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Ifigenia ANTECEDENTES


Enviado por   •  24 de Abril de 2018  •  Tesis  •  4.377 Palabras (18 Páginas)  •  139 Visitas

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ANTECEDENTES

El primer Brexit que registra la Historia tuvo lugar el año 410 de nuestra era, cuando un consejo tribal inglés pactó con el emperador Honorio la salida de la colonia británica del Imperio Romano ante la incapacidad de éste de defender de los bárbaros (entre ellos los anglos y los sajones) su frontera septentrional, cuanto más las costas inglesas. El único nexo restante entre la isla y Europa fue el religioso, en la medida en que los británicos pertenecían al cristianismo romano. Pero la iglesia local mantuvo rasgos peculiares, con componentes locales, en especial célticos, frente a la ortodoxia de Roma, incluso después de que el sínodo de Whitby decidiera en 663 adoptar el rito romano.

La distancia, el continuo influjo de pueblos germánicos semi-bárbaros y el sentimiento exclusivista de los nativos, fuera cual fuere su origen, contribuyeron a los frecuentes roces con el papado hasta que, en el Renacimiento, tuvo lugar el gran Brexit religioso y político al proclamarse Enrique VIII cabeza de la Iglesia inglesa (anglicana) en 1534, lo cual significaba la total ruptura, no sólo con Roma, sino con la mayor parte del continente europeo, que permaneció fiel al Papado. Aunque le costó un cierto trabajo político, Enrique contó con la tradicional aversión de los ingleses a verse subordinados a una autoridad extranjera, que ya se había manifestado dos siglos antes en la herejía de Wycliffe, parecida a la de Lutero y que tantos seguidores tuvo en Inglaterra.

Enrique tuvo que cortar muchas cabezas pero no sufrió rebeliones ni resistencia armada, excepto la llamada Peregrinación de Gracia en el norte de Inglaterra, que fue sofocada con relativa facilidad y absoluta ferocidad. En definitiva, el anglicanismo y otras iglesias protestantes arraigaron fácilmente en suelo inglés. Desde entonces, Inglaterra (Gran Bretaña tras la unión con Escocia) vivió en espléndido aislamiento con respecto al continente, sin sumisión ni pertenencia a ninguna institución supranacional que no encabezara, como el Imperio o la Commonwealth. Esta situación no concluyó hasta finales del siglo XX.

En otro escenario, los seis países firmantes del Tratado de Roma (Francia, Alemania, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo) invitan a Reino Unido a las negociaciones previas para crear un mercado común. De hecho, el Gobierno conservador de Anthony Eden llegó a enviar a un representante a las conversaciones durante 1955, aunque se retiró ese mismo año. No le convencía el proyecto de aplicar un arancel exterior, que perjudicaría a su comercio con sus socios de la Commonwealth. Y desconfía del propósito de integración política. Pero no se contenta con distanciarse, sino que intenta boicotear el proyecto de sus socios continentales con un plan alternativo: la creación de una zona de libre cambio entre los 19 países de la Organización Económica de Cooperación Económica, antecedente de la OCDE.

El sabotaje británico fracasa. El Tratado de Roma se firma en 1957 y la Comunidad Económica Europea empieza a funcionar el 1 de enero del año siguiente. Londres pierde la oportunidad de modelar la nueva organización a su imagen y semejanza y deja el liderazgo en manos de Francia. Pero su respuesta no se hace esperar. En 1960, impulsa la creación de la Asociación Europea de Libre Cambio, en la que en un primer momento se integran Suecia, Noruega, Dinamarca, Suiza, Austria y Portugal. Europa queda dividida en dos bloques comerciales: uno, a seis y el otro, a siete.

El éxito económico de la recién creada Comunidad Económica Europea (CEE) contrasta con el declive británico. Londres ya no quiere quedarse al margen de las decisiones de los principales países europeos. El comercio con los países de la Commonwealth disminuye y los intercambios con el continente ganan peso. El nuevo primer ministro conservador, Harold Macmillan, pide entrar en la CEE en julio de 1961. Le siguen Irlanda y Dinamarca. Las negociaciones avanzan con dificultades durante los meses siguientes. Pero en enero de 1963 salta la sorpresa.

El general y presidente francés Charles de Gaulle rechaza el ingreso de Londres. Poco después de morir De Gaulle, el Reino Unido volvió a pedir el ingreso en la CEE, abandonando a sus socios de la Efta e ingresó en 1973, para seguidamente someter la pertenencia a la CEE a referéndum en 1975, donde ganó el remain ampliamente. La mayor parte de los antiguos miembros de la Efta fueron ingresando en la CEE por su cuenta.

Tras su llegada al poder, Thatcher relanza la campaña para disminuir la contribución de Reino Unido a las arcas comunitarias. Se queja de que Londres paga al presupuesto europeo más de lo que recibe. La mayor parte de las ayudas se destinan a los agricultores, lo que apenas beneficia a los británicos. En la cumbre de Dublín de noviembre de 1979, la primera ministra lanza a sus socios una de sus frases más famosas: “¡Quiero que me devuelvan mi dinero!”

Las reivindicaciones de Thatcher abren una crisis de cinco años en la Comunidad Europea de constantes enfrentamientos entre Reino Unido y Francia y Alemania. El conflicto no se resolverá hasta la cumbre de Fontainebleau, en junio de 1984. Allí, la primera ministra logra el famoso cheque británico, que sigue vigente, y convierte a los franceses y sobre todo a los alemanes en los principales contribuyentes netos al presupuesto comunitario.

El cheque británico será la primera de las derogaciones especiales que logra Reino Unido. A partir de aquí, Londres empieza a diseñarse su propia Europa a la carta y no participa en aquellas políticas que no le interesan. Durante la negociación del Tratado de Maastricht, firmado en 1992 y por el que se crea la Unión Europea, el entonces primer ministro John Major consigue una excepción para quedarse fuera del euro, a la que luego se sumará Dinamarca. Son los dos únicos estados miembros (de los actuales Veintiocho) que no tienen la obligación de adoptar la moneda única.

Reino Unido e Irlanda son también los dos únicos países de la UE que se quedan fuera del espacio sin fronteras Schengen cuando éste se incorpora a la legislación comunitaria en el Tratado de Ámsterdam de 1997, y eso que ya había llegado al poder el laborista Tony Blair, uno de los primeros ministros más proeuropeos. Londres tampoco participa en las políticas de Justicia e Interior, junto con Irlanda y Dinamarca, y logra una derogación para la Carta de Derechos Fundamentales, incluida en el Tratado de Lisboa de 2007.

Pero todos estos logros no apaciguaron al bando creciente de los euroescépticos británicos. Es una paradoja que la tierra de Adam Smith, para quien el ensanchamiento de los mercados era el más poderoso agente de desarrollo, decida erigir barreras frente a sus mayores socios comerciales. La lógica, e incluso los primeros resultados, coinciden en vaticinar efectos muy negativos de la separación.

PLANTEAMIENTO

El Brexit fue una respuesta a crecientes presiones dentro del partido de David Cameron mientras fungía como primer ministro y al crecimiento electoral del partido nacionalista de derecha UKIP, que defiende la salida de la UE. Los que estaban a favor de celebrar una votación argumentaron que la UE ha cambiado mucho en las últimas décadas y que tiene cada vez más control sobre la vida diaria de los británicos.

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