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Ellos hablan


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2019  •  Ensayos  •  1.367 Palabras (6 Páginas)  •  174 Visitas

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO

FACULTAD DE QUÍMICA

RELACIONES HUMANAS

REPORTE DE LECTURA

ELABORÓ: ERIVAN VILLASANA GARRO

ELLOS HABLAN

¿QUÉ APRENDÍ?

Lydia Cacho deja al desnudo la crudeza del machismo a través de íntimos testimonios de hombres que se han criado bajo el violento brazo de un macho. Al leer sus experiencias, me resulta inevitable hacer un recuento personal de mis propias vivencias al respecto y entender así el enorme alcance del paradigma que hemos seguido los hombres durante generaciones. Aunque recorriendo las páginas se puede percibir la angustia y el miedo a la dura opresión de un hombre incapaz de controlarse, la realidad es que es un comportamiento completamente normalizado a lo largo de muchos años. Tal parece que a pesar de que nuestra especie haya sido dotada con el raciocinio y la consciencia, ha sido imposible escapar de los vestigios de nuestros comportamientos mamíferos más primitivos. Podemos observar en otras especies como la jerarquía se va consiguiendo con la fuerza bruta y la violencia. Los más agresivos y poderosos machos son quienes disfrutan de la posición privilegiada de escoger el mejor alimento y gozan una posibilidad significativamente mayor de segregar sus genes. Cada vez que he cavilado al respecto, pienso que nuestros ancestros se manejaban de esta misma forma y que nunca se interrumpió la herencia de este comportamiento, ni siquiera cuando la inteligencia desplazó a la fortaleza física como principal ventaja evolutiva. Eventualmente, este funesto paradigma permeó de alguna forma en uno de los pilares de la civilización: la religión. Haciendo este análisis en torno a nuestra sociedad occidental que es regida desde hace milenios por la religión judeo-cristiana, debo decir que entiendo a dicha religión como la plataforma que sostiene el patriarcado y el artífice que ha perpetuado el machismo a lo largo de nuestra historia. En los libros “sagrados” se pretende normalizar el comportamiento humano, infinitamente diverso por naturaleza, en función del género con el que se nace. Así se establecen los roles de género que dan lugar a un sistema donde el hombre es superior a la mujer y por lo tanto es el líder de las esferas sociales. Este hombre en últimas consecuencias es el padre de los hombres a quienes nos introduce Lydia, también el hombre que fue mi padre, mi abuelo y mis ancestros. Este rol de ser hombre se impone completamente inflexible, absoluto. Para llamarse hombre no basta ostentar un cromosoma “Y” en tu genoma. Es necesario deshacerse de emociones humanas como el miedo y la compasión. Se requiere renunciar a la empatía por nuestros semejantes porque se entiende como señal de debilidad. Es necesario también ser esclavo de tus instintos sexuales y asimilar a las mujeres como objetos para satisfacer estos instintos. Es necesario someter para no ser sometido, porque entre hombres sólo hay de 2 tipos: los chingones y los chingados. Para someter se practican todas las formas de humillación y principalmente la violencia física. Es un asunto del que no puedes escapar, pues si lo haces nunca serás un verdadero hombre, serás un rajado, un marica, o el peor de los insultos, serás una mujercita. Aquellos hombres que reniegan este paradigma son desterrados y odiados por el resto. Por ejemplo, los hombres homosexuales, quienes incumplen con el requisito básico de ser un depredador sexual de mujeres, son odiados y discriminados de una forma mucho más agresiva que las mujeres homosexuales.  Así construye el patriarcado a sus hombres. Despojándolos de su humanidad y orillándolos a comportarse como primates que se lanzan caca unos a otros, haciéndoles creer que es su naturaleza ser así de brutales. Incapaces de controlarse, van reproduciendo este comportamiento milenario que a su paso va dejando maltrato, humillaciones y todas las formas de violencia en contra de su propia familia, tal y como nos lo comparten Ignacio, Claudio, Gerardo, Ismael, Juan y todos los hombres entrevistados por Lydia Cacho.  

¿QUÉ SABÍA?

Sabía que el 95% de los asesinatos en el mundo son cometidos por hombres, que cada 15 segundos es violada una mujer o niña y que 1 de cada 3 mujeres viven violencia con su pareja. Es decir, sabía que el machismo es lo más normal, lo cotidiano, el común denominador. Lo había vivido en carne propia toda mi vida, ya que mucho de mi no encaja con el estereotipo de hombre. Sin embargo, crecí siendo condicionado como todos. Me enseñaron a no llorar, a no mostrar debilidad, a someter a mi entorno, a luchar continuamente para demostrar mi hombría, a considerar a las mujeres como objetos sexuales, a imponer mi voluntad y mis intereses. Si bien mi padre no alcanza los niveles de violencia que se plasman en los testimonios del libro, si conserva la mayor parte de la estructura de un macho. Del mismo modo que los hombres antes de nosotros, considera a hombres y mujeres esencialmente diferentes y destinados a cumplir con su rol: las mujeres el hogar y los hombres el sustento; el hombre la cabeza del hogar y la mujer su fiel sumisa; el hombre brinda la protección y la mujer brinda el amor. Aunque estas ideas fueron implantadas en mi crianza, en lo personal me las comenzaba a cuestionar cada vez más conforme crecía mi consciencia. Me comencé a dar cuenta de que muchas personas no encajaban el este constructo de género. Empezando por mi madre, una mujer con un carácter muy dominante. Se suponía que mi madre debía someterse a mi padre, pero nunca fue así. Seguramente el hecho de que mi padre no se impusiera a ella con golpes le permitió a mi madre escapar de esta ley. Con el paso del tiempo podía observar a mi alrededor muchas más personas que simplemente no entraban en la categoría típica de hombre/mujer. Comencé a observar el dinamismo y la inconmensurable diversidad de la especie humana, lo que me permitió definir mi postura de rechazo a los estereotipos de género malsanos. Este tema comenzó a rondar en mi cabeza desde joven y en los años de plena conciencia de la problemática he tratado de reconstruir mi masculinidad. Creo firmemente que los hombres somos seres sensibles y empáticos, que somo vulnerables a miedos y derrotas, que somos seres que podemos hacer de nuestro entorno un lugar más pacífico y armonioso, que las mujeres son nuestros semejantes con la misma diversidad y capacidades que nosotros. Estoy convencido que sólo requiere del cromosoma “Y” para ser hombre verdadero.  Después, para ser un ser humano se requiere de la sensibilidad y la empatía que el patriarcado trata de arrebatarnos. En pleno S.XXI, donde la tecnología ha derrumbado las barreras de la comunicación y donde la consciencia humana a alcanzado nuevas fronteras, los estereotipos de género y el machismo ya no tienen lugar. Las mujeres, principales afectadas de esta situación, se han organizado desde hace ya varias décadas para derrumbar esta profunda problemática. El feminismo ha tenido que protagonizar la lucha por un cambio que, con mucha sangre y estoica pelea, ha rendido sus frutos.

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