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Ricardo III - Escena II , Acto I


Enviado por   •  27 de Junio de 2016  •  Tareas  •  816 Palabras (4 Páginas)  •  385 Visitas

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Ricardo III - Escena II , Acto I

Entra el cadáver del Rey Enrique VI, llevado en un ataúd abierto, caballeros con alabardas, escoltándolo, y Lady Ana, en lamentaciones.

Ana:

¡Pobre figura de un sagrado rey, tan fría como una llave! Séame lícito invocar a tu espíritu para que oiga los lamentos de la pobre Ana, esposa de tu Eduardo, tu hijo asesinado, apuñalado por la misma mano que hizo estas heridas! ¡Ah, maldita sea la mano de quien hizo estos agujeros! ¡Maldita la sangre de quien tuvo corazón de hacernos miserables con tu muerte! Si alguna vez tiene hijo, ¡que sea un aborto, monstruoso y salido a luz a destiempo, que sufra más con su muerte que yo con la de mi joven señor y la tuya!

Gloucester:

Dejad los sufrimientos, mi bella señora.

Ana:

¡Fuera, horrendo ministro del infierno!

Gloucester:

Dulce santa, por caridad, no seas tan maldiciente.

Ana:

¡Sucio demonio, vete de aquí y no nos molestes! ¡Ah, caballeros las heridas de Enrique muerto abren sus bocas cuajadas y vuelven a sangrar! Vil deforme es tu presencia la que hace salir esa sangre de venas frías y vacías ¡Dios deje muerte con un rayo al asesino, y que la tierra abra su boca y se lo trague vivo!

Gloucester:

Señora, desconoces las reglas de la caridad.

Ana:

Villano, tú no las conoces.

Gloucester:

Permitidme disculparme con detalle de mis supuestas maldades.

Ana:

Yo os maldigo por esas conocidas maldades.

Gloucester:

¿Y si yo no les hubiera matado?

Ana:

Bueno, no estarían muertos, pero lo están, y por ti, esclavo diabólico.  Te provocó tu ánimo sanguinario, ¿no mataste tú a este Rey?

Gloucester:

Os lo concedo.

Ana:

¿Me lo concedes, erizo? Entonces, ¡que Dios me conceda también que seas condenado por esa maldad, que no sirves para otro sitio sino para el infierno!

Gloucester:

Sí, para otro sitio, si me dejas nombrarlo.

Ana:

Algún calabozo.

Gloucester:

Tu alcoba.

Ana:

¡Mal descanso haya en el cuarto en el que te acuestes!

Gloucester:

Así será, señora, hasta que te acuestes conmigo.

Ana:

Así lo espero.

Gloucester:

Lo sé. Pero, ilustre lady Ana, ¿no es el causante de las prematuras muertes de esos Plantagenet, Enrique y Eduardo, tan culpable como el ejecutor?

Ana:

Tú fuiste la causa y el más maldito ejecutor.

Gloucester:

Tu belleza fue la causa de ese efecto.

Ana:

Si así fue estas uñas desgarrarán esa belleza de mis mejillas.

Gloucester:

No injuriéis tu belleza, hermosa criatura: tú que eres mi día, mi vida.

Ana:

Querría serlo para vengarme del que mató a mi marido.

Gloucester:

El que te privó de tu marido, señora, lo hizo para ayudarte a tener mejor marido, pues vive alguien que te quiere mejor de lo que él sabría.

Ana:

¿Dónde está?

Gloucester:

Aquí. (Ella lo escupe) ¿Me escupes?

Ana:

¡Ojalá mi saliva fuera veneno mortal para ti!

Gloucester:

Nunca salió veneno de tan dulce hogar.

Ana:

¡Quítate de mi vista! Enfermas mis ojos.

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