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El Verificacionismo Y Las Revoluciones Científicas De Kuhn


Enviado por   •  28 de Febrero de 2014  •  2.029 Palabras (9 Páginas)  •  323 Visitas

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1. Ciencia, tecnología, tecnogenia.

Habermas, en Conocimiento e Interés (1968), distinguió tres tipos de ciencias, las analítico-empíricas que responden al interés técnico, las histórico-hermenéuticas que responden al interés práctico y las ciencias críticas que responden al interés emancipatorio. En estos tiempos de crisis del positivismo no sorprende a nadie destacar que la ciencia constituye el pilar fundamental sobre el descansa nuestra civilización porque a ella deben su poder todos los poderes, económicos, políticos, empresariales, massmediáticos, etc; pero no siempre se tiene en cuenta que no se trata de la omnipresencia de la ciencia sino de la de un tipo de ciencia, aquella que, admitiendo sin eufemismos el interés técnico que la moviliza, admite ser llamada tecnociencia, aquella ciencia legitimada por el positivismo y convertida en modelo abstracto de toda cientificidad; aquella ciencia que encarna la racionalidad instrumental.

El mundo de la tecnociencia es hoy, además, el mundo de la llamada cultura posmoderna que ha consagrado el fin de los “grandes relatos de emancipación”, por lo cual tampoco sorprende a nadie que las ciencias críticas, y con ellas el interés emancipatorio, no ocupen ningún lugar de relevancia o se encuentren en franco retroceso en el medio académico del mundo neoliberal. Lo que quizá podría sorprendernos es que las ciencias que constituyen el soporte tecnocientífico de dicha cultura no tengan nada de posmodernas, habiendo sido el producto más acabado de la modernidad. A ellas, como hemos dicho, rindió culto el positivismo y sobre ellas elaboró la prescripción epistemológica del método avalorista, el modelo de la intervención profesional “experta” y tecnocrática, y la ideología de la neutralidad. Y, en contrapartida y como consecuencia de aquella prescripción y de esta ideología, a ellas debemos las mayores conquistas del hombre sobre la naturaleza pero también el mayor y más despiadado dominio sobre la misma, con un saldo de destrucción tan demencial que el nuevo milenio trae consigo el interrogante crucial acerca de las posibilidades de sobrevivir en nuestro planeta. Los progresos técnicos, decía Freud en El Malestar en la Cultura, son inútiles para la economía de nuestra felicidad.

No sorprende a nadie que recordemos que el gran relato positivista de legitimación de la tecnociencia está en crisis: la tecnociencia ya no necesita de los “grandes relatos”, se legitima por la performatividad, por su eficacia, responde al principio de la optimización de la actuación, de la mejor relación input - output. Pero quizá sorprenda reparar el grado de aceptación subjetiva de dicha performatividad, la hegemonía que cobra como principio de adaptación a la época. Podemos suponer fundadamente que entre el avance arrollador de aquella y su aceptación subjetiva hay una relación que no es casual. No existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y la vida social, ni tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad que la sostiene: ellas se producen recíprocamente, la subjetividad es cultura singularizada en tanto la cultura es subjetividad objetivada.

Desde hace ya muchos años investigadores de la Universidad de Córdoba desarrollan un proyecto cuyo punto de partida fue el problema de la relación “contaminación ambiental-daño a la salud-tecnología” llegando a atribuir a esta última un papel causal sobre aquellos. Así como se denomina iatrogenia a las consecuencias inadvertidas, no deseadas o no previsibles de la medicina, llamaron tecnogenia o tecnopatogenia a los daños físicos o psicológicos provocados de la misma manera por la tecnología. Tal constatación les condujo a indagar las actitudes respecto de la verdad, concluyendo que son ciertas actitudes no exentas de responsabilidad ética las que se encuentran en la base de “fallas”, “faltas” o “vacíos” en el conocimiento y generan, en consecuencia, tales fenómenos tecnopatogénicos. De tal manera, la tecnogenia se definiría como un error o defecto inmanente y oculto en la técnica, con consecuencias negativas para la Salud humana. Todo ello condujo a la apertura de un nuevo campo de conocimientos, la Tecnopatogenología que estudia el fenómeno de la tecnopatogénesis y cuyo objetivo último es descubrir en la propia matriz gestática de la tecnología, los vacíos cognoscitivos potenciales, causales de tecnogenias.

Esta ciencia de objeto transdisciplinar, -reconocida recientemente por la Real Academia de Ciencias de Suecia, en un Congreso Internacional realizado en Estocolmo- alienta ya investigaciones en nuestro propio campo, el de las ciencias sociales, la psicología, las humanidades, tales como la que se propone indagar los posibles efectos del uso de Internet en la construcción de la subjetividad adolescente para dar respuesta a la necesidad de prevenir los efectos nocivos ocultos en estos nuevos modos de información electrónica, habida cuenta que el acortamiento existente entre el proceso de descubrimiento, desarrollo y aplicación de esa herramienta en nuestro medio dificulta la prevención de errores y faltas éticas de las personas afectadas al proceso de creación, desarrollo y aplicación comercial de la misma.

De nuestra parte consideramos de importancia capital tales investigaciones, estimamos el valor heurístico del concepto de tecnogénesis y la entidad epistemológica de la tecnopatología, y consideramos que, dada la íntima fusión de ciencia y técnica en el mundo actual y la urgencia de pensar sus efectos sociales y sobre los individuos, este nuevo campo de reflexión puede aportar fecundamente a los estudios críticos de la tecnociencia. En primer lugar, supone que las posiciones éticas son inherentes y constitutivas del acto de conocer y que, por ende, no hay conocimiento neutral posible pues siempre está en juego la responsabilidad del sujeto epistémico. Los efectos tecnogénicos son inmanentes a la tecnología –no un accidentales, no casuales, no la perfidia de su aplicación-: el conocimiento no es un martillo al que se puedan dar buenos o males usos.

A los efectos de que la relación postulada por la Tecnopatogenología, a saber:

“actitudes no responsables --> vacíos o defectos en el conocimiento --> tecnopatogenología”,

no sea entendida en el sentido de una “falla” o “vacío” de conocimiento que corre por cuenta meramente de la actitud de un individuo, creemos conveniente realizar las siguientes puntuaciones:

Las revoluciones científicas

a) Como lo describiera Kuhn en La Estructura de las Revoluciones Científicas (1962), la ciencia es una actividad compleja, institucionalizada, puesta en práctica por un sujeto comunitario que se constituye a través de un prolongado proceso de formación, de educación en un “paradigma” que cohesiona a los individuos en una visión del mundo, en el uso de un lenguaje, en unas estrategias téoricas y metodológicas, en un modo de plantear y resolver los problemas, en unos criterios o valores epistemológicos, comunes, y que dan por resultado la práctica de la “ciencia normal”.

b) Los conocimientos que de ella resultan producen a través de sus aplicaciones efectos materiales muchos de los cuales pueden ser tecnopatogénicos debido al progresivo acortamiento del tiempo de descubrimiento, desarrollo y aplicación en beneficio de la rentabilidad, a la presión provocada por la competitividad sobre el quehacer del técnico, a la intromisión en campos de difícil previsibilidad (atómicos o celulares), a la desproporción existente entre la atención e inversión dedicada al estudio de los aspectos rápidamente comercializables y la dedicada al estudio de los resultados del procedimiento, a la baja calidad de las publicaciones científicas bajo el imperativo “publicas o mueres”, tal como lo señala la Tecnopatogenología.

c) Todo ello indica que la “ciencia normal” y sus aplicaciones –entendiendo que éstas son constitutivas de aquella y no su mero efecto pasivo, pues como lo afirmaba Bachelard todo descubrimiento supone sus condiciones de aplicación- no se resuelven meramente en la trama de las relaciones intracomunitarias sino que éstas quedan, a su vez, entramadas en una trama más comprensiva, la de las relaciones con el contexto social y, en particular, con los intereses y poderes económicos, políticos, militares que lo atraviesan.

d) Estas relaciones y estos intereses penetran cada vez más en la trama de las relaciones intracomunitarias, impregnan su lógica, coercionan sus métodos, devienen factores activos en la generación de conocimientos y hacen del saber, como lo destacara Foucault, estrategia del poder. Esta evidencia hizo que la epistemología anglosajona operara su “giro sociológico e histórico”; pero para dar cuenta de aquel proceso hay que ir más allá de las “comunidades cientificias” y colocar el análisis a nivel de las relaciones de éstas con la sociedad.

e) El concepto foucaultiano de “dispositivo”, el concepto althusseriano de “práctica cinentífica” y el concepto frankfurtiano de “racionalidad instrumental”, con todos sus diferencias, permiten orientarnos al estudio de tales relaciones manteniendo la sospecha de que en las condiciones actuales de cultivo y ejercicio de las ciencias, la autonomía de la validez que una teoría reclame para sí puede ser apariencia y que en sus poros conceptuales se hayan introducido intereses y pretensiones de poder, que su “contexto de justificación” mantenga una expresa dependencia de su contexto de emergencia, por lo cual ya no habría lugar para separar relaciones internas y externas, validez y poder

f) Esa permeabilidad del saber al poder hace que la ciencia no pueda pretenderse neutral, y que la responsabilidad del científico, de los individuos, sea ineludible, en el sentido en que lo destacaba el sociólogo francés Daniel Bertaux: “Cuando un investigador selecciona un tema empieza por elegir el significado de su práctica sociológica –prácticamente hablando, el significado de su vida profesioneal. ¿Para quién trabajaré?. Esta pregunta no puede ser pasada por alto, especialmente cuando no se dispone de una respuestaclara desde el principio. Esta cuestión del significado social de la investigación de un tema dado, debe abordarse no para clausurar un número dado de áreas de investigación, sino para estar seguros de que el fin de la investigación está presente desde el principio” .

g) Los causales de tecnogenia no son, en sentido estricto, vacíos, fallas, faltas o defectos epistémicos sino vacíos éticos y éstos no son debidos exclusivamente a la elusión de la pregunta por el fin de la investigación y el significado social de la misma, no son atribuibles exclusivamente a las claudicaciones de los individuos –aunque éstas, de hecho, existan muchas veces- sino también y fundamentalmente en algunos casos a la misma matríz racional de ciertas ciencias que excluyen los valores sustantivos como elementos constitutivos, admiten como tales los “valores” técnicos –eficacia de los medios, utilidad de los resultados-, se nutren de lógica formal y método avalorista.

h) En consecuencia, no toda ciencia se deja colonizar del mismo modo y en la misma medida, no toda ciencia acepta complacientemente el vacío ético: los diversos tipos de ciencias ponen en acto un diferente tipo de racionalidad; es la racionalidad instrumental la que puede ser colonizada ciegamente por el interés técnico y consumarse así como simple cálculo de la adecuación de medios a fines, sin la pertinente interrogación por la naturaleza social de estos fines. La racionalidad de los medios es en algunos sociedades, como lo han señalado los frankfurtianos, correlativa de la irracionalidad de los fines. Cuando esto ocurre el sujeto epistémico se hace permeable a tales fines y por eso puede no preguntar de qué amo se convertirá en siervo.

i) Ciertamente ciencias movidas por el interés de la emancipación pueden ser ganadas por la racionalidad instrumental; Foucault se ha referido al marxismo y al psicoanálisis como saberes que comenzaron siendo saberes locales, saberes sujeto, saberes de lucha y se convirtieron en saberes globales, objetivizados, de dominio, anexados a aparatos políticos, pedagógicos o comerciales-. Ciertamente aunque Marx, como señala Habermas, haya pensado esa ciencia del hombre que realizaba como crítica de la ideología asimilándola al modelo de las ciencias naturales, el elemento crítico estaba allí y en ciertos casos se lo ignoró y se desarrolló el marximo como un saber de disposición técnica que hace posible el control del proceso social de la vida. Pero eso no ocurre sino al precio del abandono de sus intereses rectores, de su transformación en otra cosa, de su perversión.

j) De allí la necesidad de la “vigilia epistemológica” que aconsejaba Bachelard, vigilia que dé cuenta de esos “asaltos a la razón” por los poderes de la dominación; de las perversiones de la racionalidad, de la tecnocratización de las prácticas profesionales, de las claudiaciones del sujeto ante los cantos de sirena de la performatividad.

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