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Filosofía y pensamiento contemporáneo


Enviado por   •  29 de Noviembre de 2021  •  Ensayos  •  1.357 Palabras (6 Páginas)  •  59 Visitas

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¿Realmente usamos el pensamiento crítico?

Docente: Christian Bruce Cordova Robles

Estudiante: Giuliana Romina Reyes Euribe

Asignatura: Filosofía y pensamiento contemporáneo

Ciclo: Segundo ciclo

Ciudad: Lima

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¿Realmente usamos el pensamiento crítico?

Audio: https://drive.google.com/file/d/1c430X1mMB1186xnkNmP5N3beEM-Qb0a6/view?usp=sharing 

Durante años se ha cuestionado el pensar del hombre y el porqué de sus acciones, además de la problemática que hay en el mismo. Si bien se supone que, con el paso del tiempo, hemos evolucionado en todos los aspectos, considero que aún nos encontramos estancados de cierto modo en lo que conocemos como la alegoría de la caverna descrita por Platón, sin pasar de su primera fase, que sería el encadenamiento y sin notarlo esto nos ha estado afectando como individuos y como sociedad. A continuación, demostraré lo anteriormente planteado a través de argumentos basados en ciertos estudios y experimentos.

En primer lugar, hay que plantearnos ¿Qué nos dice el mito de la alegoría de la caverna? Platón nos muestra un escenario en el que se les priva de conocimiento a un grupo de hombres encadenados y aquello que consideran como verdad es manejado por alguien más a través de sombras proyectadas en una pared que se encuentra en la única dirección a la que pueden mirar. Estos hombres se han vuelto esclavos de su ignorancia y son completamente inconscientes de ella; aferrándose a opiniones, prejuicios, costumbres y falsas creencias impuestas por terceros. ¿No les suena esto familiar? Yo creo que sí.

También se nos habla de un prisionero libre, alguien que logró ver la luz del sol y que puede formar un real concepto de lo que es verdad. Aún así, siendo esto posible, en la actualidad gran parte de la población parece seguir cautiva recurriendo a la obediencia ciega. ¿Es que acaso el hombre ha perdido el sentido común? Parece ser que se nos quiere manipular alejándonos de la capacidad de pensar por nosotros mismos y esto es más peligroso de lo que parece.

Viajemos en el tiempo a 1961, año en el que se realizó el juicio en contra del teniente coronel Adolf Eichmann por ser un culpable directo del genocidio realizado durante el régimen nazi en la Segunda Guerra Mundial, al ser el encargado del transporte de los judíos hacia los campos de concentración. Durante el juicio este hombre se consideraba completamente inocente y no sentía culpa alguna por sus actos. Se excusaba en que “solo seguía órdenes de arriba”. Él se eximía de responsabilidad ya que se consideraba un simple peón diciendo “Mi cometido era solo de técnico de transportes”. Pese a esto, hasta el día de hoy se le conoce como el “arquitecto del holocausto”.

Entonces, ¿Era Eichmann un mal hombre? ¿Un psicópata? Hannah Arendt, filósofa del siglo XX, daba a entender que en realidad Eichmann no era una mala persona, que no tenía ni malas ni buenas intenciones; en sí no tenía ningún tipo de intención. Según esta gran pensadora, Adolf era alguien temiblemente normal. El problema radicaba en que actuaba en base a un régimen sin individualismo actuando como una marioneta sin tener sentido común o sentido de lo que era correcto y lo que no lo era. Arendt declaraba de Adolf no sentía odio hacia los judíos, si no que sus actos eran producto de su excesiva obediencia debido a la época en la que le tocó vivir, sin sentido de la moral y una ciega lealtad a un régimen dedicado al exterminio. Por supuesto esto no significaba que quedara impune. A lo que quería llegar la pensadora, era a que no necesariamente debíamos ser seres dotados de crueldad para realizar actos malignos. A esto le llamó “La banalidad del mal”.

Años más tarde, luego de la polémica generada por la opinión de Hannah Arendt, apareció el psicólogo Stanley Milgram, quién tenía una idea similar a la de la reconocida filosofa, llevó a cabo un experimento para explicar los atroces actos realizados en los campos de concentración. El experimento, que llevaba por nombre el apellido del psicólogo, consistía en que los participantes, persuadidos por el experimentador, aplicaran descargas eléctricas a las víctimas, que en realidad eran actores, cada vez que estas cometieran un error. Con cada equivocación el voltaje de las descargas se elevaba y los actores fingían el dolor, incluso se llega al punto en el que “suplican” por dejar de ser partícipes del experimento. Más del 50% no detuvo las descargas.

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