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LA DESMOTIVACION DEL PROFESORADO.

cuty17 de Enero de 2014

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LA DESMOTIVACIÓN DEL PROFESORADO.

indica que la justificación del porqué las instituciones educativas viven una generalizada situación de cambio es por la necesidad que éstas tienen para dar respuesta a los procesos de globalización, demandantes de “nuevas formas de pensar, hablar, actuar, decidir y relacionarse concambios que se dejan sentir de manera muy directa sobre los sistemas educativos .Las posibles causas de “la desmotivación del profesorado”, aunque el autor no lo presenta de manera directa. Las dificultades para analizar el presente, el autor afirma que el presente es muy particular. Reconoce que han sido múltiples los momentos de crisis en la historia, pero en la actualidad se vive una etapa crítica generalizada, cuyo contexto agrupa transformaciones sociales, políticas, culturales, laborales y familiares, dadas de manera simultánea y muy rápida. En tal compleja realidad se puntualizan efectos reivindicativos en situaciones particulares, como lo son en el caso las mujeres y el de los niños, con la intención de reconocer los avances. Más los ánimos entre quienes se incorporan a estas luchas:para colaborar a subsanar estos y otros casos, el autor enfatiza que uno de los pilares para construir un mundo más justo son los sistemas educativos de los países; aunque el profesorado no siempre es consciente del grado en que influyen en sus labores los derechos conquistados por la ciudadanía. A renglón seguido pasar a enumerar los factores que coadyuvan en detrimento de la democracia que, aunque incrementada por el poder simbólico que tuvo la caída del muro de Berlín y la atomización del poder soviético, hoy vive momentos retardatarios de su avance. Recuparamos algunos de los factores enunciados por el autor donde dice que, a la par que existen agentes que distorsionan la importancia y el compromiso que conllevan vivir en un contexto democrático. Uno de dichos agentes parece ser la consolidación de los principios neoliberales, al imponer como el motor de la vida de las personas sólo el consumo y el éxito. Si a ello se agregan las guerras en Medio Oriente, la prepotencia de la única gran potencia, el deterioro ambiental, y una cultura que promueve el fin de la historia.Un serio riesgo el proceso de democratización de las sociedades, desacreditando a la política y fomentando el individualismo posesivo, ya notorio en ciertas reformas educativas del sistemas. Los intentos de destrucción de la enseñanza pública, aborda el tema de cómo hoy la educación se ve solamente desde la óptica de la “competitividad económica”. Esta categoría la explica así: “Estamos una vez más, ante el ‘homo economicus’, un ser humano reducido a constituir un elemento más de la cadena productiva, una clase de mercancía económica; se trata de

instruir a trabajadoras y trabajadores eficaces, flexibles, polivalentes y fieles a los intereses de quien

los contrata” (p.27). Afirmación que lleva a Torres a formular una fuerte crítica al sistema educativo,

ya que para él “Parece como si un notable anti-intelectualismo, inmoralidad e in-humanidad se

estuviera apoderando del mundo” (p. 27). De lo cual el gran responsable señalado es el proyecto

neoliberal, donde la iniciativa privada y, en especial, las mega-empresas evidencian su incidencia

mediante la incorporación al léxico del sistema educativo de vocablos tales como “calidad”,

“competitividad”, “excelencia”. Así como otras maneras serían las que hicieron trazar las líneas del

Partido Obrero Español, al promover el uso de categorías conceptuales como “cultura del esfuerzo”,

o los sistemas de “control de calidad” a través de programas como el PISA (Program for

International Student Assessment), cuyos resultados son manipulados por los medios de

comunicación, fieles a los grupos hegemónicos, defensores de la escuela privada y detractores de la

pública. (pp. 30-31).

El capítulo tres se titula Razones de la desmotivación del profesorado. Su contenido no es producto

de una investigación de campo con una interpretación teórica que ayude a comprender resultados

previamente sistematizados sobre lo que piensan y o sienten los sujetos en cuestión, sino más bien se

trata de una serie de temas de reflexión del autor, los cuales él supone son las razones de tal

“desmotivación”. Torres Santomé aborda polémicos puntos, ordenados bajo dieciséis subtítulos.

A continuación ofreceremos al lector una selección de ideas, por apartados subtítulados, con

la intención de que se perciba la importancia del contenido general de la obra.

El apartado titulado Incomprensión de las finalidades de los sistemas educativos reconstruye con

grandes pinceladas el complejo mundo del presente, donde impera la inestabilidad total. Para el autor

este es un factor determinante que dificulta la orientación correcta y definida de los sistemas

educativos. Para reforzar tal aseveración Torres hace referencia a determinadas calificaciones

1

El autor se refiera a las luchas emprendidas “para incrementar las presiones sociales, con el

objetivo de corregir los déficits actuales en el ejercicio de los Derechos Humanos” (p. 19). 2

Ocasionados por el pensamiento neoliberal de Margaret Thatcher (TINA: There is no

alternative), así como la postura de los medios de comunicación y de los grandes poderes

económicos y militares de la década de los 80. (p. 21). La Desmotivación del Profesorado 3

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acuñadas por autores de diversas procedencias ideológicas tales como “sociedad de riesgo total”

(Ulrich Beck, 2002), “capitalismo informacional” (Manuel Castell, 1998), “capitalismo cibernético”

(Kevin Robins y Frank Webster, 1988), “la modernidad líquida” (Zygmunt Bauman, 2003). Estos y

otros autores evidencian sociedades donde lo importante es lo efímero, lo rápido; donde la forma

importa más que el contenido, y lo que sea fácilmente sustituible por otro modelo u otro objeto. Por

lo tanto, lo que impera es la estética del consumo, como sinónimo del buen vivir. El mundo actual

promueve las “culturas híbridas” (García Cancline, 2001). Y sigue Jurjo Torres citando otras

categorías, como “cinismo moral”, “insolidaridad social”, “choque cultural”, “racismo

eurocentrista”, “sociedades multiétnicas”, etc., que sirven para crear un collage de realidades sociales

sumidas en una constante transformación que, sin embargo, muchos ya han explicado. (pp. 32-34)

El siguiente apartado, Formación inicial muy deficitaria, enfatiza la poca preparación de los

profesores españoles, en todos los niveles. Para el autor esto es una incongruencia, ya que “es sabido

que quien más conocimientos posee es quien mejor divulga y transmite la pasión por la cultura” (p.

37). Situación que escapa a toda lógica si se tiene en cuenta que organismos como la OCDE

(Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) o la UNESCO, entre otros

mencionados por Torres Santomé, constantemente recomiendan la formación sólida del

profesorado como un factor determinante de la calidad de los procesos de enseñanza y de

aprendizaje en las aulas. Mientras que el Estado español presta poca importancia a la formación del

profesorado, la opinión de los estudiantes demuestra lo contrario, al reclamar maestros de mejor

nivel y o al manifestar lo aburrido que resulta estar en el aula escolar. Según parece, la mala

preparación del profesorado justifica el uso obligatorio de libros de textos, con sus respectivas guías

del maestro, donde se incluyen respuestas correctas por temor del mismo sistema a que el

profesorado no sea capaz de dar las soluciones apropiadas. Este apartado sin duda se vincula

estrechamente con Pobreza de las políticas de actualización del profesorado, que aborda la idea de que

España vive “un tipo de política de actualización e incentivación del profesorado que muy rara vez

tiene repercusiones sobre la calidad de los proyectos educativos en los que está implicado en sus

centros escolares” (p. 44). Ello coadyuva a que se subestime la teoría, se trate de motivar con

eslóganes, no haya debates y menos una postura analítico-crítica del quehacer docente. Por lo que

imaginar al profesorado como una comunidad investigadora es una quimera.

El apartado Concepción tecnocrática del trabajo docente expone la triste realidad de la concepción de

la práctica educativa como sinónimo de acciones de laboratorio donde lo básico no es el proceso

sino el diagnóstico. Ello hace que los maestros, guiados por el eslogan “cultura del esfuerzo” para

obtener óptimos resultados, se transformen en los solucionadores de los problemas de los alumnos,

en lugar de ser agentes motivadores del aprendizaje de los mismos. En consecuencia, esta

mentalidad tecnocrática, imperante en el sistema educativo, coarta acciones más importantes como

lo es el desarrollo en los alumnos de habilidades para aprender a pensar, preguntar, discutir, valorar,

emprender, entre otras. Todo lo cual implica darle más importancia a una “cultura de relevancia en

las tareas” y una “cultura de motivación”, más que una “cultura de esfuerzo”.(pp. 50-54)

El apartado Un currículum obligatorio sobrecargado de contenidos

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