El avaro. Acto IV, Escena II y III. Fragmento
woops1725 de Mayo de 2015
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El avaro. Acto IV, Escena II y III. Fragmento
Escena II
HARPAGÓN, CLEANTO, MARIANA, ELISA y FROSINA
HARPAGÓN. (Aparte, sin que le vean.) ¡Cómo! Mi hijo besa la mano de su presunta madrastra, ¡y su presunta madrastra lo tolera sin demasiada repulsa! ¿Habrá algún misterio en esto?
ELISA. Aquí está mi padre.
HARPAGÓN. La carroza está dispuesta; podéis partir cuando queráis.
CLEANTO. Puesto que vos no vais, padre mío, las acompañaré yo.
HARPAGÓN. No; quedaos. Irán ellas solas; os necesito.
Escena III
HARPAGÓN y CLEANTO
HARPAGÓN. Veamos; interés de madrastra aparte, ¿qué te parece a ti esa persona?
CLEANTO. ¿Qué me parece?
HARPAGÓN. Sí; su aire, su talle, su belleza, su ingenio...
CLEANTO. Así, así...
HARPAGÓN. ¿Y qué más?
CLEANTO. Hablándoos con franqueza, no me ha parecido aquí lo que había creído. Su aire es el de una indudable coqueta, su talle bastante basto, su belleza muy mediana y su ingenio de lo más vulgar. No creáis, padre mío, que lo digo para apartaros de ella, pues, madrastra por madrastra, tanto se me da ésta como otra.
HARPAGÓN. Sin embargo, hace poco le decías...
CLEANTO. Le he dicho unas cuantas galanterías en vuestro nombre; mas era por agradaros.
HARPAGÓN. ¿No sientes, entonces, inclinación hacia ella?
CLEANTO. ¿Yo? En absoluto.
HARPAGÓN. Eso me disgusta, pues echa por tierra una idea que se me había ocurrido. Contemplándola así, he reflexionado sobre mi edad, y he pensado que podrían murmurar viendo que me casaba con tan juvenil persona. Esta consideración me ha hecho renunciar a tal propósito, y como la he hecho pedir y estoy comprometido de palabra con ella, te la hubiera cedido, de no haber confesado tú esa aversión.
CLEANTO. ¿A mí?
HARPAGÓN. A ti.
CLEANTO. ¿En matrimonio?
HARPAGÓN. En matrimonio.
CLEANTO. Escuchad. Verdad es que no resulta muy de mi gusto; mas, por complaceros, padre mío, estoy decidido a casarme con ella, si queréis.
HARPAGÓN. Yo soy más razonable de lo que crees. No pienso en modo alguno forzar tu inclinación.
CLEANTO. Perdonadme; haré ese esfuerzo por afecto a vos.
HARPAGÓN. No, no. Un matrimonio no puede ser feliz si no existe inclinación.
CLEANTO. Esa es una cosa, padre mío, que tal vez venga después; y, según dicen, el amor es, con frecuencia, fruto del matrimonio.
HARPAGÓN. No. Por el lado del hombre, no debe correr riesgo el negocio; y hay consecuencias enojosas, a las que no quiero exponerme. Si hubieras sentido alguna inclinación hacia ella, enhorabuena te habrías casado en mi lugar; mas, no siendo así, seguiré mi primer propósito, y seré yo quien me case con ella.
CLEANTO. Pues bien, padre mío; ya que las cosas se ponen así, es preciso descubriros mi corazón y revelaros nuestro secreto. La verdad es que la amo desde el día en que la vi en un paseo; que mi deseo era, hace poco, pedírosla por esposa, y que tan sólo me ha contenido la declaración de vuestros sentimientos y el temor a enojaros.
HARPAGÓN. ¿La habéis ido a visitar?
CLEANTO. Sí, padre mío.
HARPAGÓN. ¿Muchas veces?
CLEANTO. Bastantes para el tiempo transcurrido.
HARPAGÓN. ¿Os ha recibido bien?
CLEANTO. Muy bien; mas sin saber quién era yo, y esto es lo que ha producido, hace un momento, esa sorpresa a Mariana.
HARPAGÓN. ¿Le habéis declarado vuestra pasión y el deseo que sentíais de casaros con ella?
CLEANTO.
...