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Filosofia


Enviado por   •  1 de Agosto de 2013  •  1.577 Palabras (7 Páginas)  •  305 Visitas

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Diógenes de Sinope

Diógenes de Sínope, llamado también Diógenes el Cínico, fue un filósofo griego

perteneciente a la escuela cínica. Nació en Sínope, hacia el 412 a. C. y murió en

Corinto en el 323 a. C. No legó a la posteridad ningún escrito; la fuente más completa

de la que se dispone acerca de su vida es la extensa sección que su tocayo

Diógenes Laercio le dedicó en su Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres.

Diógenes de Sínope fue exiliado de su ciudad natal y trasladado a Atenas, donde se convirtió

en un discípulo de Antístenes, el más antiguo pupilo de Sócrates. Diógenes vivió como

un vagabundo en las calles de Atenas, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud.

Se dice que vivía en una tinaja, en lugar de una casa, y que de día caminaba por las

calles con una linterna encendida diciendo que “buscaba hombres” (honestos). Sus

únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco (hasta que un

día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él).

Ocasionalmente estuvo en Corinto donde continuó con la idea cínica de

autosuficiencia: una vida natural e independiente a los lujos de la sociedad.

Según él, la virtud es el soberano bien. La ciencia, los honores y las riquezas

son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía consiste

en denunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su naturaleza.

El sabio debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al máximo sus necesidades.

Los griegos eran muy aficionados a las artes adivinatorias y solían acudir a los

templos para consultar sobre su futuro. Pero la ambigüedad con que respondían los

oráculos podía dar pie a todo tipo de interpretaciones. Según la leyenda, Diógenes

fue a consultar el oráculo de Delfos y éste le dijo: «Vuelve a tu casa y da nuevas

instituciones a tu tierra» (parajáraxis -palabra que significa tanto "falsificar la moneda"

como "cambiar la constitución"-). Y Diógenes, de acuerdo con lo que el oráculo

le dijo, pensó que no estaría mal empezar por cambiar, o mejor dicho: dar el

cambiazo, de moneda.

En su nueva residencia, Atenas, la misión de Diógenes fue la de metafóricamente

falsificar/desfigurar la “moneda” de las costumbres. La costumbre, decía, era la

falsa moneda de la moralidad. En vez de cuestionarse qué estaba mal realmente,

la gente se preocupaba únicamente por lo que convencionalmente estaba mal.

Esta distinción entre la naturaleza (physis) y lo convencional (nomos) es el tema

principal de la filosofía griega y uno de los temas que dedica Platón en La República,

en concreto, en la leyenda del Anillo de Gyges.

Se afirma que Diógenes se fue a Atenas con un esclavo llamado Manes que le abandonó

poco más tarde. Con un humor característico, Diógenes afrontó su mala suerte diciendo:

“Si Manes puede vivir sin Diógenes, ¿por qué Diógenes no va a poder sin Manes?”

Diógenes será coherente riéndose de la relación de extrema dependencia entre las

personas. Encontró un maestro, que no hacía nada para sí mismo, pero rechazó su

ayuda. Le llamó la atención el maestro ascético Antístenes, un discípulo de Sócrates,

que, según Platón, había presenciado su muerte. Diógenes pronto superó a su maestro

tanto en reputación como austeridad en el modo de vivir. Al contrario que los otros

ciudadanos de Atenas vivió evitando los placeres terrenales. Con esta actitud pretendía

poner en evidencia lo que él percibía como locura, fingimiento, vanidad, ascenso

social, autoengaño y artificiosidad de la conducta humana.

ANECDOTAS DE DIÓGENES

Las anécdotas que se cuentan sobre Diógenes ilustran la consistencia lógica de su carácter.

Este “Sócrates delirante”, como le llamaba Platón, caminaba descalzo durante todas las

estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su capa

y tenía por vivienda una tinaja. Un día vio como un niño bebía agua con las manos en una

fuente: “Este muchacho, dijo, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas”,

y tiró su escudilla. Cierto día se estaba masturbando en el Ágora, quiénes le reprendieron

por ello, obtuvieron por única respuesta del filósofo una queja tan amarga como escueta:

"¡Ojalá, frotándome el vientre, el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!"

Profesaba un desprecio tan grande por la humanidad, que en una ocasión apareció

en pleno día por las calles de Atenas, con una lámpara en la mano diciendo:

“Busco un hombre”. Diógenes iba apartando a los hombres que se cruzaban en su

camino diciendo que solo tropezaba con escombros, pretendía encontrar al menos

un hombre honesto sobre la faz de la tierra. En una ocasión, cierto hombre adinerado

le convidó a un banquete en su lujosa mansión, haciendo especial

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