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FILOSOFÍA E HISTORIA DE LA CIENCIA

mayramurcia19 de Marzo de 2015

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FILOSOFIA E HISTORIA DE LA CIENCIA

Con sus más de ochenta años, la figura de Stephen Toulmin, filósofo de la ciencia, historiador, retórico y moralista se levanta trascendiendo estas burdas clasificaciones propias de las facultades universitarias, con las que tanto ha peleado. Así, los historiadores de la ciencia dicen de él que es buen filósofo, los filósofos que interesante retórico, los axiólogos que buen historiador, etc.,

Antecedentes

Stephen Toulmin nació en Londres en 1922 donde estudió su licenciatura en física y matemáticas en el King’s College. A los veinte años, y hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, trabajó en un laboratorio que investigaba sobre el radar, dependiente de la Royal Air Force. En relación con el positivismo, éste pretende establecer claramente la frontera entre ciencia y no ciencia a partir de tres criterios complementarios:

• un criterio empírico-experimental, es decir si algo no puede ser construido, formulado, o interpretado en términos de observaciones o mediciones, entonces no es considerado como científico, es metafísico

• un criterio de inferencia lógico-matemático que indica que si algo no puede ser reconstruido de manera deductiva no es racional, no es científico

Contra esta corriente filosófica, empírica en su contenido y lógica en su forma, Toulmin escribirá hasta hoy en día. En su tesis aborda el asunto de la elección entre teorías rivales considerando que la confiabilidad predictiva, la coherencia y la conveniencia son criterios suficientes para ello.

En 1949 empezó a dar clases sobre filosofía de la ciencia en la Universidad de Oxford. En 1953 publicó su segundo libro La fi losofía de la ciencia en el que su crítica al predominante formalismo filosófico descontextualizado y ahistórico fue ignorada.

En 1949 empezó a dar clases sobre filosofía de la ciencia en la Universidad de Oxford. En 1953 publicó su segundo libro La fi losofía de la ciencia en el que su crítica al predominante formalismo filosófico descontextualizado y ahistórico fue ignorada.

A lo largo de su vida ha recibido diversos reconocimientos académicos, entre los que destacan los de las universidades norteamericanas de Columbia, Northwestern, Stanford y Chicago, así como de europeas localizadas en Holanda, Austria y Suecia.

Cuando en 1971 publicó su tal vez más importante texto sobre filosofía de la ciencia La comprensión humana: el uso colectivo y la evolución de los conceptos identificó la tesis central de su pensamiento:

«Que en la ciencia y la filosofía por igual, la preocupación exclusiva por la sistematicidad lógica ha resultado destructiva para la comprensión histórica y la crítica racional.

En los últimos años su trabajo se ha centrado en la razón práctica particularmente en la medicina, pero también en otras disciplinas y en la evolución histórica de las humanidades, ejemplificada en el siglo xvi por Erasmo, Moro, Montaigne, Cervantes y Shakespeare. El contraste entre la particularidad concreta del humanismo del siglo xvi y la generalidad abstracta de las ciencias exactas del siglo xvii es fundamental en su análisis de la modernidad.

En el que probablemente será su último libro Return to reason, publicado en 2001 y reimpreso en 2003, Toulmin hace un recuento de algunas de sus ideas más importantes bajo el esquema de lo racional y lo razonable. Para él, durante el siglo xvi los argumentos razonables y bien sustentados, lo que se puede identificar como el conocimiento práctico, tenían tanta aceptación como las demostraciones matemáticas más rigurosas. Simplemente respondían a necesidades diferentes.

Por otro lado la razonabilidad caracterizada por su énfasis en las narrativas específicas, contextualizadas, éticas y temporales parece complementar a esta «parcial» y tan en boga racionalidad. De esta forma nuestras ambiciones de racionalidad absoluta quedarían comprometidas y mediadas por la incorporación de razonabilidades relativas, como se esquematiza en la figura 1. Así, el futuro queda abierto y las sociedades pueden construir escenarios sobre los distintos mundos posibles.

Sobre el futuro Toulmin indica que éste no pertenece, por ejemplo, ni al médico experto en bioquímica molecular, como tampoco al economista experto en el cálculo de las tasas de interés necesario para mantener el retorno de tal o cual inversión.

SOBRE LA ARGUMENTACIÓN

Con este punto de partida el contraataque de los filósofos académicos fue contundente y terminaron ignorándolo. Desde entonces el denominado «modelo de Toulmin» de argumentación ha sido motivo de una gran cantidad de artículos, libros y cursos. La importancia del lenguaje y la argumentación en la enseñanza de las ciencias fue manifiestamente reconocida hace más de una década (Lemke, 1990; Sutton, 1997; Jiménez-Aleixandre, 1998) y su papel protagónico en la enseñanza de las ciencias fue defendido por Driver

Una vez que para ella, pionera en la investigación sobre las «ideas previas» de los alumnos: «La actividad principal de los científicos es evaluar cuál de entre dos o más modelos rivales encajan con la evidencia disponible y por lo tanto cuál representa la explicación más convincente para determinado fenómeno en el mundo» (Driver, 1999, p. 296).

La práctica de la ciencia (Hodson, 1994) requiere de una argumentación racional. Lo anterior plantea un problema particularmente para aquellos docentes relacionados con la enseñanza de las ciencias. Ellos que eran los que tenían la exclusividad del saber, hoy la han perdido o la están perdiendo ante la explosión de más y mejor información que hay en libros, vídeos, museos, computadoras e Internet (Chamizo, 2000a).

Contra esta respuesta simple, que contraviene también la tradición del pensamiento científico, hay que enseñar a los alumnos a argumentar de manera competente, para ello hay que proporcionarles las herramientas y la práctica necesaria para que puedan hacerlo. Por ello hay que argumentar en las aulas.

Ya hay una enorme cantidad de evidencia aportada por la investigación educativa sobre las ideas previas de las personas y de las dificultades que hay que enfrentar para transformarlas (Ideas previas, 2002; Kind, 2004).

ARGUMENTOS

De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua un argumento es un razonamiento que se emplea para probar o demostrar una proposición, o bien para convencer a alguien de aquéllo que se afi rma o se niega.

De estas dos proposiciones se construye la deducción. Un ejemplo de silogismo clásico es: todas las sustancias están constituidas por átomos (primera proposición); el agua es una sustancia (segunda proposición); por consiguiente, el agua está constituida por átomos.

Por ejemplo el silogismo: todos los ácidos contienen oxígeno (proposición mayor), el ácido muriático (HCl) no contiene oxígeno (proposición menor); por consiguiente el ácido muriático no es un ácido… es para cualquier estudiante de química inaceptable. Por la anterior razón John Stuart Mill a mediados del siglo xviii consideró a los silogismos estériles y propugnó por la inducción, como la forma científica de conocer.

Sin embargo para Toulmin (2003), hay partes de los argumentos que son generales para todos los campos (y que son las que aquí revisaremos) y otras particulares a cada campo.

Cuando una persona hace una afirmación, y se compromete con lo que asevera su dicho, la seriedad con la que los demás tomen dicha aseveración dependerá de varios factores, por ejemplo su reputación, su edad, o sus títulos académicos, políticos o religiosos. Tomando en cuenta lo anterior Toulmin distingue entre la conclusión (C) del argumento y los hechos a los que apelamos como sustento de nuestra conclusión, los datos (D)

Ahora bien, la conclusión de un argumento puede ser cuestionada no sólo a partir de los datos que la apoyan sino, por ejemplo, sobre cómo se llegó, con esos datos, a tal conclusión. Estas afirmaciones suelen ser de la forma: «dados los datos D se puede aceptar que C». Toulmin llamará a estas reglas o principios, «garantías» (G). Toulmin simboliza con una flecha la relación que hay entre los datos (D) y la conclusión (C) que sustentan. Por otro lado, Toulmin indica la garantía (G) que apoya tal vínculo entre datos y conclusión, escribiéndola debajo de la flecha. Hay que hacer notar que en los argumentos se apela explícitamente a los datos para justificar una conclusión. A la garantía se apela implícitamente. Las garantías, además, son generales y certifican la validez de todos los argumentos de un mismo tipo y son establecidas de forma muy distinta a los hechos que usamos como datos para sustentar nuestras conclusiones.

La conclusión para Toulmin es la deducción del silogismo, mientras que los datos o la evidencia corresponden a la premisa menor y la garantía, a la premisa mayor.

En el modelo de Toulmin el uso de la palabra garantía indica que la validez de la proposición debe ser establecida para garantizar efectivamente la conclusión. La garantía al responder a la pregunta ¿cómo llegamos aquí? obliga a los estudiantes a reconocer y evidenciar la certeza de los datos que están utilizando para llegar a una conclusión.

Asimismo el uso de datos por Toulmin, en lugar de la aristotélica premisa menor, le indica a la persona que argumenta

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