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Ensayo sobre la objetividad del pensamiento


Enviado por   •  26 de Febrero de 2020  •  Ensayos  •  1.219 Palabras (5 Páginas)  •  102 Visitas

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Ensayo sobre la objetividad del pensamiento

Nacemos con grandes capacidades cognitivas y lingüísticas. Eso no se discute. La discusión surge cuando comenzamos a poner en funcionamiento dichas capacidades a medida que crecemos y aprendemos. El pensamiento es tan complejo y la conciencia tan misteriosa que es un infortunio no tener un manual exhaustivo acerca de la naturaleza y aplicación de ello. Sin embargo, y aunque suene paradójico, es una fortuna que la libertad impida la elaboración de un manual, pues de otra manera el libre albedrio estaría muy comprometido.

Ahora bien, la cuestión que intriga seriamente es en cuanto al conocer objetivamente, ya que todo conocimiento debe hallarse fundado en la razón y en la verdad. ¿Cómo llegamos a conocer? ¿Qué podemos llegar a conocer? ¿Cuánto podemos llegar a conocer? Son algunas interrogantes que acuden a nuestra mente de forma inmediata cuando pensamos acerca del conocimiento.

Particularmente, creo que la pregunta mas elemental que podemos llegar a formular respecto de las consideraciones anteriores es: ¿Cómo sabemos que sabemos? A lo largo de la historia de la filosofía, se han dado multiples y diversas explicaciones teoricas acerca de estas inquietudes intelectuales. Han sido distintas opticas y formas de ver el asunto pero aun no se presume que se haya encontrado la “llave de la sabiduría” que abra la puerta de estos misterios, racionalmente hablando. Hay tesis, antítesis y de ellas pueden derivar extensas síntesis pero nunca hemos estado seguros de haber encontrado esa “llave”.

Curiosamente, el hombre se inicio en la carrera del pensamiento, adoptando una actitud ingenua, esto es, creyendo que solo mediante la reflexión la verdad de las cosas saltaría a nuestras cabezas. No tenia conciencia sobre la oposición que el mismo pensamiento entrañaba y tenia frente así. En otras palabras, la ingenuidad de nuestro proceder racional involucraba la creencia de que el ser de los objetos se presentaría ante nuestra conciencia mediante la reflexión profunda.

Y pues, dado que ese tipo de fe llevaba a pensar que el pensamiento en cuanto tal se dirigía cual lanza arrojada por un brazo hercúleo y certero, hacia lo que los objetos son verdaderamente, los contenidos sensacionales se concebían como reproducciones de los contenidos racionales hasta que finalmente se obtenía lo contenidos puros de la verdad. Esa fe no ha cambiado. Y aun en el seno de la ciencia, la filosofía y la cotidianeidad de nuestras vidas, así se sigue creyendo.

Es por esta inconciencia de oposición intrínseca y extrínseca del pensamiento, que ello puede generar un filosofar de carácter especulativo. Con ese tipo de filosofar, en cierta medida, se revistió la metafísica, que es la sencilla óptica que posee el entendimiento de los objetos de la razón.

La metafísica siguió desarrollándose al tiempo que se desprendían de ella otros campos de estudio del pensamiento como ser la ontologia, la psicología racional, la cosmología y la teología natural, entre otras.

La metafísica, bautizada por Inmanuel Kant como la “reina de las ciencias”, llego a ser excesivamente dogmática ya que remarcaba que entre dos afirmaciones opuestas una debe poseer el carácter de verdad y la otra no. La simultaneidad no cabía en este escenario ni tampoco la relatividad sino un absolutismo implacable.

Por ejemplo, la pregunta inquietante sobre la finitud o infinitud de la tierra y el universo, la eternidad de Dios y la esencia de las cosas comenzaron a evaluarse a la luz de esa disciplina.

Como era de esperarse, muchas discrepancias se levantaron y tanto las tesis como las antítesis, presentaban argumentos plausibles y respetados. Fue entonces cuando la presuposición más fundamental que tenía la metafísica fue sacudida violentamente y con ello todo el edificio teórico en si. En su monumental obra Critica a la Razón Pura, Inmanuel Kant propone varios ejemplos antinómicos al respecto.

Uno de ellos que más ha intrigado a ateos y teístas, es el que concierne a Dios y a sus atributos. Difícilmente podrá sentarse una suficiente base racional para defender o refutar la existencia de Dios y la falta de contradicción en la interacción mutua de sus atributos. Simplemente, no se pueden demostrar racionalmente esas posturas. Sin embargo, aquí el problema no es la lógica subyacente en el proceso cognoscitivo de estas indagaciones sino el objeto de la indagación. Dios, siendo lo más trascendental que puede esbozarse en el pensamiento, no puede caber dentro de un orden lógico que se limita a estudiar las representaciones mentales de lo que inicialmente puede percibirse.

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