Filosofia

La evaluación en el ámbito educativo implica una gran responsabilidad para quien es encargado de realizarla, por la dificultad de certificar qué tanto dominio, calidad y desempeño en determinado aprendizaje demuestra un estudiante, considerando que el impacto de dicha evaluación no quedará en el alumno, en la escuela y en el aula, sino que ésta trascenderá a la sociedad, a una sociedad que demanda cada día a sus integrantes competencias de niveles cada día más altos.

Asegurarle a la sociedad del conocimiento una ciudadanía competente, demanda entonces, asegurar la calidad del conocimiento que se adquiere, pero lograrlo no es asunto fácil.

Los malos resultados que se muestran año con año en las evaluaciones en todos los niveles educativos y que se han convertido en asunto nada novedoso por su historicidad sostenida pueden tener una determinada relación con la forma que se evalúen los aprendizajes medidos.

Es prioritario determinar claramente qué y cómo se está evaluando, quién está diseñando los instrumentos evaluatorios, cuál es la calidad y pertinencia de los procedimientos y criterios empleados para elaborar los exámenes y las demandas reales del contexto en el cual son aplicados, y el para qué se hace esa medición aparte de la que ya es conocida: la utilización adecuada de los conocimientos adquiridos para la resolución de problemas con precisión y oportunidad.

En las instituciones educativas el uso de instrumentos de medición del aprendizaje es cotidiano, sin embargo los riesgos relacionados con la veracidad, objetividad, consistencia y precisión de los resultados obtenidos, que se presentan por deficiencias ocurridas en diferentes momentos del proceso de evaluación, reducen los beneficios y utilidad de la práctica evaluativa.

Entre las más penosas deficiencias que podrían ocurrir en el proceso de evaluación educativa, podría citarse:

• Aplicar instrumentos cuyo origen, fundamentos y propiedades psico[***]métricas se desconozcan o estén apenas en vías de establecerse.

• Mezclar reactivos procedentes de instrumentos cuyos diseños, usos y utilidad no sean compatibles.

• Analizar los resultados siguiendo procedimientos que no aporten información que proporcione evidencia suficientemente confiable para tomar decisiones válidas.

• Privilegiar la inclusión de preguntas de examen atendiendo más a la influencia o el estatus del autor y menos a la calidad ostensible del producto.

• Dar mayor peso a contenidos o áreas temáticas que impongan grupos que ejerzan más presión en los centros de estudio y dejar fuera otros que permitirían tener una visión más completa e integrada del dominio en el campo de conocimiento.

• Aplicar instrumentos siguiendo criterios arbitrarios, en la medida que no tengan nada que ver con los rasgos o atributos que se pretendan medir y que se expresen en decisiones acerca de la extensión de una prueba, en número de opciones para responder, el tiempo para contestar y el peso que tendrá cada acierto.

• Descuidar las condiciones en que se efectúe la aplicación de los instrumentos, introduciendo una variabilidad capaz de afectar la confiabilidad de la medición.

• Delegar la aplicación de los instrumentos a personas que no garanticen que se hará un trabajo responsable.

• Utilizar claves de respuestas o plantillas que no corresponden al examen aplicado.

• Equivocar registros y otorgar puntuaciones o calificaciones que no coincidan con la persona examinada.

• Alterar respuestas, puntuaciones, listas o registros.

• Manipular los resultados para beneficiar o perjudicar a un sustentante.

• Poner a disposición de algunos sustentantes la prueba o clave de respuestas que será aplicada en una evaluación formal.

Algunas de estas deficiencias, fallas u omisiones podrían pasar desapercibidas, hasta que una revisión cuidadosa las descubriera; o bien, ser generadas por presiones de trabajo incidentales. Otras podrían inducirse por la carencia de conocimientos, experiencia o competencia. Pero no por ello serían menos impactantes, ni sus efectos menos graves.

Mediante los exámenes escolares se definen los tipos de conocimientos, las habilidades y los niveles de dominio que las escuelas asumen que deben poseer los alumnos, y la forma más adecuada para comprobarlo han sido hasta ahora, la aplicación de instrumentos para ese fin, como son exámenes, pruebas, etc.

El desempeño de un alumno en una prueba está ligado a la forma como se le evalúa, al tipo de respuesta que se le demanda, al tiempo que se le otorga para responder y a las condiciones bajo las cuales ocurre la evaluación. Por lo tanto, al no incluir diferentes formas de preguntar o de requerirle tareas a realizar, puede ser causa que impida al alumno mostrar lo que sabe, en contextos diferentes, mostrando solo porciones de desempeño que ocultarían logros y capacidades reales.

Para evaluar al Sistema Educativo Nacional mediante el desempeño de los estudiantes mexicanos, en el mes de abril se realiza la Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares (ENLACE) que es una prueba que aplica el Sistema Educativo Nacional en planteles públicos y privados del país de Educación Básica en las asignaturas de Español, Matemáticas y Formación Cívica y Ética; y en el nivel medio superior se evalúan conocimientos y habilidades para hacer un uso apropiado de la lengua (habilidad lectora) y las matemáticas (habilidad matemática).

Se asegura que esta evaluación no es considerada como un examen tradicional donde

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