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Enviado por   •  29 de Marzo de 2014  •  Ensayos  •  1.138 Palabras (5 Páginas)  •  153 Visitas

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Todos los días, cualquier día era un día cualquiera, el infernal ruido del ambiente iba acompañado hace muchos años de la malcriadez de los encargados del transporte público, algo casi natural, lo que lo hacía infernal era el pensar en que era una rutina de todos los días, y la verdad es que cualquier paisaje por más impresionante o desagradable, no significaba nada, habiendo solamente un sentimiento decepcionante y agotado.

Así eran los días, cualquieras, todos, lo único que distraía a Carlos Fúmelin era la esperanza de encontrar súbitamente un cambio, ya que buscarlo nuevamente sería igual de desalentador que la vez pasada. A veces Fúmelin pensaba en lo que hubiera sucedido si hubiera hecho cualquier otra cosa en lugar de estudiar esa ridícula carrera, pero estaba harto, una de las cosas que más detestaba era imaginar su felicidad habiéndose dedicado a diferentes millones de cosas, aunque a pesar de eso, su mente se lo recordaba en los peores momentos, esta vez mientras caminaba, imágenes que iban desde conservatorios ficticios, en diferentes lugares del mundo, con finos muebles y grandes clases, hasta pelotas de malabarista en un cuartucho de hotel barato en cualquier parte de Sudamérica, todo era mejor que estudiar esa porquería de carrera, era verdad. Estos pensamientos duraban casi siempre treinta minutos más o menos, el trayecto desde el parque hasta el paradero y de ahí a la universidad, con un par de tostadas en el estómago y dos cigarrillos hasta el paradero del barrio, música e incomodidad en la combi y un cigarrillo más del paradero de la universidad a la universidad.

¿Cómo se atrevía ese antro llamarse universidad? pensaba Fúmelin, a pesar de sus excusas, a pesar de su pereza, siempre tuvo claros sus valores por el verdadero aprendizaje y por los verdaderos maestros, por la cultura, por la decencia, eso pensaba en quinto de secundaria cuando le hablaban de universidad, por lo menos eso, lo que paso después fue una lenta y decepcionante sorpresa.

Al acercarse más a la puerta principal iba apareciendo la flora y fauna del lugar, chiquillas vestidas como jóvenes prostitutas, similares a los videos de esa porquería de moda llamada reggaetón, chiquillos con actitudes y poses similares, todos sistematizados, autómatas, llenos de pensamientos y valores vacíos, toda la ciudad se estaba plagando de ese tipo de gente, no solo ese maldito lugar, en los mejores trabajos, en los peores antros, en el mercado, encontrar gente fuera del condenado sistema era cada vez más difícil, encontrar gente pensante era casi imposible. En las aulas era igual, pervertidos mozalbetes que se hacían llamar profesores acosando a las idiotas muchachas, salvo las decentes que a las justas se hacían respetar, mujeres y licor sus preferidos temas de conversación, ignorantísimos catedráticos, infelices ordinarios.

Aún temprano para sus clases Fúmelin se ponía en el balcón del segundo piso a observar el ambiente, la clase que le tocaba después de todo, era un poco interesante y el profesor, el doctor Luis Vafanculo, era un atorrante y pedante soberbio, que a veces se pasaba más tiempo hablando de sus sobrevalorados relojes y viajes que del tema a tratar del día pero a pesar de eso tenía decencia y valores, sin importar que fuera el típico pituco engreído de los años 90, era tal vez uno de los mejores elementos de aquel asqueroso lugar lleno de enfermos casi analfabetos.

Cuando Vafanculo subía las gradas, Fúmelin se dio vuelta para ir

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