ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Ensayo Sobre Las Costumbres


Enviado por   •  20 de Enero de 2014  •  5.345 Palabras (22 Páginas)  •  277 Visitas

Página 1 de 22

lmmanuel Kant

Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza

La simplicidad y austeridad de la naturaleza sólo exigen del hombre y producen en él conceptos comunes y una honradez vulgar; la coacción artificial y la exuberancia del estado civil son criadero de guasones y embaucadores, pero también, ocasionalmente, de chiflados y estafadores, y originan una apariencia de sabiduría o de honestidad que puede prescindir tanto del entendimiento como de la integridad, con tal que sea suficientemente tupido el velo que los buenos modales extiendan sobre las lacras secretas del corazón o de la cabeza. A medida que aumenta el artificio, la razón y la virtud se convierten en consigna general, de tal modo, sin embargo, que el ardor en hablar de ellas puede quizá dispensar a las personas instruidas y bien educadas de la carga de poseerlas. La general estimación de que gozan esas dos ensalzadas cualidades presenta, no obstante, una diferencia notable: todo el mundo manifiesta tener mucho más celo por las ventajas del entendimiento que por las buenas disposiciones de la voluntad y, puestos a elegir entre ser un tonto o un bellaco, nadie duda un momento en inclinarse por las ventajas de lo segundo; lo cual es, ciertamente, muy comprensible, pues si todo depende de la habilidad, será imprescindible la astucia sutil, mientras que la honradez, en esas condiciones, no será más que un obstáculo.

Vivo rodeado de ciudadanos doctos y decorosos, es decir, de gentes expertas en parecerlo; y me halaga que sean tan razonables como para suponer que estoy lo bastante dotado de esas prendas para guardarme muy mucho de perturbar la actividad pública con chismes ancestrales en caso de que tuviera en mi poder los más eficaces fármacos para suprimir de raíz las enfermedades de la cabeza y del corazón. Máxime, siendo consciente de que la cura del entendimiento y del corazón que la moda prefiere está progresando en la forma deseada y que, especialmente, los médicos del primero, llamados lógicos, están dando cumplida satisfacción a las demandas generales desde el momento en que hicieron este importante descubrimiento: que la cabeza humana en realidad es un tambor que sólo suena porque está vacío.

Por consiguiente, nada me parece mejor que imitar el método de los médicos, los cuales creen haber hecho un gran servicio al paciente dando un nombre a su enfermedad; así que voy a esbozar un breve catálogo de las lacras de la cabeza, desde su parálisis en la imbecilidad hasta su arrebatamiento en el frenesí. Mas, para llegar a conocer la manifestación gradual de estas repulsivas enfermedades, creo necesario explicar antes sus grados más benignos, desde la estupidez hasta la chifladura, pues estas particularidades son mejor aceptadas en las relaciones sociales y, sin embargo, conducen a las otras.

(156) 342 lmmanuel Kant

SALUD MENTAL Y CULTURA

El torpe carece de ingenio, el estúpido carece de entendimiento. La rapidez para entender algo y recordarlo, al igual que la facilidad para expresarlo adecuadamente, dependen en gran medida del ingenio; por eso, alguien puede no ser estúpido y, al mismo tiempo, ser muy torpe, en la medida en que le cuesta que algo le entre en la cabeza, aunque luego pueda hacerse cargo de ello con gran madurez de juicio. La dificultad de expresión nada demuestra menos que incapacidad intelectual, sino sólo que el ingenio no presta la ayuda necesaria para, entre una variedad de signos, vestir el pensamiento precisamente con aquellos que mejor le cuadran. El famoso jesuita Clavius fue expulsado de las Escuelas por ineptitud (pues, según la prueba de inteligencia de Orbilio, para nada sirve un muchacho que no sepa hacer versos ni ripios); más tarde, se encontró por casualidad con las matemáticas y entonces cambiaron las tornas, resultando ser sus antiguos maestros los torpes. El juicio práctico acerca de las cosas, como es el que necesitan los campesinos, los artistas o los marineros, difiere mucho del que emitimos en lo tocante a las relaciones humanas. Este último no consiste tanto en entendimiento cuanto en astucia, y la agradable carencia de esta aptitud tan ensalzada se llama simpleza. Si la causa de ésta radica sólo en la debilidad de Juicio, diremos que tal persona es un alma cándida, un pánfilo, etc. Como, en la sociedad civil, las intrigas y malas artes se convierten poco a poco en normas usuales, que enmarañan enormemente el juego de las acciones humanas, nada tiene de extraño que un hombre sensato y cabal, ya sea porque desprecie demasiado todas esas artimañas para enredarse en ellas o porque su corazón sincero y bondadoso no pueda plegarse a aceptar un concepto tan odioso de la naturaleza humana, esté condenado a caer siempre en las trampas de los embaucadores y a darles abundantes motivos de risa. Así es como la expresión 'un buen hombre' termina significando, no ya en sentido metafórico sino recto, 'pánfilo' o, llegado el caso, incluso gili...; y es que en el lenguaje de los bellacos sólo es sensato el que piensa que los demás en nada son mejores que él, es decir, que son unos embaucadores.

Los impulsos de la naturaleza humana que, cuando son muy intensos, se denominan pasiones, son las fuerzas motrices de la voluntad; el entendimiento sólo alcanza a estimar, a partir de las finalidades propuestas, la suma total de la satisfacción de todas las inclinaciones, así como a averiguar los medios para alcanzarlas. Pero cuando una pasión es particularmente fuerte, poca ayuda puede prestar frente a ella la capacidad intelectual, pues una persona hechizada puede ver con toda claridad las razones en contra de su dilecta inclinación, pero se siente incapaz de activarlas eficazmente. Cuando dicha inclinación es en sí buena y esa persona es en general razonable, sólo que la preponderancia de esa propensión le impide ver las malas consecuencias, este estado de la razón encadenada es la necedad. El necio puede tener mucho entendimiento, incluso al enjuiciar las acciones en las que se comporta neciamente; es más, ha de tener incluso un entendimiento

Sobre las enfermedades de la cabeza 343 (157)

SALUD MENTAL Y CULTURA

notable, y un buen corazón, para merecer que a sus desórdenes se les aplique esa denominación atenuada. El necio puede dar, llegado el caso, excelentes consejos a los demás, aunque sus consejos sean ineficaces en lo que a él le afecta. Sólo la desgracia y la edad le hacen prudente, pero a menudo éstas sólo hacen que una insensatez pase a segundo plano para dejar sitio a otra. Desde siempre, la pasión enamorada o la ambición desmedida han tornado necia a mucha gente razonable. Por una muchacha, el terrible Alcides se ve obligado a tirar

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (32.3 Kb)  
Leer 21 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com