador influencia el campo de observación, no podía, con mayor razón, no ser criticable en un sector que implica tan directamente la relación interpersonal como es el proceso terapéutico.

En realidad el terapeuta entra a formar parte del sistema que observa en el momento mismo en que comienza a observarlo, y por otra parte y paradójicamente, no podría conocerlo si no formara parte de él. De aquí que la representación que el terapeuta ofrece del sistema no podrá nunca ser objetiva, en cuanto contribuye él mismo a “construir” la realidad descrita. Este paso de una epistemología de la representación a una epistemología de la construcción, de una epistemología de los sistemas observados a una epistemología de los sistemas auto-observantes implica, al menos, dos importantes consecuencias:

• La primera hace referencia a la esfera cognoscitiva: abandonado el mito de la neutralidad y de la separación (todavía tan presente en los modelos referentes a la primera cibernética) el terapeuta abandona también la pretensión de un conocimiento objetivo de la realidad terapéutica entendida como “verdad absoluta”;

• La segunda consecuencia se refiere más directamente al proceso terapéutico: al perder el terapeuta su posición de distancia y de “extrañamiento”, debe también renunciar a la pretensión de controlar el proceso terapéutico y de prever las salidas, Su función es sobre todo la de introducir en el sistema elementos de mayor complejidad, de acrecentar las posibilidades de elección respecto a la visión unívoca y estereotipada que el sistema tiene de la propia realidad, de modo que pueda reconsiderarla y poner en marcha el proceso evolutivo. Pero será el sistema mismo el que “creará” las formas y las direcciones, del todo imprevisibles, del propio cambio. Convirtiéndose, en última instancia en el “artífice de la propia curación” (por usar una expresión de Bateson, 1984).

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