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GNOSEOLOGIA


Enviado por   •  12 de Junio de 2014  •  1.865 Palabras (8 Páginas)  •  184 Visitas

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EL IMPERIALISMO NORTEAMERICANO Y LA OLIGARQUÍA PERUANA

EN EL SIGLO XX

CAPITULO III

EL GOBIERNO MILITAR : 1968-1980

El contragolpe: La segunda etapa 1975- 1980

La ofensiva de los sectores desplazados del poder entre sus acciones de recaptura del poder, entre 1973 y 1976, no excluyó la colaboración de algunos sectores empresariales con el gobierno para alimentar adeptos y con ello agudizar la lucha interna; se recurre esta vez a una amplia coordinación entre líderes de los viejos partidos, prensa, colegios de abogados y gremios del empresariado. La progresiva y consistente dinamización del movimiento popular en la década del 70 alimentó los temores de la clase dominante, tanto en el empresariado como en los políticos tradicionales y en los militares reformistas menos audaces. La ofensiva de los sectores desplazados encontró así terreno preparado en la propia composición y rasgos del gobierno militar, pudiendo obtener en julio de 1976 la victoria más consistente: el desplazamiento de los sectores progresistas de la cúpula castrense. Indudablemente, poco antes, con el derrocamiento de Velasco, se había abierto la compuerta que hizo posible el viraje, esta depuración gradual y luego la contrarreforma. Así el 29 de agosto de 1975, al derrocar a Velasco, se afectó parte importante de la cúpula castrense y sus mandos regionales incluyendo las tendencias más radicalizadas del reformismo militar. Este hecho hacía difícil al gobierno de la segunda fase (Morales Bermúdez) recomponer plenamente su total ejercicio del poder sin fisuras, los sectores que los apoyaron pedían más. Por ello, desde Setiembre de 1975 la ofensiva se agudizó en todos los planos hasta arrinconar al gobierno y eliminar de éste las posiciones más radicalizadas del reformismo alterando con ello la anterior preponderancia pequeño burguesa del régimen militar, para enrumbarlo en función de la recomposición de los viejos sectores en el poder.

La nueva clase social en el poder no podía ser la misma luego de un proceso que había partido desde las mismas esferas del poder. Los nuevos retos en el ámbito mundial así lo exigían; los tradicionales sectores tuvieron que aceptar que había llegado la hora de su reforma interior y de su cambio. Al excluir del gobierno y de la Fuerzas Armadas las tendencias progresistas que encarnaban los radicalizados generales velasquistas se produjo un cambio en la cúpula castrense que enrumbar el gobierno de Morales Bermúdez hacia la “corrección” de las reformas velasquistas y señalará el derrotero para la transferencia a los civiles. Era hora de volver a los cuarteles en espera de mejores tiempos. Con esta recomposición del gobierno se concretó un rumbo diferente al de todo el período anterior: el gobierno de Morales Bermúdez abandonó sus intentos de conciliación con el campo popular, sacrificó las reformas políticas más características poniendo todo su empeño en restablecer la quebrada relación con los empresarios privados y los políticos tradicionales y la burguesía. Éstos serán los interlocutores privilegiados que, aunque demandarán más de lo que los militares gobernantes podían ofrecer, sobre todo ante las dificultades económicas, recibieron gradualmente la acogida necesaria para acelerar la corrección de rumbos del gobierno. Y sobre esta base mantendrán la iniciativa política y forzarán la transferencia del gobierno. Sin embargo, si bien el gobierno reprimió al pueblo e impuso una férrea disciplina laboral, no fue capaz de disciplinar su política económica que siendo drástica en comprimir el salario real no logró frenar el gasto público. Además en este primer tramo del período 76-80, que cubre de julio de 1976 a julio de 1977, no se aprecia nítidamente una definición en la cúpula castrense que indique efectiva retirada a los cuarteles tal como lo demandan los gremios y políticos civiles de la burguesía. Este hecho hace recrudecer los niveles de conflicto pues en la cúpula los ministros quieren “hacer obra” a la par que consolidan los gastos de defensa y, de hecho, anulan el efecto del plan de estabilización del Ministro de Economía (Barúa).

Por otro lado, durante el año de emergencia, cuando ya en la cúpula castrense no quedan pretensiones reformistas, al amparo del poder absoluto conferido a los mandos castrenses por la legislación de emergencia, se encuban “voluntades de permanencia” combinadas con algunos intentos cuasigolpistas. De este modo, durante el primer año del período 1976-1980 se dio un intento de continuar gobernado sin fijar fecha de salida —contrariamente a lo que reclamaban los trabajadores y los políticos diversos. Esa voluntad de permanencia se combinó con la corrección de las reformas, los incentivos otorgados a los empresarios y la represión a las fuerzas populares, presentándose reiteradamente el gobierno como “el único capaz” de poner orden en este país. El fracaso de este intento, puesto de manifiesto en julio de 1977, llevó al gobierno al máximo punto de aislamiento y a definir los términos y plazos de la transferencia del poder a la civilidad. Luego de un exitoso paro nacional de los trabajadores de la ciudad y el campo, rompiendo a su vez la hegemonía en el mundo sindical del aprismo, insurgió por primera vez un nuevo movimiento sindical organizado dirigido principalmente por los pequeños partidos de izquierda.

La nueva burguesía bancaria, financiera e industrial, no lo podía tolerar, era demasiado riesgoso dejarlos que se desarrollen (el nuevo movimiento sindical ya lejos del control del aprismo), el 19 de julio fue un día histórico en los sectores populares del país. El país se tambaleó por primera vez. Los trabajadores se hacían escuchar. La respuesta de Morales Bermúdez y la vieja dirigencia retardataria y la nueva que era beneficiaria directa de la contrarreforma de Morales van a saludar que

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