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LOS FUNDAMENTOS DEL CONOCIMIENTO EN LA VIDA COTIDIANA

19 de Marzo de 2013

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1. LOS FUNDAMENTOS DEL CONOCIMIENTO EN LA VIDA COTIDIANA

1. LA REALIDAD DE LA VIDA COTIDIANA

Dado que nuestro propósito en esta obra es un análisis sociológico de la realidad de

La vida cotidiana, más exactamente, del conocimiento que orienta la conducta en la vida

cotidiana, y puesto que solo tan esencialmente nos interesa cómo pueda presentarse esta

realidad en diversas perspectivas teóricas a los intelectuales, debemos empezar por

clarificar esa realidad tal como se ofrece al sentido común de quienes componen

ordinariamente la sociedad. La manera como las elaboraciones teóricas de los intelectuales

y demás mercaderes de ideas pueden influir sobre esa realidad del sentido común, es

cuestión aparte. Por lo tanto nuestro cometido, aunque de carácter teórico, engrana con la

apreciación de una realidad que compone el objeto de la ciencia empírica de la sociología,

vale decir, el mundo de la vida cotidiana.

Quede claro, por lo tanto, que no es propósito nuestro dedicarnos a la filosofía. Con

todo, si queremos entender la realidad de la vida cotidiana, debemos tener en cuenta su

carácter intrínseco antes de proceder al análisis sociológico propiamente dicho. La vida

cotidiana se presenta como una realidad interpretada por ]os hombres y que para ellos tiene

un significado subjetivo de un mundo coherente. Como sociólogos hacemos de esta

realidad el objeto de nuestros análisis. Dentro del marco de referencia que proporciona la

sociología, en cuanto ciencia empírica, cabe tomar esta realidad como dada, aceptar como

datos fenómenos particulares que se producen en su seno sin investigar mayormente sus

fundamentos, tarea ésta que concierne a la filosofía. Sin embargo, dado el propósito

particular de la presente obra, no podemos soslayar del todo el problema filosófico. El

mundo de la vida cotidiana no solo se da por establecido como realidad por los miembros

ordinarios de la sociedad en el comportamiento subjetivamente significativo de sus vidas.

Es un mundo que se origina en sus pensamientos y acciones, y que esta sustentado como

real por éstos. Antes de emprender nuestra tarea principal debemos, por lo tanto, tratar de

clarificar los fundamentos del conocimiento en la vida cotidiana, a saber, las objetivaciones

de los procesos (y significados) subjetivos por medio de los cuales se constituye el mundo

intersubjetivo del sentido común.

Para el propósito que nos ocupa es ésta una labor preliminar y solamente podemos

esbozar los rasgos principales de la que creemos es una solución adecuada al problema

filosófico; pero entendámonos, adecuada solo en el sentido de que pueda servir de punto de

partida para el análisis sociológico. Las consideraciones que siguen tienen, por tanto, el

carácter de prolegómenos filosóficos y, de suyo, presociológicos. El método que

consideramos más conveniente para clarificar los fundamentos del conocimiento de la vida

cotidiana es el del análisis fenomenológico, método puramente descriptivo y como tal,

“empírico”, pero no “científico” que así consideramos la naturaleza de las ciencias

empíricas.2

2

La totalidad de esta sección se basa, en Alfred Schutz y Thomas Luckmann, Die Strukturen der Lebenswelt;

obra en preparación, en vista de lo cual nos hemos abstenido de incluir referencias individuales a aquellos

lugares de la obra ya publicada de Schutz en los que se estudian los mismos problemas. Nuestra

2 El análisis fenomenológico de la vida cotidiana, o más bien de la experiencia

subjetiva de la vida cotidiana, es un freno, contra todas las hipótesis causales o genéticas,

así como contra las aserciones acerca de la situación ontológica de los fenómenos

analizados. Es importante recordarlo. El sentido común encierra innumerables

interpretaciones precientíficas y cuasicientíficas sobre la realidad cotidiana, a la que da por

establecida. Si vamos a describir la realidad del sentido común, tendremos que referirnos a

estas interpretaciones, así como también tendremos que tomar en cuenta su carácter de

presupuesto; pero lo hacemos colocándolo entre paréntesis fenomenológicos.

La conciencia es siempre intencional, siempre apunta o se dirige a objetos. Nunca

podemos aprehender talo cual substrato supuesto de conciencia en cuanto tal, sino solo la

conciencia de esto o aquello. Esto es lo que ocurre, ya sea que el objeto de la conciencia se

experimente como parte de un mundo físico exterior, o se aprehenda como elemento de

una realidad subjetiva interior. Tanto si yo (primera persona del singular, que aquí y en los

ejemplos siguientes ocupa el lugar de la autoconciencia ordinaria en la vida cotidiana)

estoy contemplando el panorama de la ciudad de Nueva York, como si tomo conciencia de

una angustia interior, los procesos de conciencia implicados son intencionales en ambos

casos. No necesitamos insistir en que el tomar conciencia del edificio del Empire State se

diferencia del tomar conciencia de una angustia. Un análisis fenomenológico detallado

revelaría las diversas capas de experiencia, y las distintas estructuras de significado que

intervienen, por ejemplo, en ser mordido por un perro, en recordar haber sido mordido por

un perro, en tener fobia a todos los perros, etc. Lo que nos interesa aquí es el carácter

intencional común de toda conciencia.

Objetos diferentes aparecen ante la conciencia como constitutivos de las diferentes

esferas de la realidad. Reconozco a mis semejantes, con los que tengo que tratar en el curso

de la vida cotidiana, como pertenecientes a una realidad muy diferente de las figuras

desencarnadas que aparecen en mis sueños. Los dos grupos de objetos introducen tensiones

muy diferentes en mi conciencia y les presto atención de maneras muy diferentes. Mi

conciencia, pues, es capaz de moverse en diferentes esferas de realidad. Dicho de otra

forma, tengo conciencia de que el mundo consiste en realidades múltiples. Cuando paso de

una realidad a otra, experimento por esa transición una especie de impacto. Este impacto

ha de tomarse como causado por el desplazamiento de la atención que implica dicha

transición. Este desplazamiento puede observarse con suma claridad al despertar de un

sueño. Entre las múltiples realidades existe una que se presenta como la realidad por

excelencia. Es la realidad de la vida cotidiana. Su ubicación privilegiada le da derecho a

que se la llame suprema realidad. La tensión de la conciencia llega a su apogeo en la vida

cotidiana, es decir, ésta se impone sobre la conciencia de manera masiva, urgente e intensa

en el más alto grado. Es imposible ignorar y aún más difícil atenuar su presencia

imperiosa. Consecuentemente, me veo obligado a prestarle atención total. Experimento la

vida cotidiana en estado de plena vigilia. Este estado de plena vigilia con respecto a existir

y aprehender la realidad de la vida cotidiana es para mí algo normal y evidente por sí

mismo, vale decir, constituye mi actitud natural.

argumentación, en este lugar se basa en Schutz, tal corno lo desarrolla Luckmann en la obra antes citada, in

toto. El lector que desee conocer la obra de Schutz publicada hasta la fecha puede consultar: Alfred Schutz

Der sinhafte Aufbau der sozialen Welt (Viena, Springer, 1960) Collected Papers, Vol. I y II. El lector a quien

interese la adaptación que hizo Schutz del método fenomenológico al análisis del mundo social puede

consultar espeeialmente sus Collected Papers, vol. I, pp. 99 y sigs., y Maurice Natanson (comp.) , Philosophy

of the Social Sciences (Nueva York, Random House, 1963), pp. 181 y sigs.

3 Aprehendo la realidad de la vida cotidiana como una realidad ordenada. Sus

fenómenos se presentan dispuestos de antemano en pautas que parecen independientes de

mi aprehensión de ellos mismos y que se les imponen, La realidad de la vida cotidiana se

presenta ya objetivada, o sea, constituida por un orden de objetos que han sido designados

como objetos antes de que yo apareciese en escena. El lenguaje usado en la vida cotidiana

me proporciona continuamente las objetivaciones indispensables y dispone el orden dentro

del cual éstas adquieren sentido y dentro del cual la vida cotidiana tiene significado para

mí. Vivo en un lugar que tiene un nombre geográfico; utilizo herramientas, desde abrelatas

hasta autos deportivos, que tienen un nombre en el vocabulario técnico de la sociedad en

que vivo; me muevo dentro de una red de relaciones humanas -desde el club al que

pertenezco hasta los Estados Unidos de América-, que también están ordenadas mediante

un vocabulario. De esta manera el lenguaje marca las coordenadas de mi vida en la

sociedad y llena esa vida de objetos significativos.

La realidad de la vida cotidiana se organiza alrededor del "aquí" de mi cuerpo y el

"ahora" de mi presente. Este "aquí y ahora" es el foco de la atención que presto a la

realidad de la vida cotidiana. Lo que

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