La Responsabilidad Colectiva Ante La Crisis Moral Y Politica Colombiana

“La responsabilidad colectiva ante la crisis moral y política colombiana”

Si empezara este texto haciendo un paralelo entre lo que sucedió en Alemania durante la época nazi y lo que sucede en Colombia desde los orígenes de la república, podría decir que no es mucha la diferencia con respecto a la forma cómo los alemanes enfrentaron la barbarie y la manera cómo hemos permanecido haciéndolo los colombianos con el paso de los años.

Para todos es motivo de vergüenza y de humillación el recordar hechos históricos como la “limpieza étnica” que llevaron a cabo los nazis en aquel entonces, pero, muy pocas veces (casi nunca me atrevería a decir), nos inmutamos o nos fijamos en que la vergüenza debería ser mucho mayor para con nosotros mismos quienes dejamos que, casi un siglo después, se sigan presentando hechos análogos a éste.

La crisis en Colombia no nueva para nadie, es algo que se viene dando desde la época colonial, cuando los españoles, basados en la dichosa cristianización, provocaron desplazamientos de población y crearon la política de asimilación cultural de los indígenas con el fin oculto de explotarnos económica y territorialmente. Los indígenas fueron llevados a introducirse dentro de la civilización y, por ende, el elemento cultural indígena fue negado desde un principio quedando reprimido hasta hoy. Pero ésta sólo es una parte del factor cultural que influye en la problemática que atraviesa Colombia y no corresponde a la totalidad de la crisis moral y política que se vive en el país; sino que, la crisis colombiana es el conjunto de muchos factores entre los que podemos destacar el cultural, el político y el económico.

Si analizamos los otros dos factores que tienen parte dentro de la crisis que atraviesa el país podemos decir que el factor político va muy ligado al económico, porque depende del tipo de gobierno así también será la administración y manejo de recursos. Las estadísticas que arrojan los censos no son muy buenas, pues la mayoría de los colombianos, aproximadamente el 60%, vive en condiciones de pobreza. Colombia atravesó por una crisis económica grande a finales del siglo xx que, junto al conflicto interno, interrumpieron el crecimiento económico que veníamos presentando. El comercio exterior del país se sustenta, básicamente, en la exportación de materias primas y productos poco industrializados. De todos los países, Estados Unidos es nuestro socio principal con una inversión que representa el 50% de la inversión extranjera en el país. Sin embargo, son muy pocos los colombianos que sacan beneficios de las relaciones económicas con países industrializados debido a la desigualdad propia del sistema político y económico del país. Por lo que no es sorprendente que parte de la población joven, de escasos recursos que no puede acceder a educación ni a un empleo y que no reciben apoyo económico del estado, terminen ingresando a grupos armados ilegales buscando oportunidades, por lo menos, para satisfacer sus necesidades más básicas. Ahora, centrándonos en el aspecto político de la elevada violencia, queda más que claro y fácil de recordar que todo el conflicto político interno colombiano tiene sus orígenes en la incesante lucha bipartidista que se ha encargado de desangrar al país desde el siglo XIX. Esta lucha bipartidista es, aún, muy notoria hoy en día y es, de hecho, el principal problema político del país. Guerrilleros y paramilitares, Bacrims, narcotraficantes, incluso el propio Estado, todos basan su actuación en los ideales que de una u otra forma toman del conservatismo o la liberalidad. Colombia, al parecer, se ha convertido en un país sin derecho y sin ley. La incapacidad del Estado proviene, según algunos, de la histórica debilidad del mismo y de la inconformidad por parte de la mayoría de colombianos para los cuales el Estado no representa sus intereses. El Estado colombiano carece de legitimidad pues, además de no hacer presencia a lo largo de todo el territorio, no es aceptado por diversos grupos de la sociedad. Los actores políticos son desplazados por los protagonistas de todo tipo de violaciones a los derechos fundamentales; y, mientras el mundo se enfoca en la organización de un orden político mundial tomando como centro los derechos humanos, Colombia refleja un escenario aterrador de sus violaciones.

Por otra parte, y, a mi parecer, como punto de congruencia entre estos tres aspectos, en la conciencia colectiva de nosotros los ciudadanos vive aún un rechazo a la normatividad, la cual, por lo general, es percibida como impuesta por una instancia ajena a los destinatarios de la misma. Este punto triple,

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