El Sufrimiento Humano
fludlows23 de Agosto de 2014
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Enero 7, 2009
Francisco Ludlow Saldivar
Antropología Teológica
Carta Apostólica Salvifici Dolores (Juan Pablo II)
En este breve ensayo intento abordar el problema del valor del sufrimiento en la
época actual, que se ha caracterizado por dotar a los “consumidores” de todos
los medios posibles para ahuyentar, uir y hacerse ciegos dal valor que tiene el
sufrimiento en el perfeccionamiento del ser humano, e inclusive en su camino
hacia la felicidad.
Si bien la Carta Apostólica Salvifici Dolores se centra fundamentalmente en la
aceptación del sufrimiento como medio de salvación, cuando el hombre se hace
partícipe del sufrimiento de Cristo en la cruz, el enfoque que le he dado está
mas bien dirigido a la parte humana del sufrimiento y su efecto en la
maduración de las personas.
El sufrimiento humano y la generación perdida
Platicando hace tiempo con mi hijo mayor (de 22 años), sobre lo que yo llamo la “generación perdida”,
término que uso para describir el letargo que veo en los actuales jóvenes y por llamarlo de alguna
manera en los adultos primerizos, que se caracterizan por inmediatistas, intolerantes, individualistas y
personalistas; formas de ser que no son exclusivas de esta época, a nivel de las personas, pero que crean
una distinción, por lo menos de las generaciones que existimos desde el siglo pasado, a nivel de grupo,
a nivel de masa, o por describirlo mejor de comportamiento social estándar.
En esa conversación apareció como si fuera el “gorrón de la fiesta”, el tema del proceso de maduración
de los actuales jóvenes. Yo me preguntaba: ¿cómo es posible que mis amigos y yo, desde la secundaria,
de manera natural, sin que nadie nos arrojara a ello y en muchos casos sin tener necesidad económica,
ya estábamos trabajando, haciéndonos más responsables de nuestra vida y ahora, en términos generales,
a los veinte y tantos años los jóvenes que ya se acercan a la edad de ser adultos, siguen esperando que
sus padres les resuelvan la vida, siguen teniendo actitudes propias de los adolescentes en su vida
familiar, escolar y social?. Y dedicamos un tiempo a razonar sobre el asunto.
De manera espontánea fueron surgiendo algunas conclusiones interesantes en el terreno de la soledad,
el sufrimiento y la necesidad como componentes indispensables del proceso de maduración humana.
Ambos estuvimos de acuerdo en que una diferencia fundamental entre nuestras dos generaciones está
precisamente en la reticencia hacia estas tres características del ser humano que, como dice Juan Pablo
II en su Carta Apostólica, refiriéndose al punto del sufrimiento: “... es un tema... [que] coexiste con él
[el hombre] en el mundo y por ello hay que volver sobre él constantemente.” “... parece ser
particularmente esencial a la naturaleza del hombre”: Mi padre nunca me buscaba para hablar, sin
embargo cuando yo lo necesitaba ahí estaba y me dedicaba todo el tiempo que fuera necesario, daba así
espacio para que “la soledad” hiciera en mí su buen trabajo. Cuando algún niño sufría un tropezón,
parecía que le daba espacio para asimilar su dolor. A pesar de que no había carencias, tampoco había
sobre abundancia y siempre existía un espacio para que cada quien buscara por sí el camino para
satisfacer sus necesidades, sin que ello signifique que hubiese ausencia de apoyo. Tengo en mis
recuerdos que mas o menos este era un estilo muy común, tanto para ricos como para pobres, cada
quien en su propio ámbito.
Soledad, sufrimiento y necesidad, carencias del hombre actual.
Hoy vemos un panorama completamente diferente: un niño se tropieza, cae, llora y todavía no llega al
piso cuando ya un enjambre de adultos llegó en su auxilio. Minutos después quedó claro que no fue tan
grave y que el llanto solo era para llamar la atención. Los padres caímos en la trampa de que “tenemos
que ser amigos de nuestros hijos”, nos sobre comunicamos, nos sobre interesamos y matamos ese
espacio de soledad que es vital para el desarrollo humano. Rompimos esa “barrera” virtual, esa
distancia natural entre el ser padres y el ser hijos. Por último nos preocupamos tanto por “darles todas
las oportunidades”, que no damos espacio a que por sí se esfuercen por satisfacer sus necesidades. No
los dejamos tener hambre. El ayuno como temple del espíritu y del cuerpo ha desaparecido.
Meses después de aquella plática, leo en el libro de Fernando Savater, Las preguntas de la vida, como
reconoce haber empezado a pensar a partir de que comprendió “de veras que antes o después tenía que
morirme” “... cuando comprendí la diferencia entre aprender o repetir pensamientos ajenos y tener un
pensamiento propio” “Y así, a partir de la revelación de mi muerte impensable, empecé a pensar”
Sin lugar a dudas la muerte tiene que ver con el sufrimiento y el sufrimiento con madurar. Dice el
mismo Savater: “fue la revelación de la muerte .- de mi muerte como certidumbre lo que me hizo
ponerme a pensar” “la conciencia de la muerte nos hace madurar”. Yo me pregunto: ¿qué es madurar,
sino morir para volver a vivir?
Aparece ahora la necesidad pedagógica de leer la Carta Apostólica Salvifici Doloris, y es notable la
conexión que existe entre el mensaje papal y la vida cotidiana: “3...la redención se ha realizado
mediante la cruz de Cristo, o sea mediante su sufrimiento”. Sufrimiento que ha sido mal entendido y
que no debe confundirse como auto flagelación ó sufrir por sufrir como las falsas (o falsos) piadosas y
que confunden vivir la fe con hacer de su vida un drama estéril.
Ese sentido de sufrimiento, el que hace madurar, el que salva, el que “4. ...suscita compasión, suscita
también respeto, y a su manera atemoriza”, es el que hay que recuperar como sociedad.
Temor a sufrir vs propensión al mal
Dice la Carta Apostólica: “5... el sufrimiento parece casi inefable e intransferible”, “ ... exige que en
torno a él hagan preguntas de fondo y se busquen respuestas...”. “Una cierta idea de este problema
nos viene de la distinción entre sufrimiento físico y sufrimiento moral”. “6... los sufrimientos morales
tienen también una parte <física> o somática, y que con frecuencia se reflejan en el estado general del
organismo.” “7... el hombre sufre, cuando experimenta cualquier mal”. “Dentro de lo que constituye la
forma psicológica del sufrimiento, se halla siempre una experiencia de mal, a causa del cual el
hombre sufre. Así pues, la realidad del sufrimiento pone una pregunta sobre la esencia del mal: ¿qué
es el mal? “... el hombre sufre a causa de un bien del que él no participa”
Queda muy claro en estos trozos de texto que el sufrimiento tiene su existencia en la ausencia de un
bien. Sufrimos por la presencia de un mal y la ausencia de un bien y sin embargo parece ser que
estamos empeñados como personas, como padres de familia, como sociedad y como humanidad en
aferrarnos a males que tienen apariencia de bienes.
Tratamos de borrar el sufrimiento de nuestra existencia con males que nos provocan más sufrimiento y
uímos de los bienes que nos acarrearían felicidad pero que inherentemente, por la naturaleza humana,
conllevan un sufrimiento implícito.
Creo que esta idea la explica mejor el Papa, en su Carta Apostólica, de lo que yo puedo hacerlo, en el
siguiente párrafo:
8... De esta manera ese mundo de sufrimiento, que en definitiva tiene su sujeto en cada hombre,
parece transformarse en nuestra época —quizá más que en cualquier otro momento— en un
particular « sufrimiento del mundo »; del mundo que ha sido transformado, como nunca antes,
por el progreso realizado por el hombre y que, a la vez, está en peligro más que nunca, a causa
de los errores y culpas del hombre.
Parece contradictorio, pero todo indica que a mayor desarrollo, a mayor progreso, mayor sufrimiento:
El hombre sufre la densidad del tráfico, la lluvia ácida, el efecto invernadero, el sida, la separación de
las familias, una vida innecesariamente prolongada, males provocados por un supuesto bien (o por
bienes mal utilizados), como son los coches, la industria, las concentraciones urbanas, la libertad
sexual, el divorcio express, la satisfacción inmediata, los desarrollos médicos, por solo citar algunos
ejemplos. En nuestro temor a sufrir, nos hemos vuelto propensos al mal y de ahí a más sufrimiento.
El sentido del sufrimiento.
Narra la carta papal, la historia de Job, quien, aseguran sus amigos “10 ...debe haber cometido alguna
culpa grave... el sufrimiento se abate siempre sobre el hombre como pena por el reato.”
“El sufrimiento, para ellos, puede tener sentido exclusivamente como pena por el pecado”, y en cierto
sentido esta es una apreciación correcta: “... con juicio justo has traído todos estos males a causa de
nuestros pecados.” No hay posible discusión a este sentido del sufrimiento: el que se embriaga, el que
insulta, el que no paga sus impuestos, el que explota al próximo, tarde o temprano sufrirá, con el
sufrimiento que proviene
...