El hombre: buscador de sentido.
parullinEnsayo25 de Abril de 2016
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El hombre: buscador de sentido.
Francisco Estades Parulla
Las situaciones adversas vividas y experimentadas a lo largo de la vida, ponen en jaque la credibilidad del sentido de la vida en un ser humano. Se cuestiona principalmente lo que el destino depara, si es que existe tal destino ya que hay personas que no creen en este y dan razón a la teoría de que las cosas pasan porque pasaron y nada más. Son esos momentos en donde resalta y se expone la fe de la persona. No de la fe hacia un Dios necesariamente, si no que una fe hacia lo que la vida le espera, sea esto delegado por un Dios. He ahí donde recae la libertad de elección del ser humano. El libre albedrío entregado a este, demuestra su fruto en decidir entre sucumbir o no ante estas presiones que atormentan el día a día del ser humano. Esto define si el ser cree o no en que la vida aguarda con múltiples destinos y caminos o que un Dios le tiene algo servido.
En mi opinión, existen ambas formas de vivir y conviven de manera armoniosa. Existe el destino independiente y de forma paralela, existe lo que su Dios le depara. Estos dos juntos conforman lo que la vida nos espera. Sin embargo, existen personas que dudan de esta teoría y promulgan que la vida espera de uno mismo, y es el ser humano quien crea su propia historia para la vida. Escritores y literarios han lidiado con esta dualidad desde tiempos inmemorables, lucha que ha dado como resultado grandes obras literarias reconocidas hasta los días de hoy. Estas nos presentan dos polos acerca de lo que se debe o no esperar de la vida, ya sea con una razón teológica, sentimental, nacionalista, entre otras. Estos textos tienen un grado de complejidad pero son, básicamente, una guía a que el ser se conozca a si mismo.
El hombre buscador de sentido será aquel que no tiene la permanente sensación de que la vida no tiene sentido, si no que cree que puede haber más que eso. Esta sed, lamentablemente puede jugar en contra del ser pensante. Puede esta derivar a profundas confusiones, angustias y sentimientos de impotencia al ser. Es por esto que se debe tener cautela en decidir qué preguntas realizarse y qué preguntas no cuestionarse. Intrínsecamente, el hombre desea siempre más. Nunca se siente saciado por lo que recibe y es ahí donde pueden ocurrir los mayores desencantos con esta vida tan hermosa que nos espera la vida. Esta discusión se llevará a cabo en mayor profundidad a medida en que se avanza en el escrito.
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Este ensayo será el intento de equilibrar ambas creencias basado en textos de varios escritores, contemporáneos o no, que han decidido encarnar esta lucha como propia. Textos como el de Frankl y el de Martin Luther King, fueron de vital importancia en la formación de mi opinión acerca de lo que se espera de la vida y su conexión con las creencias religiosas personales. Por otro lado, el texto de Sócrates será utilizado en el escrito como un acompañamiento del pensamiento que se ha llevado a cabo durante siglos en la humanidad. El escrito se dividirá en dos partes. En la primera parte, se relacionará el texto de Sócrates con el de Frankl y sus nexos con el sentido de la vida. Para comenzar en esta primera parte, se realizará una autocrítica a la manera en que el ser humano percibe lo que la vida le entrega presionado por sus situaciones pasadas o actuales. Luego, se proseguirá con entregarle el sentido a la vida de manera natural. En último lugar, se concluirá la primera parte con el mensaje que emite la esperanza con relación al sentido de la vida de un ser humano. Por consiguiente, en el segundo apartado, se entregarán testimonios literales sobre el sentido de la vida y se realizará un símil con la vida actual que llevan los seres pensantes contemporáneos.
En el inicio del escrito se habló de situaciones adversas por las cuales el hombre pasa en su diario vivir que hacen dudar de su sentido en la vida. Estas situaciones pueden ser pequeños percances en en camino de la Universidad a la casa, como por ejemplo que haya un problema en el sistema de transporte público y el transcurso se demore el doble de lo normal, o de tamaños importantes, como el de estar como prisionero de un campo de concentración alemán famoso llamado Auschwitz, en plena Segunda Guerra Mundial. En el primer caso, el pasajero del transporte público por la demora puede que culpe al chofer de la máquina, a la empresa transportista, al gobierno hasta. Pero dentro de esa queja, buscará contener el impulso de pensar libremente si la vida tiene sentido bajo aquella circunstancia. Por otro lado, cuando el prisionero del campo de concentración ha pasado ya unos pares de años realizando trabajos forzosos a la intemperie, recibiendo cerca de 300 calorías por día en una ración diminuta de sopa aguada y durmiendo con otros 8 compañeros de literas, soportando fuertes agresiones tanto físicas como psicológicas de manera fortuita, es ahí donde el cuestionamiento del sentido de la vida ataca hasta al hombre más precavido y esperanzador. Esta lucha es la que detalla Viktor Frankl en su texto “El hombre en busca de sentido” como un prisionero en plena Segunda Guerra Mundial. Resumidamente, el texto trata de relatar lo que ocurre dentro de la cabeza de un prisionero con lujo detalle, favorecido por su profesión, un psicólogo austríaco. Frankl define su texto con una pregunta al parecer sencilla: “Cómo incidía la vida diaria de un campo de concentración en la mente del prisionero medio?”
Basta con imaginar la difícil situación en la que se encontraban los prisioneros como para comenzar a cuestionarse el verdadero sentido de la vida. Cómo iba a ser posible encontrarle sentido a la vida sin tener siquiera una chispa de esperanza de salir vivos de esas alambradas praderas? Los prisioneros tenían la leve ilusión de ser indultados o liberados en los primeros meses, pero luego la realidad los abatió mostrando que ahí era el final de su camino por esta Tierra. Luego de sucumbir ante el decreto de su final, lo único que los aferraba a esta realidad era la simple curiosidad. La curiosidad que sentían ellos, es la misma que sienten los seres pensantes de hoy en día. La curiosidad de lo que viene más allá, lo que viene después de ser enterrados bajo un metro de tierra, después de las puertas doradas de San Pedro. Hay quienes creen que esa curiosidad alimenta el sentido que alguien le puede otorgar a la vida y personalmente, y les otorgo la razón. No cabe duda que al jugar con esa curiosidad, el ser se transforma en un juguete del destino. Se deja manipular como un muñeco. Se transformaba así en un cuerpo sin alma en medio de un convoy lleno de cuerpos como el último. Según dice Frankl “ (…) la lista era lo único importante. Los hombres solo contaban por su número de prisionero. Uno se convertía literalmente en un número: si estuviera vivo o muerto no importaba“ y claro está que con esa frase, esperanzas son lo que menos queda a esas alturas. La deshumanización presente en esta circunstancia es de tamaños apoteósicos. No había una identidad que los remarcaba. Su pasado también se les fue extirpado como un simple insecto en la ropa. Es por esto que muchos alteraban lo que eran verdaderamente en los exteriores del campo de concentración, en medio de la nada.
Acatar el destino que la vida le depara pasa a ser una decisión pura de libertad del ser en cuestión. Si bien este no es siempre el esperado, este formará de todas maneras un pedazo del sentido que se le está buscando a la vida. “El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, la forma en que carga con su cruz, le da muchas oportunidades —incluso bajo las circunstancias más difíciles— para añadir a su vida un sentido más profundo”. Los prisioneros del campo de concentración no tenían otra opción. Quizás algunos consideren que la opción del suicidio en ese entonces era algo lógico, algo que se traspasaba de cabeza a cabeza, pero personalmente no creo que sea algo que la vida nos espera, si no lo que la vida de otras personas espera de nosotros. Si bien suena ilógico, más ilógico aún sería que nuestra propia vida decida terminarse a ella misma.
Existe un dicho popular que ha traspasado de generaciones en generaciones y no es por su belleza literal, si no porque sigue siendo verídico hasta en los días de hoy: la esperanza es lo último que se pierde. Aunque la situación amerite desistir, la esperanza será lo último que uno ve, lo último a lo cual uno se aferra con tanta convicción, lo último que da un sentido real y natural a la vida del ser humano.
Justamente a las generaciones pasadas es donde se dirigirá este escrito en este apartado del escrito. Sócrates, renombrado y aclamado escritor, filósofo y ser pensante en los siglos griegos de oro se está defendiendo en frente de un tribunal. Platón es quien nos relata lo que Sócrates quiere decir en su defensa en el texto leído. Según Sócrates, este está siendo culpado de forma ilegítima en contra de su actuar ciudadano. El tribunal condena a Sócrates por intentar reclutar a jóvenes con sus palabras acerca de lo que realmente es el sentido de la vida y dando consejos sobre cómo actuar en la vida mundana. Dicen sus opositores que se entromete a cosas que no se le incumben o que no son de su especialidad fomentando así también otras creencias. Esto está considerado como un error de tamaño garrafal para el tribunal quien lo castiga con la pena de muerte.
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