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La Persona Normal y Anormal y la Antropología de la Convivencia

Daniela QTrabajo7 de Abril de 2018

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La Persona Normal y Anormal y la Antropología de la Convivencia

(Por Daniela Quilodrán Cerda, Basado en el libro de Dr. Fernando Oyarzún Peña)

  1. Introducción

Hay un modo de ser persona surgido del acto de convivencia. Uno de los objetivos centrales del texto será mostrar las relaciones íntimas, estructurales, dialécticas, entre una idea médica de la persona humana y dichos actos de convivencia. Para esto, se abordarán actos tales como el paternal, docente, de amistad, amoroso-sexual y psicoterapéutico, todos ellos de suma importancia antropológica y necesarios en el proceso de ir siendo persona.

El modo en que se dan estas relaciones tiene un significado valórico y de sentido, pues si son satisfactorias e integradas, tiene origen la persona normal o ética; si no lo son, la persona anormal, egocéntrica o no ética.

Cada uno de estos actos relacionales tiene un fisonomía propia, pero a la vez comparte el núcleo básico de la personalización/despersonalización.

  1. La Persona Ética. Personalización - Despersonalización

Para el estudio de la Persona Ética, utilizaremos el acto relacional con el rostro del otro, el “cara a cara”, la “convivencia inter-expresiva”, que constituye su experiencia primordial configuradora. Es en este encuentro donde se da el proceso de personalización ética, por lo tanto, lo personal y lo ético están dialécticamente integrados.

Intimidad del proceso personalizador ético

El rostro de un otro se presenta como una configuración significativa, expresivo-comunicativa, en la que cristalizan múltiples bipolaridades: lo psico-corporal, lo singular-universal, el mundo y el sujeto, lo percibido-imaginado. En la relación el uno personal es convocado por el otro y se apropia de esta fisonomía significativa. Esto nos obliga a relacionarnos con una realidad distante, distinta y ajena, pero al mismo tiempo cercana, semejante y propia. Esta compleja experiencia tendrá su expresión en el cambio transfigurativo de cada uno de los rostros. La forma expresiva resultante sintetiza la unión integrativa del otro y el uno personales, involucrando de manera implícita la resultante conciencia personal ética.

En el proceso de personalización normal, entonces, tanto el otro como el uno se constituyen en realidades en que se integran dialécticamente lo ajeno y lo propio.

Esto no ocurre así en el “personaje” egocéntrico, que se estructura como un ente genérico, abstracto, proclive a conductas egoístas y utilitarias, que no parte de la realidad presentada sino de la representada de sí mismo, no del otro. Mientras la persona ética es la persona primariamente desde el otro, el personaje egocéntrico es la persona primariamente desde sí.

Dialéctica de persona ética – actos éticos

La persona ética, por su naturaleza significativa, es dadora de sentido o significado valórico. Asumirá actitudes y efectuará actos éticos satisfactorios, y éstos, retroactivamente, continuarán configurándola. Lo contrario ocurre cuando el proceso personalizador se altera.

La persona ética representa un contexto en que adquiere vigencia el significado estimativo-valórico. En este nivel se da un dinamismo complejamente dialéctico, donde es de suma importancia la bipolaridad “parte-todo”. La parte se identifica con el todo; la parte es parte y todo a la vez, no siendo lo uno ni lo otro por separado. Así sucede también con la persona en su relación con la polaridad del mundo, y es ésta una característica fundamental del ser humano: es y vale al mismo tiempo que va dejando de ser o valer lo que era o valía antes; coexiste su incompletud y precariedad con su necesidad de ir completándose. El todo personal se constituye en lo que hace a través de sus partes - acciones significativas. En la dialéctica parte-todo, ambas polaridades se co-determinan, se configuran mutuamente.

Conclusiones y proyecciones

La Persona Ética se constituye en el acto de relación desde y hacia el otro. El acto de convivencia lleva implícito la relación del sujeto consigo mismo. En suma, lo que hace posible la personalización del uno, requiere de la personalización ética del otro.

En el ámbito médico y psiquiátrico se acentúa la precariedad e incompletud antropológicas, en la necesidad de la ayuda del médico, cuyo significado valórico para el paciente resulta claramente muy importante.

En el ámbito educativo resalta como objetivo central el contribuir a la estructuración de la persona ética. De este modo, es necesaria la toma de conciencia de parte de los educadores de la trascendencia de su misión personalizadora, especialmente en la crítica situación histórica contemporánea en que se advierte una impersonalización de los vínculos interhumanos.

Cabe destacar nuevamente la importancia del rostro personal, de la experiencia del otro en su rostro. Es precisamente el rostro personal la básica condición de posibilidad de una relación que da origen a la persona ética. Por su naturaleza estructural nos exige tres posturas: asumir una actitud metódica fenomenológica (evitando actitudes apriorísticas, reductivistas), adoptar un modo de pensar dialéctico y permite que el conocer sea un acto vivo, nacido del acto de convivir.

Lo personal y lo ético concreto se co-determinan; no hay persona sin relación ética y no hay ética sin acto personal.

  1. El Personaje Egocéntrico

Mientras que la persona ética es primordialmente desde el otro, el personaje egocéntrico lo es excesivamente desde sí.

A diferencia del proceso personalizador normal, en el personaje egocéntrico se observa una rigidez enmascarante en la expresividad de su rostro, no se modifica de inmediato en respuesta a un otro. Esto es una anormal forma significativa reveladora de la disociación simbólica, una no integración de las bipolaridades interpersonales, una toma de conciencia no integrada, unilateral, proclive a extrapolaciones estimativas negativas.

Existen motivos favorecedores de la génesis del personaje egocéntrico. Por un lado están los actos de convivencia a lo largo del desarrollo personal desde la infancia. Destaca acá el rol de las figuras parentales, en que la ausencia de experiencias formadoras del ser personal dará como resultado un niño sumido en la desconfianza y que adoptará posturas egocéntricas. Por otro lado, desde un punto de vista histórico-cultural, la época presente constituye un fértil campo de cultivo para el florecimiento de personajes egocéntricos (individualistas, competitivos, utilizadores, no solidarios).

Contribuye también el ejercicio cotidiano y por largo tiempo de una función profesional técnica, en que el imperativo de operar con eficacia se realizará al precio de la despersonalización. Asimismo, un exceso de especialización implica la pérdida de una visión de totalidad y concreta singularidad.

        El lenguaje habitual también actúa favoreciendo la relación con el otro como personaje y no como persona. Por ejemplo los términos “hijo”, “padre”, “amigo”, etc. hacen referencia a significaciones de valor genérico, abstracto y no a la significación concreta, propia de la persona.

En este sentido adquiere trascendental importancia la relación directa con el rostro expresivo simbólico, que permite que la acción del personaje operativo, eficiente (como un profesor o un médico, por ejemplo), no se despersonalice y se impregne de la forma personal del mismo.

En el ámbito de la psiquiatría podemos objetivar claramente esta dialéctica personalización-despersonalización como normalidad-anormalidad, en nuestro pacientes cuyo núcleo psicopatológico es la despersonalización. Por ejemplo: pacientes caracterópatas neuróticos, psicopáticos (antisociales), depresivos, histéricos, etc. Inclusive en la medicina general emergen estos personajes egocéntricos (“somáticos” y con enfermedades crónicas). En ellos, tiene lugar una totalización del significado negativo de la parte, conduciendo a una concienciación sustitutiva del todo, es decir, la autoapreciación total se negativiza; por ende, se produce una despersonalización.

Se ha de resaltar nuevamente la importancia de la polaridad del mundo objetivo y del mundo personal, para que se produzca la satisfactoria e integrativa unión dialéctica de la parte y el todo, logrando una adecuada conciencia personal.

Es necesario diferenciar lo anormalmente egocéntrico en que hay un exagerado centrarse en sí mismo, prescindiendo del otro, de un normal amor propio que se integra armoniosamente con el aprecio al otro.

Desde otro punto de vista, persona y personaje podrían considerarse dos polaridades significativas presentes en cada ser humano. Su dialéctica integración origina una nueva realidad enriquecedora, como ocurre, por ejemplo, en un médico integral, a la vez técnico y humano.

  1. Convivencia Hijo-Padre y El Acto Paternal

La convivencia humana a lo largo del tiempo contribuye básicamente al proceso personalizador. La primera y básica fuente de personalización la constituye el mundo familiar satisfactorio. Por el contrario, si este mundo es insatisfactorio se convierte en fuente de despersonalización.

Cada figura parental desempeña para el hijo un papel formativo, personalizador, a la vez que simboliza un significado valórico propio, diferente y complementario al de la otra figura parental.

En este proceso, los padres van también convocando respuestas personales de parte del hijo. El niño se apropiará de los componentes significativos masculinos de la figura paterna, y la niña lo hará con lo femenino de la figura materna (se incluye acá el componente básico de la identidad sexual correspondiente).

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