Hombre de las Ratas
Crispín Bones Russell IIIMonografía28 de Octubre de 2015
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Historial Clínico
Se presenta un joven universitario que acude a Freud diciendo que tiene representaciones obsesivas desde sus cuatro años, y que en este último tiempo se le han vuelto notoriamente intensas. Estas representaciones son en relación a que le suceda algo malo a dos de las personas a quien el ama su padre y su amada. Además de esto, manifiesta sentir impulsos obsesivos (por ejemplo cortarse el cuello con una navaja), y producirse todo el tiempo prohibiciones producir prohibiciones con todo tipo de cosas.
También en el comienzo describe aspectos en relación a su vida sexual, manifestando que su primer coito fue tardíamente, a la edad de los 26 años.
A. La introducción del tratamiento
Freud invita al paciente a que le comunique todo lo que se le ocurra. El sujeto, relata que tenía un amigo a quien el respetaba mucho y al cual cada vez que tenía un impulso lo iba a ver y le preguntaba si él no era un criminal para ver si por ello no lo desprecia, y su amigo le decía que él era una buena persona, una persona intachable. Además cuenta de la existencia de otra persona que tuvo mucha influencia para él, aunque luego lo termino rebajando a idiota y que solo trato con él para relacionarse, infructuosamente, con su hermana.
B. La sexualidad infantil
Inmediatamente después del relato sobre su amigo le comenta a Freud una escena ocurrida cuando tenia 4 o 5 años donde se le acerca a una bella y joven empleada y le pide permiso para pasar por debajo de su falda, y en donde esta accede al pedido poniéndole solo como condición que el no cuente nada, así el accede y le toca los genitales y el vientre. Recuerda así que desde ese entonces siente curiosidad y deseos intensos por ver el cuerpo femenino.
Recuerda también que a los 6 años espiaba a la señorita Lina cuando se desnudaba, y que tiempo después había escuchado de dicha señorita un comentario hecho delante de otras personas donde lo menospreciaba. También remarca el hecho de que a temprana edad ya tenía erecciones y que acudió a su madre para quejarse. Con esto surge un nexo en con la “idea enfermiza” que sus padres sabrían sus pensamientos, cosa explicable por habérselos declarado sin oírlos él mismo. En esto Paul ve el comienzo de su enfermedad. Aparece el sentimiento siniestro que lo atormenta el castigo de que por pensar esas cosas algo malo le iba a suceder a su padre, por eso debia impedirse pensar y desear eso.
En este punto Freud se entera, de que el padre del sujeto al que todavía hoy se refieren los temores obsesivos que le atormentan, ha muerto hace ya varios años.
Lo que nuestro paciente dice de su sexto o séptimo año no es el comienzo de la enfermedad, sino ya la enfermedad misma. Una neurosis obsesiva completa a la que no le falta ningún elemento esencial. Vemos al niño bajo el imperio de un componente pulsional sexual, el placer de ver, cuyo resultado es el deseo, que añora siempre de nuevo y con mayor intensidad cada vez, de ver desnudas a personas del sexo femenino que le gustan. Este deseo corresponde a la posterior idea obsesiva; un afecto penoso acompaña su
emergencia. Es decir, es evidente la presencia de un conflicto en la vida anímica del pequeño concupiscente (concupiscencia -que se puede entender como sentir deseos (o exceso de deseos) no gratos a Dios); junto al deseo obsesivo, un temor obsesivo se anuda estrechamente a aquel: toda vez que piensa algo así, es forzado a temer que suceda algo terrible. «Si yo tengo el deseo de ver desnuda a una mujer, mi padre tiene que morir». El afecto penoso cobra nítidamente la coloración de lo detestable, lo supersticioso, y ya origina impulsos a hacer algo para extrañarse de la desgracia, semejantes a los que se impondrán luego en las medidas protectoras. (Es una pulsión erótica y una sublevación contra ella, un deseo y un temor que lo contraría, un afecto penoso y un esfuerzo hacia acciones de defensa)
Vale decir: una pulsión erótica y una sublevación contra ella; un deseo (todavía no obsesivo) y
un temor (ya obsesivo) que lo contraría; un afecto penoso y un esfuerzo hacia acciones de defensa: el inventario de la neurosis está completo. Y aun hay presente otra cosa: una formación delirante: que sus padres sabrían sus pensamientos por haberlos declarado él mismo sin oírlos. Esto revela la existencia de procesos inconcientes: 'digo mis pensamientos sin oírlos' suena como una proyección hacia afuera de nuestro propio supuesto, a saber, que él tiene unos pensamientos sin saber nada de ellos, como una percepción endopsíquica de lo reprimido.
Es importante saber que antes del sexo año de vida hubo vivencias traumáticas, conflictos y represiones que cayeron bajo amnesia, pero dejaron como residuos ese temor obsesivo. Además que esa amnesia infantil termino en su sexto año .
En la neurosis obsesiva se discierne, mucho más nítidamente que en la histeria, que los factores constitutivos de la psiconeurosis no deben buscarse en la vida sexual actual, sino en la infantil. La vida sexual presente del neurótico obsesivo puede a menudo parecer por entero normal al explorador superficial; y es frecuente que ofrezca muchos menos aspectos patógenos y anormalidades que en el paciente aquí considerado.
B. El gran temor obsesivo
En la tercer sesión sale a luz la experiencia que lo llevó a consultar, la misma había ocurrido durante las maniobras militares en X, en las que durante las maniobras perdió sus anteojos.
Ahí mismo conoce a Un capitán, le cuenta un castigo que se hace en Oriente donde sobre el trasero de la persona se penetran ratas 'por el ano'. y le comenta que mientras escuchaba el relato surgió en el un miedo terrible de que ese castigo lo sufrieran su padre y su amada… Durante el relato de la escena Freud nota en el hombre una expresión de horror y a la vez fascinación…que el traducirá como el “goce anal”, ignorado por él mismo. Prosigue con todas las dificultades: «En el momento me sacudió la representación de que eso sucede con una persona que me es cara (es ejecutado impersonalmente en esa persona, la dama por él admirada)
Simultánea con la idea, siempre aparece la «sanción», es decir, la medida de defensa que él tiene que seguir para que una fantasía de estas no se cumpla. Cuando el capitán habló de aquel cruel castigo y le añoraron aquellas ideas, consiguió no obstante defenderse de las dos ideas con sus fórmulas habituales: un «pero» {«aber»} acompañado por un movimiento de aventar algo con la mano, y el dicho: «¡Qué se te ocurre!». Son dos ideas por que además de la representación de su amada, también esta la representación del castigo hacia su padre.
Al día siguiente es el mismo capitán que le comento el relato quien se le acerca con un paquete del correo y le dice que el teniente A había pagado el reembolso por los lentes y que debía devolvérselos. En ese instante se le impuso una idea: “No devolver el dinero, de lo contrario sucede aquello” (es decir, la fantasía de las ratas se realiza en el padre y la amada). Esta sanción enseguida se elevó en un mandamiento a modo de juramento: “Tu debes devolverle al teniente primero A las 3,80 coronas.”
Frente a esto, El paciente intento varias veces devolver el dinero implementando toda una serie de tortuosas acciones destinadas a devolverlo a pesar de todo, El sujeto realizó continuos esfuerzos para devolver al teniente A. la pequeña cantidad adeudada, contra lo cual surgieron una y otra vez dificultades de naturaleza aparentemente objetiva. Al principio intentó realizar el pago por conducto de otro oficial que iba a Correos; pero se alegró mucho cuando él mismo le devolvió el dinero, alegando no haber encontrado al teniente A., en las oficinas postales, pues aquel modo de cumplir su juramento no le satisfacía por no corresponder a la forma literal del mismo: «Tienes que devolver las 3,80 coronas al teniente A.» Por fin encontró a este último; pero el oficial se negó a aceptar el dinero, diciendo que él no había pagado nada por su cuenta, que el que pago había sido el teniente B. El sujeto quedó un tanto perplejo viendo la imposibilidad de cumplir su juramento, por ser errónea una de sus premisas, e imaginó toda una serie de complicados expedientes: lría a Correos con los tenientes A. y B., y el primero daría a la encargada del servicio de paquetes postales 3,80 coronas, que la empleada entregaría a B., y entonces ya podría él cumplir al pie de la letra su juramento.
Terminadas las maniobras militares, el paciente relata que viaja de estación en estación, luchando contra ese juramento con diferentes excusas, hasta llegar a encontrarse con su amigo que lo tranquiliza y hace reflexionar. Juntos se dirigen a la oficina postal a desembolsar el dinero. Entonces, si él, llamado a la reflexión por su amigo, no envió la pequeña suma al teniente primero A. ni al teniente primero B., sino directamente a la estafeta postal, era fuerza que supiera, y lo supiera ya antes de partir de viaje, que no era otra que la empleada del correo su acreedora del rembolso. En efecto, se averiguó que lo había sabido ya antes del reclamo del capitán y de su propio juramento, pues ahora se acordaba de que algunas horas antes del encuentro con el capitán cruel tuvo oportunidad de presentarse a otro capitán, quien le comunicó la verdadera situación.
En esta sesion explicó también que desde un principio, y ya en los primitivos temores de que les ocurriese algo a las personas de su particular afecto, había situado tales castigos no sólo en lo temporal, sino también en la eternidad, Hasta los catorce o los quince años había sido muy religioso, evolucionando desde entonces hacia su actual incredulidad.
C. La introducción en el entendimiento de la cura
En la cuarta sesión recibe Freud a P con la pregunta: “¿cómo proseguirá hoy usted?”. Le dice que va a comunicarle algo que lo martiriza y le Relata la historia de la enfermedad de su padre quien había muerto hacía 9 años de enfisema. Él cuidaba durante ese transcurso a su padre, pero en un momento que se descuido salió a descansar a su cama y cuando regreso su padre había muerto.
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