La Filosofía como punto de partida del pensamiento cristiano
Julián Rojo • 12 de Septiembre de 2020 • Ensayo
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Unidad 4: Cristianismo y Filosofía
Diplomado en Fundamentos de Antropología Cristiana
Presentado por:
Politécnico de Suramérica
Medellín, Antioquia
Agosto de 2020
La Filosofía como punto de partida del pensamiento cristiano
La Filosofía como se acuña a Platón el haberse referido a ella es el «amor a la sabiduría»: ese impulso que conduce al ser humano y cuya guía es el pensamiento en se esconde el razonamiento como fundamentación de las ideas a que nombrará conocimiento. Su esencia, como se sabe, o como se sugiere que se aprecie en el presente desarrollo escrito es circular: la filosofía tiene de sí que todo su corpus, todo lo que sea que de ella se devenga (que es la totalidad de las cosas) es en sí mismo circular. La mejor forma de entender esto es por medio del concepto de autosemejanza: cada concepto remite a su ser y este, a su vez, a otro concepto que tiene en su esencia el preguntarse por el ser de otro (un espejo). Es un continuo preguntar no alrededor de la Filosofía sino en ella. Será pues, como es debido admitir por la naturaleza del pensar filosófico, la circularidad esencia formativa de la Filosofía, y de todo aquello que de esta se valga lo puro del pensamiento. (Verla como escalera y no como círculo – no como esfera – será desacertado si se piensa con detenimiento). En consecuencia, a partir de lo afirmado, el debate constante con otros y con uno en sí, con su yo pensante, puede agregarse como aquel aspecto imprescindible pues en su ausencia estaría presente una imposibilidad de discusión profunda.
Cristianos como no cristianos se verán, por causa de la naturaleza de la ética y de la moral que en sus dogmas dicen defender y respetar así como de una responsabilidad debida al creador en el uso de sus facultades mentales, en la obligación ineludible de pensar. Esto no es otra cosa que cuestionar cada una de las cosas en que creen, pero, según se entiende hasta ahora, sin que tal cosa vaya en contravía de las Sagradas Escrituras. Rechazarán todo lo que no venga de ellas y aceptarán cualquier pensamiento como verdad mientras se encuentra en su línea – aún en aquellos movimientos que antes eran considerados herejes o enseñar cosas contrarias a la edificación del espíritu –.
Pensar es, pues, herramienta base para alcanzar un estado de conciencia diferente en que se reconozca la naturaleza de ciertos objetos en virtud del pensamiento, esto es, buscar su esencia. Esta es, de acuerdo con el diccionario filosófico de los Escritos de Aristóteles: «…la naturaleza o rasgos que hacen de algo lo que es y no otra cosa». Buscar la esencia de las cosas para los cristianos será indagar por las particularidades que devienen de la creación de Dios y que todo cuanto se constituye como un objeto (material o inmaterial) tiene de sí la determinación de Dios, o que si no de este último por cuanto lo creado viene del hombre, sí la idea y el conocimiento que el hombre tiene de las cosas proviene del Creador. Así, los cristianos buscarán la verdad como correspondencia entre las Escrituras y la realidad. Todo lo que fuera de esto esté no será aceptado como verdad. ¿Cabe justo en estas líneas preguntarse qué es la verdad? Desde luego.
Para los cristianos la verdad será el conjunto de enseñanzas impartidas por Jesús. Para los positivistas la correspondencia entre el juicio y la realidad y para los filósofos de lo fenomenológico o lo existencial, será esa búsqueda implacable por la definición del ser: « ¿qué es esto o aquello otro?» Conocer la respuesta es apreciablemente difícil, pero la cercanía con la proximidad al concepto dará partes de tranquilidad, un sosiego común que permite continuar pensando. Esto que se afirma con respecto a los filósofos no positivistas es lo que los cristianos inquisidores pusieron en consideración para perseguir a los pensadores de su tiempo pues no representaban lo contrario de la fe reproduciendo enseñanzas inconvenientes. Aún, como muchos sabrán, no dimensionan el valor cultural de las cosas pues eran más bien temerarios en su actuar y quizá la acción de pensar por el placer mismo de pensar (que esto puede ser también la Filosofía) se ausentaba en todo momento. No importaba nada más que no fuese su fe: era esa la razón.
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