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Filosofia


Enviado por   •  20 de Octubre de 2013  •  2.463 Palabras (10 Páginas)  •  243 Visitas

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Nº 1 ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA? (FI1 13-I)

INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA, Javier Sánchez-Collado Capítulo 1

Filosofía significa “amor a la sabiduría”. (…)

Seguramente hasta ahora no te has topado con ninguna asignatura a la que se te pide que le tengas cariño. Las matemáticas son matemáticas, no “amor a los números”; no existe la asignatura de “amor a la literatura”, sino simple y llanamente literatura. Y en química se estudia la tabla periódica (…).

Nos encontramos ahora con una disciplina que consiste en “amar la sabiduría”. Más bien promete ser lo contrario, y es posible que acabemos odiando a la dichosa sabiduría esa, y nos convirtamos en fobósofos, en lugar de filósofos. Al fin y al cabo, podemos decir, “yo quiero a quien me viene en gana y a lo que me da la gana. ¿Está claro?”.

Parece que no ha sido un buen comienzo. Vamos a intentarlo de otra forma.

¿Qué eso de la “Filosofía”? O por lo menos ¿qué es eso de “sabiduría”?, porque no parece fácil que pueda tener ningún aprecio a algo que no conozco en absoluto. ¿Ser filósofo es ser sabio? ¿Es conocer de memoria todas las respuestas que puedan hacer en cualquier concurso de televisión? (…) ¿No fallar nunca ninguna pregunta en ningún examen?

Basta de preguntas, y vamos a intentar dar alguna respuesta. Podríamos decir que la dichosa Filosofía de la que estamos hablando es algo así como un modo distinto de ver las cosas, una manera diferente de ver la realidad. No como algo normal, sino como algo asombroso, tan asombroso como el mundo de los cuentos, en el que todo es extraordinario y puede uno cruzarse con un conejo que va hablando (como en “Alicia en el país de las maravillas”) o con calabazas que se convierten en carrozas, o... O a lo mejor se descubre que es un mundo de magia, en el que las cosas son así pero podrían ser de otra forma, y no todo el mundo se da cuenta de ello (somos capaces de acostumbrarnos a cualquier cosa), y por eso existen los muggles y los magos (Harry Potter).

También cabe que haya quien descubra que a lo mejor las cosas no son tan maravillosas como estamos diciendo, sino que a lo mejor estamos en un mundo que es una trampa, en el que nos están engañando de alguna forma, tal y como descubre el protagonista de Matrix (que reproduce el problema que se plantea ya el Mito de la Caverna (Platón), La vida es sueño (Calderón de la Barca), Descartes y su “demiurgo maligno”, (…)

Pues bien, tanto unos como otros tienen en común que no se conforman con ver lo que todo el mundo ve, o con verlo como todo el mundo. Son capaces (desde Harry Potter hasta el fulano de Matrix) de “asombrarse” ante la realidad. Lo que para otros es normal, para ellos es asombroso, bien porque sea algo mágico o maravilloso, o bien porque no “se fían” sin más de lo que los demás se fían. “Pero eso sucede sólo en los cuentos o en las películas." Eso es lo que diría cualquier muggle, o cualquier “conectado a Matrix”.

En realidad, todos hemos tenido esta capacidad de asombro en nuestra infancia. Los niños miran todo con asombro, hasta su propio pie. Nada les parece rutinario o aburrido, al menos mientras son suficientemente pequeños. Todo es sorprendente para un niño: un perro, una cafetera, que las cosas se caigan al suelo, una luz... Por eso los niños viven en una continua interrogación (¿por qué esto?, ¿por qué lo otro?) que poco a poco van perdiendo, quizá debido a que siempre se les responde con un “porque sí”, que termina por aburrirles y hacerles creer que las cosas son así porque es de buena educación que sean así. En esa situación sólo resulta asombroso lo aparente

Pero no sólo los niños son capaces de asombrarse. Lo propio de los científicos, de los grandes sabios, es mirar con asombro lo que los demás ven y contemplan como lo más natural del mundo. La leyenda de Newton y la manzana es muy ilustrativa al respecto, pues a lo largo de la humanidad miles y miles de manzanas han golpeado a los incautos paseantes que se tumbaban al pie de sus árboles, pero a casi ninguno de ellos se le ocurrió asombrarse ante ese hecho. Pero mientras que la mayoría sólo fue capaz de obtener de ese golpe nada más que un chichón (y una manzana), Newton -según la leyenda- empezó a reflexionar sobre la gravitación universal. Pues bien, esta misma actitud, ese modo de ver las cosas con un asombro que nos lleva a preguntarnos su porqué es algo propio de los filósofos.

Es preciso hacer una aclaración importante: no es lo mismo el asombro (a veces también se llama admiración: “quedarse admirado o asombrado de algo”) que el estupor. El asombro es propio de los sabios, de los niños, de artistas, de los que no tienen una mirada rutinaria del mundo; el estupor es lo que define al estúpido. El estupor abunda y el asombro escasea, y hay que saber distinguirlos, pues uno y otro podrían parecer lo mismo a los ojos de muchos.

Ambos, el asombro y el estupor se producen ante algo que nos supera, que sentimos que se nos escapa de alguna forma. Cuando estamos asombrados de algo o ante algo nos preguntamos ¿cómo es posible que...? O ¿por qué...? Nos encantaría saber más de lo que estamos viendo, porque sabemos que hay más (como decíamos antes, lo mágico o misterioso que existe en las cosas) y vale la pena descubrirlo. Pero el estupor no tiene nada que ver con esto. El estupefacto se halla igualmente con algo que le supera, que siente que se le escapa; se encuentra boquiabierto ante una pizarra llena de números o de palabras que le resultan ininteligibles... pero no quiere saber nada de eso. Le supera y no le interesa: no hay quien lo entienda. Posiblemente todos hemos estado estupefactos alguna vez (tal vez muchas). Cuando decimos “eso no hay quien lo entienda”, con frecuencia lo que queremos decir es que hemos perdido todo interés o toda esperanza en llegar a entender eso que no entendemos. Nos volvemos sordos a cualquier explicación que nos puedan hacer. Estamos a veces estupefactos en alguna asignatura ante algún tema que no nos ha entrado bien. No nos preguntamos ¿cómo es posible eso?, sino algo así como “muy bien, no lo entiendo: dime qué tengo que poner en el examen, qué operación he de hacer, cuál es el truco...” Y ya está.

Quien está asombrado busca, tiene esperanzas y empeño por encontrar, aunque sea difícil (les lleva a saber más, aunque nunca acaben de saber del todo: de hecho cada vez están más convencidos de que saben menos, pues a medida que avanzan no paran de descubrir cosas asombrosas). El estupefacto no busca, carece de empeño o interés por encontrar y acaba refugiándose en las reglas

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