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El Docente Y Los Programas Escolares Lo Institucional Y Lo Didáctico - Ángel Díaz Barriga

CristinaES10 de Abril de 2015

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Introducción

Tres intereses explican nuestro acercamiento al estudio sobre

El docente y los programas escolares que abordamos en este texto. Dos de ellos se relacionan directamente con la temática a abordar, mientras que el tercero se desprende del significado personal que ha tenido nuestro acercamiento al ámbito de la didáctica y al campo curricular.

Así, un primer interés se desprende de una visión histórica sobre los programas de estudio en el ámbito de la didáctica, ya que esta temática tiene significado en el campo de la pedagogía a partir de nuestro siglo.

Por otra parte, nuestro medio educativo está impregnado por la pedagogía alemana del siglo pasado, que se funde con planteamientos de origen positivista y de corte nacionalista y se constituye en el basamento de nuestro saber didáctico. Por esta razón, la temática de los programas de estudio cobra importancia tardía en América Latina.

Como un segundo interés, reconocemos que en nuestras investigaciones sobre el tema hemos venido trabajando la hipótesis de dos modelos educativos en tensión en el ámbito de los programas de estudio: uno procede de los debates del siglo XiX, mientras que el otro tiene su origen en la con formación de la pedagogía pragmática del siglo XX, particularmente expresada en los principios del manejo científico del trabajo, la concepción curricular, la teoría de objetivos de aprendizaje, la teoría de la evaluación educativa y la tecnología educativa.

En tercer lugar, Didáctica y currículum, cuyo subtítulo es convergencias en los programas de estudio, cumple diez años de haber sido editado.

En ese texto realizamos un acercamiento de corte epistemológico y psicosocial al problema de los programas de estudio. Un balance que tiene un sustrato significativo en el pensamiento curricular y didáctico: esa aproximación nos permitió construir una serie de explicaciones y propuestas en relación con los programas, la tarea docente y la forma de evaluar. Así, la necesidad de nuevas formulaciones y problematizaciones se ha ido con formando paulatinamente en nuestro tratamiento del problema, de tal modo que nuestros interrogantes actuales profundizan en aquellos que abordamos previamente.

1. La conformación de planes y programas de estudio en la pedagogía del siglo XX

La conformación de los sistemas educativos es el antecedente indispensable para entender el papel que poseen en la actualidad los planes y programas educativos. Hay que tener en cuenta, además, el conjunto de procesos desarrollados en Estados Unidos a lo largo del siglo, para poder comprender el rol que representaron esos instrumentos en una nueva dimensión pedagógica: la evolución de lo social en torno del concepto de eficiencia; la generación de un pensamiento global de corte pragmático que paulatinamente devino en tecnocratico.

El eje de la relación pedagógica se modificó drásticamente en ese siglo.

Educar para el empleo se convirtió en la finalidad central de la educación. Se trata de capacitar, a través de la acción educativa, para las habilidades técnico-profesionales y el aprendizaje de actitudes exigidas por los empleadores lo que en diversos trabajos hemos denominado la gestación de una pedagogía industrial con carácter unidimensional (esto es, atender sólo a una dimensión productiva humana: aquélla que puede ser remunerada), y que, en sentido estricto, podríamos definir como pedagogía pragmática o científica.

Sin embargo, la pedagogía pragmática (aunque explícitamente se manifiesta abierta a múltiples valores respecto de la educación) fue imponiendo en los hechos la perspectiva del empleo como el eje central de la tarea educativa. Podríamos afirmar que la pedagogía pragmática fue el caldo de cultivo para la gestación de un pensamiento pedagógico tecnocrático centro del pensamiento educativo dominante gestado en Estados Unidos y difundido en América Latina bajo el rubro de pedagogía científica a partir de los años cincuenta: «La relación entre la educación y el trabajo es el elemento central en la imagen de la educación que se estableció durante este siglo»

En este contexto, se estructuró el sentido actual de los planes y programas de estudio. A través de ellos se buscó establecer un tipo de contenido y de práctica educativa que tendiera a lo unitario. Se intentó uniformar lo que compete ser enseñado en el transcurso de una experiencia escolar, a la vez que se buscó establecer un conjunto de condiciones para «garantizar» la experiencia de aprendizaje idéntica en los sujetos de la educación. La finalidad de la educación quedó reducida a «lograr ciertas metas comportamiento.

Esta visión, que pretende una práctica unitaria de docentes y alumnos en relación con los planes y programas de estudio, origina una serie de conflictos dentro de las instituciones educativas. En primer lugar, responde a un intento por despojar al docente de la dimensión intelectual de su trabajo.

En ocasiones, el docente evidencia esta enajenación cuando manifiesta a sus estudiantes que su tarea es «cumplir con el programa», que desconoce el motivo por el que se incorporaron determinados temas, que no sabe qué utilidad o aplicación pueda tener el aprendizaje de determinados contenidos.

La noción de programas de estudio

No habría que olvidar las contradicciones que surgen entre esta propuesta educativa derivada del pragmatismo y las que la precedieron, apoyadas en el liberalismo, respecto de las finalidades de la educación, así como en relación con el papel que asignan a la técnica. La concepción que tenemos en nuestros días respecto de los planes y programas de estudio es propia del siglo XX.

En este sentido, es un total error sostener que en la escuela tradicional el profesor recibe ya hechos los programas, que hacerlos es responsabilidad que no le compete Con frecuencia, el profesor usa temarios que copia de índices de libros.

Sencillamente, debemos entender que, en la conformación de lo que se puede denominar «la escuela tradicional» (siglos XVII a XIX), el problema de los planes de estudio es considerado, desde la didáctica, como una propuesta de temas muy amplios a desarrollar en el transcurso de una etapa académica.

La conformación del sistema educativo promediando el siglo XIX impuso otras exigencias a la pedagogía. El enfrentamiento de las mismas llevó a desarrollar una concepción cada vez más burocrática de la enseñanza. Esto explica la aparición de la calificación y posteriormente la de los programas de estudio.

La pedagogía de control y los objetivos conductuales

Así, frente a una pedagogía centrada en la intelectualidad del maestro se fue gestando una concepción educativa de corte burocrático administrativo, centrada en la supervisión y en el control de lo que realizan maestros y alumnos. La búsqueda del orden en la didáctica devino, de esta manera, en una pedagogía del control de fuerte inspiración administrativa. De hecho, diversos autores estadounidenses reconocen que la pedagogía pragmática se inspira sustantivamente en el taylorismo, propio de la industrialización de ese país.

Los principios que básicamente impactaron esta cuestión son:

a) División técnica del trabajo a partir de la segmentación del mismo.

b) Establecimiento de jerarquías para el funcionamiento del sistema.

c) Control de tiempos y movimientos.

Los dos primeros principios se concretan en el establecimiento de especialistas para la elaboración de los planes y programas y en la segmentación de la propia tarea docente.

Simultáneamente, el problema de la jerarquía es básico en este punto para determinar quién hace el plan y el programa, quién lo aprueba y sobre todo a quién compete ejecutarlo. Los límites del maestro en esta concepción quedaron claramente definidos.

2. Docentes, programas de estudio e institución

¿Instrumentos normativos o de orientación?

Los planes y programas de estudio responden a múltiples intereses y sentidos. La institucionalización de la escuela fue exigiendo que poco a poco se detallaran con mayor precisión dichos instrumentos. Y de este proceso, que se verifica en el siglo XX, se derivaron varias concepciones sobre el sentido institucional de los mismos: mientras que para unas instituciones los planes y programas de estudio son la norma a cumplir, para otras sólo constituyen una orientación.

La adopción de esta perspectiva en América Latina data de los años setenta y crea un conjunto de problemas en el ámbito de las instituciones educativas, al mismo tiempo que constituye un enfrentamiento con las prácticas habituales de maestros y alumnos.

La institucionalidad de los planes y programas de estudio deviene en primer lugar de la aprobación de las autoridades educativas y de las correspondientes instancias de gobierno.

De esta manera, el proceso de aprobación e implantación de un plan de estudios se mueve en tres esferas diferentes:

a) La burocrática administrativa.

b) La académica.

c) La del poder

La esfera burocrática

En la esfera burocrática administrativa, estos instrumentos son vistos como las grandes orientaciones del trabajo pedagógico. En ocasiones, son pensadas en función de lo mínimo que se debe cumplir en un curso y sirven inicialmente a la institución como elemento central para planificar qué cursos

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