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Ensayo Utopia


Enviado por   •  20 de Abril de 2013  •  3.157 Palabras (13 Páginas)  •  512 Visitas

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Preámbulo

Antes de iniciar con el ensayo de la obra de utopía de Tomás Moro , me permitiré especificar que se trata de una magistral y absorbente a la hora de la lectura, pues el lector se siente envuelto en ella.

Por tal razón durante el resto de mi ensayo me permitiré ocasionalmente hablar como observador directo de la “isla”.

Descripción de la isla

La isla de los Utopianos tiene en su parte central, una extensión de doscientas millas. Esta anchura se mantiene casi a lo largo de toda ella, y se va estrechando poco a poco hacia sus extremos. Estos se cierran formando un arco de quinientas millas, dando a toda la isla el aspecto de luna creciente. El mar se adentra por entre los cuernos de ésta; casi todo su literal es como un solo y ancho puerto accesible a los navios en todas las direcciones.

La entrada a la bahía es peligrosa, tanto por los bajíos como por los arrecifes. Una gran roca, emerge en el centro de la bocana, que por su visibilidad no la hace peligrosa. Sobre ella se levanta una fortaleza defendida por una guarnición. Los otros arrecifes son peligrosos, pues se ocultan bajos las aguas. Sólo los utopianos conocen los pasos navegables, esto les permite ser impenetrables.

Se dice que la isla anteriormente se llamaba Abraxa, y fue Utopo, quien se apoderó de ella y le dio su nombre. Llevó a este pueblo tan inculto y salvaje a ese grado de civilización y cultura que le pone por encima de casi todos los demás pueblos. Conseguida la victoria, hizo cortar un istmo de quince millas que unía la isla al continente. Con ello logró que el mar rodease totalmente la tierra.

La isla cuenta con cincuenta y cuatro grandes y magnifícas ciudades. Todas ellas tienen la misma lengua, idénticas costumbres, instituciones y leyes. Cada año se reúnen en Amaurota tres ciudadanos de cada ciudad, ancianos y experimentados para tratar los problemas de la isla. Esta ciudad es considerada como la principal.

Cada ciudad tiene asignados terrenos cultivables, por ello ninguna tiene ansias de extendeer sus territorios. Los habitantes se consideran más agricultores que propietarios. En medio de los campos hay casas muy cómodas y perfectamente equipadas de aperos de labranza. Son habitadas por ciudadanos que vienen en turnos a residir en ellas.

Todos los años veinte agricultores de cada familia vuelven a la ciudad, después de haber residido dos arios en el camp. Son reemplazados por otros veinte individuos. Estos son instruidos juntamente con los que llevan todavía un año. Los campesinos cultivan la tierra, crían ganado, labran la madera, y la transportan a la ciudad unas veces por tierra y otras por mar. Han inventado un sistema sumamente ingenioso para producir pollos en cantidad.

Toda la labor de labranza y transporte recae sobre los bueyes. Según los utopianos, el buey no tiene la fogosidad del caballo, pero le vence en paciencia y en fuerza. Los cereales sólo los emplean para hacer pan. Beben vino de uva, de manzana o de pera; y agua unas veces sola, y otras hervida con miel.

Quien conoce una ciudad, las conoce todas. ¡tan parecidas son entre si!. El trazado de calles y plazas responde al tráfico y a la protección contra el viento. Los edificios son elegantes y limpios, en forma de terraza, y están situados frente a frente a lo largo de toda la calle. Las fachadas de las casas están separadas por una calzada de veinte pies de ancho. En su parte trasera hay un amplio huerto o jardín tan ancho como la misma calzada, y rodeado por la parte trasera de las demás manzanas. Cada casa tiene una puerta principal que da a la calle, y otra trasera que da al jardín. Nada se considera de propiedad privada. Las mismas casas se cambian cada diez años, después de echarlas a suertes.

LOS MAGISTRADOS

Todos los años, cada grupo de treinta familias elige su juez, llamado Sifogrante en la primitiva lengua del país, y Filarca en la moderna. Cada diez sifograntes y sus correspondientes trescientas familias, están presididos por un protofilarca, antiguamente llamado Traniboro. Finalmente, los doscientos sifograntes, después de haber jurado que elegirán a quien juzguen más apto, eligen en voto secreto y proclaman príncipe a uno de los cuatro ciudadanos nominados por el pueblo. La razón de esto es que la ciudad está dividida en cuatro distritos, cada uno de los cuales presenta su candidato al senado. Los tranoboros se somenten todos los años a la reelección, los demás magistrados son renovados todos los años.

Cada tres días, incluso con más frecuencia, dependiendo de las circunstancias, los traniboros, presididos por el príncipe, se reúnen en consejo. La ley establece que las mociones o problemas de interés general sean discutidos en el senado tres días antes de ser ratificados o decretados. Por otra parte, se considera como un crimen capital, tomar decisiones sobre los intereses de interés público fuera del senado o al margen de las asambleas locales.

LAS ARTES Y LOS OFICIOS

La actividad común de todos es la agricultura, que forma parte de la educación del niño desde su infancia. Además, cada uno es iniciado en un oficio o profesión como algo personal. Los vestidos tienen la misma forma para todos los habitantes de la isla. Están cortados sobre un mismo patrón, que no cambia nunca. Las únicas diferencias son las que distinguen al hombre de la mujer. En general, casi todos los niños son educados en la profesión de sus padres. Pero si alguien se siente atraído hacia otro oficio, es encomendado a otra familia. Del mismo modo, si alguien especializado en un oficio, quiere aprender otro, se le permite hacerlo en idénticas condiciones.

La principal, por no decir única, misión de los sifograntes, es velar para que nadie se entregue a la ociosidad y a la pereza. Estos dividen en veinticuatro horas iguales el día, incluyendo también la noche. De ellas solamente dedican al trabajo seis horas, distribuidas así: Tres horas, antes del mediodía, y a continuación almuerzan. Terminado el almuerzo dedican dos horas al descanso o siesta. A continuación trabajan otras tres horas, para terminar con la cena. El tiempo que les queda entre el trabajo, la comida y el descanso se deja al libre albitrio de cada uno. Después de cenar pasan una hora de recreo, durante el verano en el jardín, y en las salas de los comedores públicos durante el invierno. Allí se entregan a la música o se entretienen charlando.

Privilegio de exención gozan los destinados al estudio de las ciencias y de las letras. El pueblo, asesorado por la recomendación de los sacerdotes y por los votos secretos de los sifograntes les

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