De dioses a animales
Francisco Villanueva ChavezEnsayo24 de Febrero de 2023
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Capítulo I: un espejo incómodo
Rara vez saben los protagonistas de la Historia que serán sus manos las responsables de alterar los engranajes del devenir. Lo que sí sabía María Sanz de Sautuola, a sus 8 años, era que aquella mañana de 1978 le esperaba la aventura. Su padre, Marcelino, quería completar su colección de herramientas primitivas, que al parecer, abundaban por la zona. Marcelino no era arqueólogo, pero su acomodada posición económica le permitía dar la espalda a sus estudios de Derecho y dedicarse a cultivar su interés por la biología, geología y botánica. Al atravesar la entrada a la gruta que les había indicado un jornalero de la zona, Marcelino cogió la mano de su hija. Nada parecía indicar que aquella cueva fuera especial. Santillana del Mar estaba repleta de ellas. El padre inclinó la cabeza y comenzó a remover la tierra a sus pies. María, rápida, la alzaba en una sala vecina de la gruta. Otra cosa que María no sabía de aquel día era que el mundo no estaba preparado para aquello que acaba de descubrir.
La idea de que es la imaginación la que ha mantenido viva la llama de nuestra supervivencia encierra una declaración poderosa y de gran belleza. No obstante, parece que nuestro éxito como especie se ha acompañado de la destrucción ajena: de la extinción del resto de especies humanas entonces, y del desastre medioambiental ahora. ¿Está en nuestra existencia el germen de nuestra destrucción? ¿Se nos depararía el mismo futuro, de haber compartido historia con otros humanos?
Elucubraciones aparte, el mérito de Harari reside, especialmente, no tanto en relatar de dónde venimos, sino en dar sentido a un presente tangible y catapultarnos a un futuro incierto. Todo ello a través de la narrativa, que nuestro cerebro, adicto a las historias, digiere con facilidad. Además, pese al pesimismo que destila su relato, también esconde la posibilidad de redención. Si nuestras sociedades cimientan sus bases en la ficción, ¿qué nos detiene para cambiar el sistema y por ende, nuestro fatídico futuro?
Capítulo II: el árbol del saber
¿Qué es un ser humano? Es un animal racional. Son diversas las explicaciones que se dan acerca de que es lo que nos define a los seres humanos u Homo sapiens. Sin embargo, la gran mayoría suele concluir en esta tesis central de que somos animales racionales y que esta capacidad de razonar es la que nos marca y en definitiva nos separa de otros seres vivos.
Sin embargo, pocas veces me he planteado que es lo que nos diferenció hace tiempo no ya de otros seres vivos, sino de otros individuos racionales, del mismo género Homo, tales como el Homo erectus o el Homo neanderthalensis. Mientras que ellos se extinguieron, el Homo sapiens prevaleció. El Homo erectus también era un animal racional y sin embargo en dos millones de años de existencia únicamente llegó a producir algunos rudimentarios utensilios. Mientras tanto, el Homo sapiens en solo 200,000 años ya celebra el cincuenta aniversario de su llegada a la luna.
Siempre había asumido que el Homo sapiens era algo más inteligente que los otros Homo sin concretar en qué se basaba esta superior inteligencia. La explicación que ofrece Yuval Noah Harari es una vuelta de tuerca respecto a esta explicación simplista. El hecho es que, hace 70,000 años, gracias a desconocidos cambios biológicos en su organismo, el Homo sapiens obtuvo una capacidad especialísima: la capacidad de practicar el lenguaje ficticio, que marcaría la revolución cognitiva y el inicio de la historia.
El lenguaje ficticio no es más que la habilidad de comunicarse y trasmitirse información sobre conceptos que no existen físicamente. Esto posibilita generar ideas, mitos y relatos que no existen materialmente, que no podemos ver, pero que tienen la ventaja de poder unir miles de individuos hacia un objetivo. Fue esta capacidad de cohesión la que dio ventaja a los Homo sapiens respecto al resto de especies Homo (cuyos grupos era de como muchas decenas de individuos) y que constituye una explicación muy razonable de las razones de nuestro gran desarrollo.
Capítulo III: Un día en la vida de Adán y Eva
Hace unos meses discutía sobre lo divino y lo humano con un amigo.
Llegó un momento en el que, abrumado por mi cerrazón, no pudo
hacer otra cosa que entregarme un libro que acabaría con esa oscuridad que me invadía. Con una sonrisa cogí el libro y ante mi apareció una portada que rezaba: “Sapiens: De animales a dioses”. Fueron muchos los pensamientos que afloraron en mi cabeza en ese momento, pero mi respuesta fue bastante sencilla. Le dije que ni nunca fuimos animales ni nunca seremos dioses y cómo guinda la recordé esos versículos de sobra conocidos: “Dios creó al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Gn 1, 27). Hoy en día son muy comunes dos errores, el primero es el de comparar en relación de igualdad a los animales y hombres, y el segundo es el de intentar comprender con nuestra limitada razón humana lo que solo Dios puede entender. Quizás seríamos más felices si tuviésemos en cuenta esto, pero bueno, ese es otro tema.
En el capítulo titulado “Un día en la vida de Adán y Eva” el autor nos
da diversas pinceladas acerca de como nuestros primeros padres se las arreglaron en los días que la raza humana (tal como la conocemos hoy en día) comenzó la gran aventura de su existencia. Debido a la
caducidad de los objetos utilizados por el hombre en sus primeros
tiempos poco se puede concretar acerca de cómo realmente vivían,
cómo se organizaban y si pensaban de tal o cuál manera. Yuval Noah
Harari lo sabe y nos lo dice, pero esta incertidumbre no le impide
centrar un gran número de ideas y pensamientos que debido a su
contingencia podríamos dar por validos o no, supongo que pensará que alguien conseguirá controlar dichos y rematar con ellos. Yo creo que lo que ha sido, es, y lo que no es, no ha sido.
Capítulo IV: El diluvio
El autor en este capítulo, el último capítulo antes de pasar a nuestra siguiente revolución, nos plantea una premisa histórica con varias posibilidades, como viene siendo costumbre durante el desarrollo del libro. En este caso, la cuestión es cómo los humanos llegaron a conquistar Australia y sobre todo, cuan responsables fueron de la dramática reorganización de los ecosistemas que encontraron a su llegada. La respuesta del autor es contundente: mucho.
El autor entonces derriba con tres aclaraciones la posible coartada que el ser humano podría tener para exonerarse, que es, ironicamente un cambio climático. La preservación de la fauna marina y la presencia de cambios más notables en el clima entre hace 75000 y 15000 años con la ultima glaciación hace dificil creer que casualmente hubiese una catastrofe climatologica, solo en tierra, coincidente con los primeros sapies hace justo 45000 años. El hecho de que este tipo de extinciones en masa de megafauna terrestre (mayoritariamente desaparecen los animales grandes cuando llegamos a sitios nuevos, quizá por agravio comparativo a nivel de especie) se den cada vez que los sapiens colonizamos un nuevo territorio lo que parece indicar es que somos extintores (en el sentido de extinguir especies, claro) en masa.
Y además, lo hacemos gracias a nuestra gran avidez por consumir, nuestra ignorancia de las costumbres de otras especies y el hecho de que, realmente, a simple vista somos poco amenazadores. Desde luego, si ese es el caso, hemos escogido bien a los gatos como unos de nuestros acompañantes.
El capítulo acaba con una pequeña reflexión sobre la romantización del hombre antiguo en armonía con la naturaleza que el registro fósil deja por falsa. Con tecnología de la edad de piedra, fuimos capaces de diezmar el planeta y probar cambios ecológicos insospechados. Cómo ya leímos en capítulos anteriores, no respetamos ni a nuestros parientes humanos en su momento.
Capítulo V: El mayor fraude de la historia
“Hace 10.000 años… un pequeño grupo de Sapiens que habitaban las praderas empiezan a descubrir secretos que acabarán permitiéndoles dominar a otras especies… Primero fue el trigo… el arroz, la patata… Especies animales también acabaron subyugadas ante el humano dominador… Pero les aguarda una desagradable sorpresa… Una historia donde el éxito esconde un estrepitoso fracaso… LA REVOLUCIÓN AGRÍCOLA… Próximamente en cines.”
Si se lee con voz grave, varonil y un tono épico podría ser el guión para el tráiler de una película sobre cómo el Homo sapiens conquista la agricultura y la ganadería. Sin embargo, no dejaría de ser una parodia. El devenir de esta especie homínida es mucho más interesante que cualquier largometraje.
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