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Diarío íntimo

jazminsara3 de Febrero de 2012

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La comunicación callada de la literatura: reflexión teórica sobre el diario íntimo

El diario íntimo ha sido considerado históricamente una modalidad literaria heterogénea y ambigua, ya que en su origen no está destinado a salir de los confines de su secreto personal. En este ensayo se persigue meditar sobre los tres dominios que balizan el diario íntimo: el tiempo presente en el que (se) escribe el diarista, la intimidad y la identidad personal; además de seguir el curso de su estela en la extensa geografía de la literatura. Por la práctica de esta escritura el diarista puede construir una imagen de sí y el mundo que le rodea, tomando conciencia de sí mismo. Esta capacidad de reflexión, de introspección, permite interrogar al autor/a y comprender cómo se representa en la experiencia íntima del lenguaje.

1. La reflexión teórica de este ensayo, así como su desarrollo posterior, están pensados teniendo en cuenta un modelo de diario íntimo y unas coordenadas temporales muy determinadas: el diario íntimo escrito sin propósito de publicación, al menos en vida del autor/a, que se desarrolla en la primera mitad del siglo XX. Estas condiciones son las que se corresponden con la obra diarística de Manuel Azaña (Diarios íntimos, Memorias políticas y de guerra y Diarios, 1932-1933), objeto del doble estudio que llevo a cabo en Washington University y el Departamento de Historia Contemporánea de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación, Universidad del País Vasco. Las páginas que siguen forman parte del capítulo teórico de esta investigación.

Introducción

Como es sabido, desde los estudios de Johann Gootfried von Herder y Wilhelm von Humboldt sobre la filosofía del lenguaje, una de las funciones fundamentales del lenguaje es la comunicativa. Acerca de la capacidad comunicativa del lenguaje, en el sentido más amplio, Hans-Georg Gadamer escribe que “no cabe dudar de que el lenguaje no sólo debe ser considerado como lenguaje formado por palabras, sino como una forma de comunicación” (Arte y verdad de la palabra 131). El mismo Gadamer, en otro ensayo titulado “La cultura y la palabra”, nos dice que la palabra es comunicación en su forma más pura; espacio donde reside el secreto de la transmisión de la cultura humana (13; 17). Tras estas observaciones, la constatación primera y más simple es afirmar que la literatura se construye con lenguaje. De ahí nace el axioma, ampliamente aceptado por la comunidad intelectual, que la literatura es una forma de comunicación, definida por su voluntad de transmisión .

Pero al abordar el análisis del diario íntimo nos encontramos con una dificultad inherente a la propia naturaleza de este modo de expresión o práctica literaria. Según sostiene Hans Rudolf Picard, el auténtico diario –en esencia– “es a-literatura”, ya que al ser redacta do exclusivamente para uso privado de quien lo escribe “y en razón de la estricta identidad autor y lector”, no pertenecería al ámbito público de la comunicación, condición que sí pose en los otros géneros de la literatura (116) . Esta idea, sin embargo, se desvanece desde el momento en que el diario íntimo –la quintaesencia de la literatura autobiográfica, en opinión de Anna Caballé (51) –se convierte en obra abierta y es objeto de la atención de editores, público lector y críticos. Cuando el diario íntimo sale del umbral de ocultamiento, de la privacidad, entonces su contenido recupera la voz y la palabra, es decir, descubre la experiencia individual de un sujeto que por medio del lenguaje se representa a sí mismo y al mundo que le rodea. Es de esta manera por la que el diario íntimo, con independencia de sus características y funciones, o su condición personal y secreta, queda inscrito en el marco de la literatura. En ese instante pierde importancia que, en un principio, el destinatario del diario sea el propio diarista, pues como la hermenéutica de Gadamer enseña, “lo que se fija por escrito se eleva en cierto modo, a la vista de todos, hacia una esfera de sentido en la que puede participar todo el que esté en condiciones de leer, ... [y porque] el horizonte de sentido de la comprensión no puede limitarse ni por lo que el autor tenía originalmente in mente ni por el horizonte del destinatario al que se dedicó el texto en origen” (Verdad y método 471; 474).

Querer leer o/y entender la escritura diarística íntima como una forma de expresión que por su naturaleza destierra la función comunicativa, ya que no está pensada para ser publicada; o pensar que no contiene las ventajas que Picard encuentra en el diario escrito y publicado en vida del autor/a y que llama “literario”, es proponer el problema de su exégesis de forma incorrecta. El primer planteamiento interpretativo se demora en exceso y está preso en la fascinación por el accidente de la no publicación, y el segundo, todavía está por demostrarse. Una vez que el diario íntimo accede a su «desocultación» y se constituye como texto inserto en el proceso comunicativo, pues se ofrece a la comprensión de un hipotético lector, la tarea recae en la interpretación del “discurso interior”, el de un ser que dialoga consigo mismo en un espacio textual al que confiere valor de interlocutor y confidente. Esta cualidad permite al intimista una observación interior más auténtica y transparente, y que a priori le sirve como instrumento para el conocimiento de sí. Ya no importa que la intención subjetiva y primera del diarista pretendiera poner su obra lejos del alcance de cualesquiera ojos lectores –¿o acaso no se escribe implícitamente teniendo la absoluta certeza y garantía de que habrá un lector futuro?–. Con todas sus ambigüedades, el cosmos personal del escritor/a de diarios íntimos, fluctuando entre la experiencia temporal del día a día, es anotado en el diario en un acto de escritura –y de conciencia de sí– por el que nos comunica y pone en contacto con su mundo. Un mundo en el que también están presentes los otros tal como ha observado Béatrice Didier, pues si el diarista íntimo tiende a meditar y dialogar consigo mismo, “très vite cette analyse devient celle de ses rapports avec autrui. Il note les conversations qu’il a eues, les recontres diverses” (Le journal intime 24).

El presente ensayo, por tanto, se ocupa del diario íntimo a partir de su integración y definición como discurso en el proceso de comunicación literaria.

Aproximación a los dominios del diario

La intención primera que anima el cuerpo del estudio aspira a delinear la órbita descrita por los dos conceptos que articulan la noción de diario íntimo. Es en la estrecha trabazón de los dominios del tiempo y de la intimidad donde halla cobijo y toma asiento el relato de un determinado yo. De la imbricación anterior emerge una forma de expresión literaria con características propias en la que se perfila o desvela la constitución compleja de la identidad personal en interrogación y diálogo constante con el presente y sus contextos discursivos. La indagación sobre estas tres ideas: tiempo, intimidad e identidad personal, y su entrelazado, es la que nos va a permitir entender el diario íntimo como estructura textual y espacio de significación reflexiva donde se construye la subjetividad desde y en la costumbre y el decurso de los días.

Antes de adentrarnos y pasear por la geografía del diario íntimo, vemos necesario delimitar el horizonte de la problemática identidad personal, aunque sea a escala reducida, ya que la representación retórica de la identidad del yo atraviesa todas las discusiones teórico-críticas acerca del acto autobiográfico .

La idea de identidad personal en la que nos vamos a apoyar es la que Paul Ricœur ha desarrollado en dos de sus obras más importantes: Sí mismo como otro, y el tercer volumen de Tiempo y narración: I. El tiempo narrado. En Sí mismo como otro, tras deslindar los términos identidad como mismidad y la identidad como ipseidad, Ricœur postula que la problemática de la identidad personal sólo puede articularse en la dimensión temporal de la existencia humana. Esta tesis, desarrollada en el quinto estudio, “La identidad personal y la identidad narrativa”, la lleva más lejos en el siguiente ensayo, solidario del anterior, titulado “El sí y la identidad narrativa”, donde Ricœur plantea que “la verdadera naturaleza de la identidad narrativa sólo se revela en la dialéctica de la ipseidad y de la mismidad. En este sentido, esta última representa la principal contribución de la teoría narrativa a la constitución del sí” (138).

Para su demostración, Ricœur se sirve del concepto de conexión de la vida, o su equivalente “historia de una vida”, desarrollado por Wilhelm Dilthey en su obra, El mundo histórico. Dilthey mantiene que la explicación más completa de la captación e interpretación de la propia vida está representada en la autobiografía, a la que define como “la forma suprema y más instructiva en que se nos da la comprensión de la vida” (224). Teniendo presente que la autobiografía “no es más que la expresión literaria de la autognosis del hombre acerca del curso de su vida... [Y la autognosis] se halla siempre presente, se expresa siempre en nuevas formas” (225), Dilthey se pregunta cuáles son las categorías que, al considerar el curso de una vida, constituyen la conexión mediante la que enlazamos cada una de las partes singulares de ese todo vital, en el que la vida es comprendida. El fundador del historicismo crítico encuentra que son las categorías generales del pensar, a las que añade las de valor, fin y significado, las que nos permiten comprender la vida. Sin embargo, todas estas categorías se hallan

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