La Maestría Del Amor
AlejandroKillerSíntesis4 de Noviembre de 2014
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La Maestría Del Amor
El maestro
Erase una vez maestro que hablaba a las personas sobre el amor, y entre la multitud que lo escuchaba se encontraba un hombre, el cual se sentía lleno de amor hacía este maestro, y al final decidió invitarlo a su casa, se acercó a él, y con mucha humildad lo invito a su casa, diciendo.
“Sé que está muy ocupado y que todos requieren su atención. Sé que casi no dispone de tiempo ni para escuchar mis palabras, pero mi corazón se siente tan libre y es tanto el amor que siento por usted que me mueve la necesidad de invitarle a mi hogar. No espero que acepte, pero quería que lo supiera.”[1]
A lo que el maestro le respondió que preparara todo y que él iría. Así que el hombre se alegró y se fue a preparar todo, compro la mejor comida, el mejor vino, y busco las mas bellas ropas para obsequiárselas al maestro.
El hombre lo esperaba ansioso, cuando escucho que tocaban a la puerta se emociono, sin embargo cuando abrió se dio cuenta que era una anciana, quien le dijo que estaba hambrienta y que le diera un trozo de pan. El hombre se sintió un poco decepcionado pero invito a la mujer a pasar, la sentó en el lugar del maestro y le ofreció la comida que había preparado para él. Al terminar la anciana agradeció y se marchó.
De nuevo preparó todo y espero. Llamaron a la puerta nuevamente, esta vez era un forastero que había atravesado el desierto, y dijo que estaba sediento, y pregunto si podría darle algo para beber. El hombre se sintió un poco decepcionado de nuevo pero lo invito a pasar, lo sentó en el lugar del maestro y le ofreció el vino que había comprado para él. El hombre agradeció y se marchó.
Preparo todo de nuevo y ahora llamo a la puerta un niño. Este le dijo que tenía frío. El hombre tomo las ropas que iba a obsequiar al maestro, el niño le agradeció y se marcho.
El hombre espero al maestro por un largo rato, y cuando se dio cuenta que no iba a ir, se sintió decepcionado, pero inmediatamente lo perdono.
Esa noche mientras dormía tuvo un sueño en el que el maestro lo visitaba, y él le decía “¡Ha venido maestro! Ha mantenido su palabra. Y él le contesto, sí he venido pero estuve aquí antes. Estaba hambriento y satisficiste mi necesidad de comida. Estuve sediento y me ofreciste vino. Tenía frío y me cubriste con tus ropas. Todo lo que haces por los demás lo haces por mí.”[2]
“Cuando das de comer al hambriento, de beber al sediento y cubres al que tiene frío, ofreces tu amor al maestro”. [3]
Capítulo 1: La mente herida.
Todos los humanos somos maestros, todos tenemos el poder de crear. Todos creamos
nuestra propia realidad y dentro de ella nos creamos a nosotros mismos. Podemos llegar a ser maestros en lo que queramos, todos nosotros somos maestros en ser nosotros mismos, sin embargo conforme pasa el tiempo podemos llegar a ser maestros en cualquier cosa, si practicamos el miedo, seremos maestros del miedo, si practicamos el odio seremos maestros del miedo, y si practicamos el amor podemos llegar a ser maestros del amor.
La mente humana tiene una enfermedad llamada miedo, nuestro cuerpo emocional está lleno de heridas infectadas con veneno emocional. El miedo es la raíz de varias emociones como el enfado, la hipocresía, la tristeza, la envidia, etc. Estos sentimientos son los que generan todo el sufrimiento humano.
Cuando el miedo es muy intenso la mente racional falla y es entonces que las enfermedades mentales, tales como son la esquizofrenia, paranoia, la psicosis. Esto se debe a que las heridas emocionales duelen tanto que es preferible romper el contacto con el mundo exterior, y es cuando la mente crea su propio mundo, un mundo donde sus heridas emocionales no son tocadas, un mundo de negación.
Este sistema de negación, le sirve a la mente para proteger todas estas heridas emocionales.
Domesticamos a los seres humanos de la misma manera que domesticamos a un perro o a cualquier otro animal: con castigos y premios.”[4] Una domesticación donde se nos muestra lo que es correcto y lo que no, cuando hacemos algo bueno, recibimos una recompensa. De igual manera, cuando hacemos algo malo recibimos un castigo, sin embargo, cuando crecemos no sólo tememos que al hacer algo nos castiguen, sino que además de eso tememos no recibir la recompensa, que no seamos lo bastante buenos, así nace la necesidad de ser aceptados.
De esto nace un miedo, el miedo a ser rechazado, este miedo hace que intentemos cambiar, esto a su vez hace que nos creemos diferentes imágenes de nosotros mismos, imagen que intentamos proyectar según lo que quieren que seamos. Así olvidamos quienes somos y nos creamos una imagen para los diferentes grupos de personas o personas con quienes convivimos. He aquí la razón por la que no somos iguales con todas las personas.
Capítulo: 2 La perdida de la inocencia
Los humanos somos seres muy perceptivos, esto es gracias al cuerpo emocional que actúa como un radar para reaccionar a ciertos estímulos. Así como el cuerpo físico tiene al dolor que es un sistema de alarma que indica que algo no está bien, el cuerpo emocional tiene su propio sistema de alarma, el miedo.
De acuerdo al entorno y a las emociones que el cuerpo emocional perciba este se modifica, y pasa de su estado original, perdemos la libertad, la inocencia, la felicidad y la tendencia a amar.
En el libro se muestra un ejemplo.
“Imagínate a un niño de dos o tres años que corre y se divierte en el parque. Mamá está mirando al pequeño y tiene miedo de que se caiga y se lastime. Entonces se levanta para detenerlo, pero el niño, creyendo que está jugando con él, intenta correr todavía más de prisa. Los coches pasan cerca, por una calle próxima y eso intensifica todavía más el miedo de la mamá, hasta que, finalmente, lo atrapa. El niño espera que ella se ponga a jugar con él, sin embargo lo único que recibe es una azotaina. ¡Pun!”[5]
El autor explica que el niño solo expresaba su amor a través de la felicidad, sin embargo no comprende por qué su madre reacciono así, si sólo trataba de expresar su amor, así que ahora tiene una herida emocional. Si corres y juegas expresas tu amor, pero ahora eso no es seguro, ya que si lo haces tus padres te castigan.
¿Pero por qué se infectan de veneno estás heridas? El autor explica con otro ejemplo.
“Estás jugando en la sala con un objeto que se encuentra cerca de ti. No tienes intención de hacer nada malo, ni de intentar causarle daño a nadie, pero estás jugando con la guitarra de tu papá. Para ti es sólo un juguete; no quieres hacer el menor daño a tu padre. Pero él tiene uno de esos días en los que no se siente bien. Tiene problemas en su negocio. Entra en la sala, te encuentra jugando con sus cosas. Se enfada de inmediato y te da una zurra.”[6]
Entonces ahora la acción de tu padre te parece injusta, simplemente entra y con su enfado te hace daño, ahora no puedes confiar del todo en tu padre. La injusticia que cometió abre una herida emocional. Ahora tu cuerpo emocional dice que no puedes confiar, ya que podría repetirse. Puedes reaccionar con miedo, enfado ó tristeza. Esto ahora es producto del veneno emocional.
Normalmente reaccionarías intentando defenderte, pero ahora sabes que si lo haces sólo provocas más enfado en tu padre, y este te golpeara aún más, entonces ahora actúas con miedo.
Hay una parte de nuestra mente que siempre está juzgando. “El Juez juzga todo lo que hacemos, lo que no hacemos, lo que sentimos, lo que no sentimos.”[7] Nos juzgamos y juzgamos a los demás desde nuestras creencias y nuestro sentido de justicia e injusticia. “La otra parte de la mente, la que es juzgada y siente necesidad de ser castigada, es la Víctima.”[8]
El Juez y la Víctima se basan en todas las falsas creencias que fueron insertadas en nuestra mente, como si fuera un programa.
“A este programa los toltecas lo denominan el Parásito”[9]
Capítulo 3: El hombre que no creía en el amor
Aquí el autor muestra una historia sobre un hombre que decía que el amor no existe, un hombre que había hecho una gran cantidad de investigaciones, que había estudiado en los mejores lugares, que se volvió un erudito en su campo, y que era capaz, ante cualquier audiencia de demostrar lo que decía, nadie había podido contradecirlo.
Él decía que el amor no era más que un invento de los poetas, que el amor no existía, que la mayoría de las relaciones era como un adicto a las drogas, una de las dos partes era la adicta (la más necesitada) y la otra quien suministraba la droga (la que menos necesita), entonces la persona menos necesitada es quien controla toda la relación, y la más necesitada sólo se rinde ante ella.
Incluso las parejas de ancianos que habían pasado muchos años juntos decían que “habían sobrevivido al matrimonio”, por lo que él decía, entonces en algún momento de la relación, a alguno de ellos no le quedo más que rendirse ante el otro y soportar el dolor de estar con él.
Un día este hombre caminaba por el parque y vio a una mujer que lloraba en una banca, se acercó y pregunto por qué lloraba, a lo que ella respondió que lloraba porque el amor no existe, entonces él se sintió sorprendido y quiso saber mas de ella, pronto se hicieron amigos, su relación era maravillosa, ambos se respetaban, se aceptaban como eran, ninguno
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