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EPICURO, Obras


Enviado por   •  4 de Mayo de 2014  •  Síntesis  •  1.489 Palabras (6 Páginas)  •  216 Visitas

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EPICURO, Obras. Estudio preliminar, traducción y notas de Montserrat Jufresa. Madrid: Tecnos,

1994 (2ª ed.)

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CARTA A HERÓDOTO

Epicuro a Heródoto, salud

[35] Para aquellos que no pueden, Heródoto, estudiar con detenimiento cada una de las

obras que he escrito sobre la naturaleza, ni tan sólo examinar las más importantes de

las que he compuesto, para éstos precisamente he preparado un compendio de toda mi

doctrina a fin de que puedan recordar sus principios fundamentales, y en los

momentos precisos, con ayuda de las reglas más importantes, atenderse a sí mismos en

la medida en que posean la ciencia de la naturaleza.

Pero es necesario también que aquellos que se encuentran ya suficientemente

avanzados en el estudio de toda mi doctrina recuerden el esquema de su contenido,

reducido a sus principios esenciales. Pues a menudo necesitamos una comprensión del

conjunto, pero no tenemos igual necesidad de la de sus partes.

[39-46] En primer lugar, nada nace de lo que no existe, porque, si todo naciera de todo,

no habría necesidad de simientes. Y, si aquello que desaparece se diluyera en el no ser,

todo estaría ya muerto, puesto que no existiría aquello en lo que se habría diluido. De

modo semejante, el universo ha sido siempre tal como ahora es, y siempre será igual,

puesto que nada hay en que pueda transformarse, ya que más allá del universo no

existe nada que, penetrando en él, sea capaz de producir un cambio.

Es asimismo verdad que el universo está compuesto de cuerpos y de vacío. De la

existencia de los cuerpos nos da testimonio la sensación, en la que es necesario que se

apoye el razonamiento al conjeturar acerca de lo desconocido, como ya he dicho antes.

Si no existiera eso que nosotros llamamos vacío, y espacio, y sustancia intangible, los

cuerpos no tendrían ni por donde moverse, del modo como vemos que efectivamente

se mueven. Ahora bien, a excepción de los cuerpos y el vacío, no hay cosa alguna que

podamos imaginar –ni a través de los sentidos, ni por analogía con ellos- como una

naturaleza existente por sí misma y no como aquello que llamamos síntomas o

contingencias.

Así, de los cuerpos, unos son compuestos, y los otros, los elementos a partir de los

cuales los compuestos se han formado. Estos elementos son indivisibles e inmutables –

si es verdad que no todo tiene que destruirse en el no ser, sino que estos elementos han

de permanecer indestructibles al producirse la disolución de los compuestos-, ya que

su naturaleza es compacta y no poseen ni lugar ni medio para disolverse. Por tanto, es

necesario que los elementos primeros sean las sustancias indivisibles de los cuerpos.

Insisto, el universo es infinito. Pues todo lo que tiene un límite, tiene un extremo, y este

extremo lo es también respecto de otra cosa. De modo que lo que no tiene extremos,

tampoco tiene límites, por fuerza tiene que ser infinito y no limitado. Y aún más: el

todo es infinito tanto por el número de cuerpos como por la extensión del vacío.

Porque, si el vacío fuera infinito y los cuerpos limitados, éstos no podrían mantenerse

en ningún lugar, sino que irían rodando de un lado para otro a través del vacío infinito,

sin nada que los sostuviera ni volviera a darles el impulso después de una colisión. Y,

si el vacío fuera limitado, no tendrían donde sostenerse los infinitos cuerpos.

EPICURO, Obras. Estudio preliminar, traducción y notas de Montserrat Jufresa. Madrid: Tecnos,

1994 (2ª ed.)

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Además, las partes indivisibles y compactas de los cuerpos, que constituyen los

compuestos y son el resultado de la descomposición de éstos, tienen una cantidad

inconcebible de formas distintas. Pues no es posible que diferencias tan acusadas

provengan de unas mismas formas limitadas. De cada una de estas formas existe una

cantidad de átomos absolutamente infinita, pero en cuanto a sus diferencias los átomos

no son absolutamente infinitos, sino sólo innumerables, si no queremos extender sus

dimensiones hasta el infinito.

Los átomos tienen un movimiento continuo siempre; unos se distancian grandemente

entre sí, otros conservan este mismo impulso como vibración cuando son desviados

por otros átomos que se entrelazan con ellos o quedan recubiertos por otros ya

previamente entrelazados. La naturaleza del vacío que aísla a cada átomo es la causa

de que se comporten así, puesto que no tiene la capacidad de obstaculizar su caída. Por

otra parte, la dureza constitucional de los átomos hace que éstos reboten al chocar unos

con otros, hasta que su recíproco entrelazamiento no los hace retroceder después de la

colisión.

No existe un comienzo de este movimiento: los

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