DELITO Y DELINCUENCIA
jose.antoniosPráctica o problema14 de Febrero de 2015
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8. DELITO Y DELINCUENCIA
8.1. ¿Qué es el delito?
Desde el punto de vista normativo, es relativamente fácil definir lo que es un delito. Un delito es cualquier forma de comportamiento que vulnera la ley y que la misma ha definido como punible. En este sentido, es el juez el que en última instancia, actuando de acuerdo a lo que dicta el Código Penal define lo que no es un delito y lo que no lo es. Sin embargo, hay que ser consciente que antes de que una conducta sea calificada como delictuosa por el código penal, es la sociedad la que debe decidir si una conducta es delictiva o no. Un delito tiene que ser definido como-tal por diversos actores sociales, antes que sea tipificado como tal por el Código Penal. Policías, jueces, víctimas, delincuentes y la población en su conjunto aportan sus concepciones y definiciones sobre lo que debe ser considerada una conducta delictiva. De allí que las definiciones de la delincuencia son variables en el tiempo y en el espacio.
Las leyes penales son el resultado de un proceso institucional y político de ámbito nacional. No son independientes de las reglas informales y de la moralidad cotidiana. Para que un delito acabe en una definición formal es necesario que sea reconocido antes como tal por la sociedad. Pero las reglas sociales y las penales se negocian continuamente en la vida cotidiana. Cambian según el tiempo, lugar, circunstancia y grupos sociales. Determinados delitos y delincuentes se persiguen más o son más detectables que otros. Los llamados delitos de cuello blanco se detectan y procesan menos que los denominados delitos comunes. El delincuente organizado suele ser más impune que el desorganizado y el delito de la mujer probablemente recibe, en algunos casos, un trato más benévolo.
El carácter sociológico del delito se manifiesta a través de varias paradojas, Muchas veces, los delincuentes escapan a la ley debido a las ambigüedades de la misma. A veces personas prestigiosas cometen delitos que quedan impunes. La sociedad suele tolerar menos a una persona que roba carteras y aritos en la calle que a un empresario que evade el fisco y comete evasiones millonarias en detrimento de la hacienda pública. La policía negocia informal y cotidianamente el orden con los ciudadanos y violenta la ley al recibir sobornos por ignorar la aplicación de la ley. Aunque resulte obvio, no por ello hay que dejar de señalarlo: a las personas que cometen delitos, se les llama delincuentes.
8.2. Teorías sociológicas de la delincuencia
8.2.1. Teoría de la subcultura o de la asociación diferencia]
Edwin H. Sutherland desarrollo la teoría de la subcultura o de la asociación diferencial para explicar la conducta delictiva. La idea que subyace a esta teoría es relativamente sencilla. Los individuos se convierten en delincuentes al asociarse con aquellos que son portadores de conductas delictivas. Según Sutherland, el comportamiento delictivo se aprende en grupos primarios y, especialmente, entre los compañeros del grupo de pares. La conducta delictiva se aprende como la conducta que se adapta a las reglas sociales y es tan racional y conforme a reglas sociales para los sujetos que la practican como la conducta adaptada. Los ladrones, según el argumento de Sutherland, intentan ganar dinero como las demás personas que tienen trabajos convencionales, pero eligen formas ilegales para hacerlo.
8.2.2. La teoría de la anomia
El sociólogo norteamericano Robert K. Marcan se basó en el concepto de anomia para desarrollar una influyente teoría para la explicación de la conducta delictiva. El primer sociólogo que usó este concepto fue Emilio Durkheim. Para Durkheim, existe un estado de anomía cuando no hay normas claras que guíen el comportamiento de las personas en un momento determinado de su vida.
Merton modificó el concepto de anomia para dar cabida a la tensión a la que se ven expuestos los individuos cuando los valores socialmente aceptados entran en conflicto con los medios que la sociedad pone a disposición de los individuos para el logro de los mismos. Los valores socialmente aceptados en la sociedad norteamericana que Merton toma como ejemplo, enfatizan la importancia del éxito material, pero no ofrecen suficientes oportunidades para que todos puedan lograrlos por medios legítimos. Los delincuentes son aquellas personas que intentan alcanzar el éxito económico, pero a través de medios ilegítimos o ilegales.
8.2.3. Teoría del etiquetaje
Los teóricos del etiquetaje están interesados en demostrar el papel reforzador que tiene sobre las conductas delictivas el ser rotulado o tenido como delincuente por parte de los que representan la ley y el orden.
Las reglas sociales que tipifican las conductas delictivas las definen los ricos y no los pobres, los hombres y no las mujeres, los adultos y no los jóvenes, las mayorías étnicas y no las minorías. Es así que, por ejemplo, las conductas de los hijos de los ricos pueden ser vistas como pasatiempos inocentes de la adolescencia y de la juventud mientras que las mismas conductas entre los hijos de los pobres pueden ser vistas como delictivas o como proclives a desarrollar conductas delictivas.
Es así que ciertas conductas exhibidas por los adolescentes y jóvenes de barrios marginados pueden ser etiquetadas como conductas delictivas, propias de mareros, en tanto que conductas semejantes entre los adolescentes y jóvenes de barrios de altos ingresos con vistas como pasatiempos inocentes.
Una vez que el adolescente y el joven es etiquetado como delincuente se vuelve poco confiable y termina comportándose como tal. Al aceptar la etiqueta que se le imputa, termina convirtiéndose en un verdadero delincuente. No es extraño en este contexto que las mismas instituciones que están llamadas a corregir 11 conducta delictiva, terminen reforzándola. Nos estamos refiriendo a la policía, los jueces y las cárceles.
La teoría del etiquetaje ilustra muy bien el hecho de que ningún acto es intrínsecamente delictivo. Las decisiones sobre lo que debe considerarse como delito las toman los poderosos mediante las leyes y las interpretaciones que de las mismas hace la policía, los tribunales y las instituciones rehabilitadoras. Los críticos de la teoría M etiquetaje señalan que hay actos que son universalmente considerados como delictivos como el asesinato, la violación y el robo. Sin embargo, en nuestras culturas, no es delito matar si hay guerra y hasta hace muy poco tiempo, no se consideraba como violación el hecho que el marido obligue a su esposa a mantener relaciones sexuales contra su voluntad. Este tipo de conducta, que algunos consideran como propia de la vida privada, es considerada delictiva en los Estados Unidos y en algunos países europeos.
8.3. Condicionantes de la criminalidad
Hay una multiplicidad de factores que pueden actuar como condicionantes de la delincuencia y la criminalidad.
Comencemos por la familia, uno de los espacios privilegiados de la socialización de los niños, niñas y adolescentes.
James Q. Wilson es uno de los estudiosos de la delincuencia que más atención le ha prestado a la relación entre familia y delito. A su juicio, el padre y la madre influyen en sus hijos de varias maneras para evitar la creación de condiciones para las conductas delictivas. Entre ellas se mencionan las siguientes: la creación de la necesidad de aprobación por sus semejantes, el enseñarles las consecuencias distantes de sus actos y a internalizar una consciencia que frena ciertos tipos de comportamiento. La eficacia de la educación en el seno del hogar no es tanto una cuestión de permisividad o de autoritarismo sino que de consistencia. Si el castigo se administra en forma aleatoria e inconsistente, no se presenta asociado a comportamientos reproblables concretos o si las reglas están poco claras, entonces el castigo pierde efectividad y tiene el efecto no deseado de despertar agresividad en el hijo. Wilson destaca la importancia de la supervisión y el control de los padres sobre sus hijos para evitar o favorecer conductas delictivas, pero no explica la forma en que los cambios en los roles familiares y las circunstancias sociales afectan su capacidad de control sobre los hijos.
Otros estudios han analizado a la familia junto a otro tipo de condicionantes como son las relaciones sociales de los hijos y las actividades rutinarias que realizan. Existen tres tipos de variables independientes que concentran en los últimos años los esfuerzos explicativos: el papel M control de la familia, las relaciones con los compañeros y la influencia M tipo de actividades rutinarias. En el primer caso, el grado de control y supervisión paterna resulta clave. Para medirla, suelen utilizarse indicadores tales como hasta qué punto los padres saben dónde están sus hijos, con quien y la hora de regreso a casa. También se suele preguntar a los hijos por los vínculos afectivos con los padres. Los estudios muestran que las jóvenes experimentan un mayor control paterno que los jóvenes. En este sentido hay que indicar que la variable género resulta clave en el delito. Los varones cometen más delitos que las mujeres.
En relación a los compañeros o grupos de pares, los estudios muestran que los varones con amigos delincuentes tienen mayores posibilidades de serio ellos mismos. Los que se sienten más cerca de su madre que del padre tienen tres veces más probabilidad de incurrir en conductas delictivas. Los que salen varias veces por semana de casa tienen más posibilidad de incurrir en conductas delictivas que los que menos salen. Cuando el control y supervisión de los padres sobre los hijos es más bajo, la probabilidad de incurrir en actos delictivos es mayor. La actitud negativa hacia la escuela,
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