Filosofía I
PattyBasto20 de Noviembre de 2014
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Filosofía. 3 parcial.
Tema 8.
El cristianismo no fue una Filosofía, ni vino a suplantar a los filósofos griegos. Cristo
tampoco fue un filósofo, sino un Mesías, un Salvador.
Cristo hizo hincapié en la fe “El que creyere y se bautizare se salvará”.
Los griegos desembocaron en una especie de maniqueísmo cosmológico en donde el
amor tenía que vencer al odio.
Cristo era el Hijo de Dios, el Verbo del Padre que, encarnado en forma de hombre,
venía a revelar y divulgar su Palabra, la Palabra de un Padre invisible a los ojos de la
carne, pero visible a los ojos de la fe.
Los cristianos, al sistematizar el ejemplo de Cristo en forma de doctrina cristiana,
fueron elaborando un sistema conceptual y filosófico riguroso, hasta llegar un
momento en el que los límites entre las distintas aportaciones de uno y otro lado se
hicieron borrosas, se difuminaron. Ahí surgió, precisamente, la falsa ilusión de que el
cristianismo y Filosofía son una misma cosa.
Los cristianos se encontraron con 2 grandes corrientes filosóficas griegas.
1. La platónica.
2. La aristotélica.
En los primeros siglos, los principales autores cristianos – especialmente San Agustín
– recurrieron al platonismo. Después, por mediación principalmente de San Alberto
Magno y Santo Tomás, se recurrió al aristotelismo.
Para platón existían 2 mundos:
1. Celeste: Mundo puro, donde habitan los dioses y se dan las ideas divinas,
2. Empírico: Mundo material, un mundo engañoso, negativo.
a) Dualismo antropológico: Según Platón en el hombre se refleja la dualidad
cósmica. El cuerpo del hombre es al mundo material lo que el alma es al
mundo celeste. El cuerpo es sepulcro y pecado, el alma es inmaterial e
inmortal. Cuando el cuerpo muere, afirmaba Platón, su alma sale de él para
salvarse o “condenarse” hay que lograr la salvación del alma, aunque no la del
cuerpo. Éste ha sido también el razonamiento de muchos cristianos
platonizantes en el curso del tiempo.
b) Alegorías escatológicas: Platón ejemplificó sus puntos de vista con una
especie de parábolas (alegorías):
1. El Tártaro hirviente como el lugar al cual van a parar los malvados.
2. Las Islas Afortunadas como el premio que recibirán los buenos.
3. La Laguna de Aquerusía interpretada como “una especie de purgatorio
temporal”.
c) Vías conducentes a Dios: Platón utilizó argumentos luego reelaborados por
los cristianos platonizantes como:
1. La existencia del mundo sensible exige la existencia de una causa eficiente
de carácter divino.
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2. El orden y la armonía del Universo revelan la existencia de una causa
inteligente divina.
3. El movimiento del Universo reclama la existencia de un primer motor, que se
mueve a sí mismo y mueve la existencia
Durante el siglo I. Los principales autores cristianos serían los apologetas.
Una apología: Es una defensa o alegato jurídico ante el Emperador para lograr la
libertad de culto cristiano.
El apologeta Taciano se caracterizó por un violento sentimiento antihelénico y escribió
una célebre Irrisio Philosophorum (“burla de los filósofos”)
En el siglo II. Nos encontramos con el gnosticismo.
Los gnósticos creían nada menos que en el conocimiento directo de Dios.
En el siglo III y IV se desarrolló la Patrística.
La Patrística es el conjunto de las obras cristianas que datan del tiempo de los Padres
de la Iglesia. Un padre de la iglesia debe presentar 4 caracteres:
1. Ortodoxia doctrinal.
2. Santidad de vida.
3. Aprobación por parte de la iglesia.
4. Antigüedad relativa.
Cuando falta la antigüedad, si el escritor ha representado de manera eminente la
doctrina de la Iglesia, recibe el título de Doctor de la Iglesia.
La patrística arraigó en Alejandría y coexistió con el culto a la religión egipcia. Judíos
helenizados y cristianos apelaban allí comúnmente al Antiguo Testamento. Clemente
de Alejandría se situó ya entre los que daban serios pasos dirigidos a la hibridación
entre Filosofía y cristianismo. Estos pasos fueron:
1. Un discurso de exhortación para que se abandonase la idolatría.
2. Una vez convertido el idolatra, había que reformar sus costumbres.
3. Por fin, habría que escuchar a la inteligencia, de raíz grecolatina: “Si Dios ha
querido la razón, es buena para algo”.
Todo queda subsumido así:
- La ley para los judíos.
- La filosofía para los griegos.
- La fe para los cristianos.
Orígenes: el más brillante y vehemente de los Padres alejandrinos.
La sabiduría divina, que es distinta de la fe, es el primero de los llamados carismas de
Dios.
Después viene el segundo, denominado conocimiento.
Y el tercero es la fe.
A partir del Concilio de Nicea quedó fijado y aceptado el parentesco entre la Filosofía
griega de molde platónico y el cristianismo.
La impresión, dejada por la Patrística griega fue que el cristianismo absorbió la
Filosofía de Platón y neoplatonismo, y lo mismo ocurriría con la Patrística latina de
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Tertuliano. De todos modos, para los Padres de la Iglesia lo importante sería la fe.
Aludir al platonismo de los Padres sólo tiene valor desde su inserción en la fe. Es ahí
donde hay que situar la figura de San Agustín.
Ahora bien, la religión, cualquiera que fuere, se nutre de misterios, los cuales son fruto
de una religación del ser humano con Dios, al que fundamentalmente se llega por
medio de una revelación que más tarde se trata de entender y de racionalizar.
Mientras que la Filosofía agnóstica (la que no quiere saber nada de revelación ni de fe)
se mueve en el interior de los problemas, de incógnitas que trata de despejar sin el
concurso de algo superior a la propia razón.
Esta relación disimétrica entre fe y razón ha conocido en el curso de los siglos
planteamientos muy diversos:
> El fideísmo. Asumía el lema “creo en lo absurdo porque es absurdo”, es decir, creo
en la fe entendida como algo inexplicable y no me importa la razón.
> El agnosticismo. Rechazaba la posibilidad racional de demostrar la existencia de
Dios así como la de conocer su esencia, sus atributos o características.
> El Deísmo. Que se consideraba capaz de llegar por la razón no a un Dios personal,
sino a un Dios meramente racional, a un ser exigido por la razón, sin más, para
explicar el funcionamiento del mundo, pero con el que no se podría entrar en relación
personal y al que no se podría adornar religiosamente.
Creyente: Es una persona que debe tratar de entender aquello en lo que cree.
De ahí que el filosofo que sea cristiano discrepará de quienes disocien fe y razón,
aunque se trate de autores tan interesantes como Max Scheler. Este en efecto, en su
libro “Lo eterno en el ser humano” extremó la oposición entre fe y pensamiento.
Creo para entender, entiendo para creer: Aseguraba San Anselmo.
Artes mánticas o adivinadoras: intentaban arrancar para el ser humano los secretos
del cielo:
La acultomancia: Adivinación por las agujas.
La batracomancia: Adivinación por ranas.
La Eromancia: Adivinación por el agua.
Quiromancia: Por las rayas de la mano.
Geomancia: Por la tierra.
Piromancia: Por el fuego.
Todo eso se utilizaba ya desde aquellos tiempos para manifestar la indudable cercanía
de lo divino en el mundo.
La filosofía medieval aceptó el esquema agustiniano que distinguía al efecto tres
planos para manifestar su comunicación intrínseca:
1. El plano de la Ley Eterna: o ley exclusivamente propia de Dios mismo.
2. El plano de la Ley Natural: o reflejo de la Fe Eterna en la naturaleza.
3. El plano de la Ley Positiva: o reflejo de las leyes dictadas por los gobernantes,
siempre que éstas, a su vez, derivasen de los planos anteriores.
Por todo lo expuesto anteriormente, la denominada Teología catafática (afirmación)
resaltó la posibilidad de seguir la huella de Dios a partir de lo dado a nosotros y de lo
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dado en nosotros.
Teología Apofática (negación): Creía en Dios lo mismo que la Teología afirmativa,
aunque no negaba la posibilidad de esta última, prefirió el aspecto misterioso e ignoto
del Dios presente ausente, presente a través de su silencio indescifrable.
En el año 312 se convirtió Constantino al cristianismo, y al año siguiente dictó el Edicto
de Milán por el que se concedía libertad al cristianismo en el Imperio Romano. San
Agustín nació en Hipona en el año 354, años después que San Ambrosio y que San
Jerónimo, y en el marco del Concilio de Nicea así como del Sínodo arriano de Milán.
En el año 374 abrió Agustín una escuela de retórica en Cartago, más tarde lo hizo en
Roma y en Milán.
Su obra biográfica fue llamada “confesiones”.
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