EL MUNDO Y SUS DEMONIOS
richitodo8 de Septiembre de 2014
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CAPÍTULO 5
ARGUCIAS
Y
SECRETOS
_____ Confíe en un testigo en todo
aquello en lo que no esté
fuertemente involucrado ni su
propio interés, ni sus pasiones, ni
sus prejuicios, ni su amor por lo
maravilloso. Si lo están, exija una
prueba que lo corrobore en
proporción exacta a la
contravención de la probabilidad
por la cosa atestiguada.
THOMAS HENRY HUXLEY
(1825-1895) Cuando se informó a la madre del célebre abducido Travis Walton de
que un ovni había fulminado a su hijo con un rayo y luego se lo había llevado
al espacio, contestó con poca curiosidad: «Bueno, así es como ocurren las
cosas.» ¿Es así?
Aceptar que en nuestros cielos hay ovnis no es comprometerse a
mucho: la palabra «ovni» son las siglas de «objeto volador no identificado».
Es un término que incluye algo más que «platillo volante». Que haya cosas
que el observador ordinario, o incluso el experto, no entiende, es inevitable.
Pero ¿por qué, si vemos algo que no reconocemos, llegamos a la conclusión
de que es una nave de las estrellas? Se nos presenta una gran variedad de
posibilidades más prosaicas.
Una vez eliminados de la serie de datos los fenómenos naturales, los
engaños y las aberraciones psicológicas, ¿queda algún residuo de casos muy
creíbles pero extremadamente raros, sobre todo casos sustentados por pruebas
físicas? ¿Hay una «señal» oculta en todo este alboroto? Desde mi punto de
vista, no se ha detectado ninguna. Hay casos de los que se informa con
fiabilidad que no son raros, y casos raros que no son fiables. No hay ningún
caso —a pesar de más de un millón de denuncias de ovnis desde 1947— en
que la declaración de algo extraño que sólo puede ser una aeronave espacial
sea tan fidedigna que permita excluir con seguridad una mala interpretación,
tergiversación o alucinación. Todavía hay una parte de mí que dice: «Qué
lástima.»
Se nos bombardea regularmente con extravagantes declaraciones
sobre ovnis que nos venden en porciones digeribles, pero muy rara vez
llegamos a oír algo de su resultado. No es difícil de entender: ¿qué vende más
periódicos y libros, qué alcanza una mayor valoración, qué es más divertido
de creer, qué es más acorde con los tormentos de nuestra época: un accidente
de naves extraterrestres, estafadores experimentados que se aprovechan de
los crédulos, extraterrestres de poderes inmensos que juegan con la especie
humana o las declaraciones que derivan de la debilidad y la imperfección
humana? A lo largo de los años he dedicado mucho tiempo al problema de los
ovnis. Recibo muchas cartas al respecto, a menudo con relatos detallados de
primera mano. A veces, el escritor de la carta me promete revelaciones
trascendentales si le llamo. Después de dar una conferencia —casi sobre
cualquier tema— se me pregunta a menudo: «¿Cree en los ovnis?» Siempre
me sorprende la manera de plantear la pregunta, la sugerencia de que se trata
de un asunto de fe y no de pruebas. Casi nunca me preguntan: «¿Hasta qué
punto son fiables las pruebas de que los ovnis son naves espaciales
extraterrestres?»
Por lo que he visto, la manera de proceder de mucha gente está
altamente predeterminada. Algunos están convencidos de que el testimonio
de un testigo ocular es fiable, que la gente no inventa cosas, que las
alucinaciones o tergiversaciones a esta escala son imposibles, y que debe de
haber una vieja conspiración gubernamental de alto nivel para ocultamos la
verdad a los demás. La credibilidad en el tema de los ovnis prospera cuando
aumenta la desconfianza en el gobierno, que se produce de forma natural en
todas aquellas circunstancias en que —en la tensión entre bienestar público y
«seguridad nacional»— el gobierno miente. Como se han revelado engaños y
conspiraciones de silencio del gobierno en tantos otros asuntos, es difícil
argumentar que sería imposible encubrir un tema tan extraño, que el gobierno
nunca ocultaría información importante a sus ciudadanos. Una explicación
común de la razón de tal encubrimiento es evitar el pánico a nivel mundial o
la erosión de la confianza en el gobierno.
Yo fui miembro del comité del Consejo Asesor Científico de las
Fuerzas Aéreas de Estados Unidos que investigó el estudio de los ovnis
llamado «Proyecto Libro Azul», aunque antes, significativamente, se había
llamado «Proyecto Grudge [Fastidio]». Nos encontramos con que el esfuerzo
que se estaba realizando era desganado y desechable. A mediados de la
década de los sesenta, el cuartel general del «Proyecto Libro Azul» se
encontraba en la base de las Fuerzas Aéreas Wright-Patterson de Ohio, donde
también estaba la base de la «Inteligencia Técnica Extranjera» (dedicada
principalmente a averiguar qué armas nuevas tenían los soviéticos). Contaban
con una sofisticada tecnología para la consulta de expedientes. Uno
preguntaba por un incidente de ovnis determinado y, como si se tratara de
jerseys y trajes de la lavandería, le iban pasando resmas de expedientes por
delante hasta que la máquina se paraba al llegar ante el demandante el
expediente solicitado.
Pero lo que había en esos expedientes no tenía gran valor. Por
ejemplo, ciudadanos respetables declaraban haber visto flotar luces sobre una
pequeña ciudad de New Hampshire durante más de una hora, y la explicación
del caso era que había una escuadrilla de bombarderos estratégicos de una base cercana de las Fuerzas Aéreas en ejercicios de instrucción. ¿Podían
tardar una hora en atravesar la ciudad los bombarderos? No. ¿Sobrevolaban
los bombarderos la ciudad en el momento en que se decía que habían
aparecido los ovnis? No. ¿Nos puede explicar, coronel, cómo puede ser que
se describa que los bombarderos estratégicos «flotaban»? No. Las negligentes
investigaciones del Libro Azul tenían un papel poco científico, pero servían
para el importante propósito burocrático de convencer a gran parte del
público de que las Fuerzas Aéreas se aplicaban a la tarea y que quizá no había
nada tras las denuncias de ovnis.
Desde luego, eso no excluye la posibilidad de que en alguna otra
parte se desarrollara otro estudio de los ovnis más serio, más científico
(dirigido, por ejemplo, por un general de brigada en lugar de un teniente
coronel). Creo que incluso es probable que fuera así, no porque crea que nos
visitan extraterrestres sino porque, ocultos en el fenómeno de los ovnis, debe
de haber datos considerados en otros tiempos de importante interés militar.
Desde luego, si los ovnis son como se dice —aparatos muy rápidos y
maniobrables—, los militares tienen la obligación de descubrir cómo
funcionan. Si los ovnis eran construidos por la Unión Soviética, las Fuerzas
Aéreas tenían la responsabilidad de protegernos. Teniendo en cuenta las
notables características de actuación que se les adjudicaba, las implicaciones
estratégicas de que hubiera ovnis soviéticos sobrevolando impunemente las
instalaciones militares y nucleares norteamericanas eran preocupantes. Si, por
otro lado, los ovnis eran construidos por extraterrestres, podríamos copiar la
tecnología (si pudiéramos apoderarnos de un solo platillo) y conseguir una
clara ventaja en la guerra fría. Y, aunque los militares no creyeran que los
ovnis fueran fabricados por soviéticos ni extraterrestres, tenían una buena
razón para seguir los informes de cerca.
En la década de los cincuenta, las Fuerzas Aéreas utilizaban
ampliamente los globos-sonda, no sólo como plataformas de observación
meteorológica, como se anunciaba de manera destacada, y como reflectores
de radar, algo que se reconocía, sino también, secretamente, como aparatos
de espionaje robótico, con cámaras de alta resolución e intercepción de
señales. Mientras los globos en sí no eran muy secretos, sí lo eran la serie de
reconocimientos que hacían. La forma de los globos de gran altitud puede
parecerse a la de un platillo cuando se ve desde el suelo. Si no se calcula bien
la distancia en la que se encuentran, es fácil imaginar que llevan una
velocidad absurdamente grande. En ocasiones, propulsados por una ráfaga de
viento, hacen un cambio de dirección abrupto, poco característico de un avión
y en aparente desafío de la ley de la inercia... si uno no atina a ver que son
huecos y no pesan casi nada. El sistema de globos militares más famoso, que fue probado
ampliamente en todo Estados Unidos a principios de los cincuenta, se
llamaba «Skyhook». Otros sistemas y proyectos de globos se denominaron
«Mogul», «Moby Dick», «Grandson» y «Genetrix». Urner Lidell, que tenía
cierta responsabilidad sobre esas misiones en el Laboratorio de Investigación
Naval, y que posteriormente
...