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La Teodicea De Santo Tomas

cris21627 de Julio de 2014

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La demostración de la existencia de Dios. Conocemos la existencia de Dios, no por intuición inmediata, ni por demostración, sino por las criaturas. Tres tesis fundamentales resumen la teodicea tomista: en la "primera se exponen los argumentos demostrativos de la existencia de Dios; la segunda se refiere a la esencia divina en sí misma; la tercera considera a Dios en sus relaciones con el mundo, en cuanto creador y Causa primera.

La primera teoría inaceptable. En orden al problema del conocimiento de Dios hay dos sistemas opuestos, ambos inadmisibles, como vamos a ver: para el primero la existencia de Dios es evidente, no necesita demostración; para el segundo, lejos de ser un hecho de inmediata evidencia la existencia de Dios, ni siquiera es demostrable por la razón.

Por diferentes vías se ha intentado concluir que la existencia de Dios no necesita ser comprobada por el espectáculo de las criaturas. Unos dicen que basta pronunciar conscientemente el nombre de Dios para deducir el hecho de su existencia real. Los ontologistas de varios matices, afirman que conocemos a Dios, no por demostración, sino por visión directa e intuitiva.

Se entiende por Dios una entidad tan grande y tan perfecta que sea totalmente imposible concebir nada más perfecto y más grande; es así que tal ser existe, pues si no existiera podríamos concebir algo mejor; luego nos basta la idea de Dios para concluir o afirmar su existencia real. Nosotros concebimos que Dios tenga una existencia real, y si hay un Dios, necesariamente existe por sí mismo.

La segunda teoría es la teoría opuesta a la anterior. En este gran problema de la existencia de Dios, la Iglesia condena como contrarios a la doctrina católica, los siguientes sistemas.

El Agnosticismo según el cual de modo alguno la existencia de Dios puede ser objeto de la ciencia.

El Inmanentismo que pretende ser imposible por argumentos externos la demostración de la existencia de Dios, sólo asequible a la íntima experiencia de la conciencia humana.

El Positivismo y demás sistemas materialistas, que, encerrados en un mundo de fenómenos sensibles, no pueden elevarse a la región de un Dios espiritual.

El Kantismo afirmar que la razón humana nada alcanza más allá de lo fenomenal y que está sujeta a insolubles antinomias con relación a Dios, se ve obligado a concluir que todos nuestros argumentos racionales en pro de la existencia de Dios son ineficaces para demostrar la divina existencia.

Y por último el Tradicionalismo confiesa que la razón puede alcanzar ciertas verdades del orden sensible y físico, pero nunca elevarse hasta Dios sin el concurso de la fe, al menos de alguna fe humana.

De qué modo llega nuestra mente al conocimiento de Dios. Conocemos a Dios por ideas infusas, por intuición inmediata, por un don de la gracia, o por vía de razonamiento?

Todo conocimiento de Dios, aun el puramente natural de los filósofos paganos, sólo del mismo Dios puede venir; desprovisto de la gracia nada produce sino presunción, vanidad y hasta oposición al mismo Dios, en vez de sentimientos de adoración, de gratitud y de amor.

Si puede darse ignorancia invencible de Dios. Tres cosas podemos conocer en Dios mediante las criaturas: su divinidad, su poder y su eternidad. La Iglesia no admite que pueda uno tener idea del bien y del mal sin conocer de algún modo a Dios; que se pueda pecar contra la conciencia sin pecar contra Dios.

Por eso rechaza la distinción entre "el pecado filosófico, que pudiera ser grave sin ofender a Dios a quien desconoce, o en quien no piensa, y el pecado teológico, que es una libre transgresión de la ley divina.

La idea de Dios se halla al alcance de todo el mundo, racionalmente impresionado y aleccionado por el espectáculo del Universo. La divina providencia brilla ante nuestros ojos, basta mirar para descubrir sus efectos. La ley natural y sus preceptos está grabada por Dios en el corazón de todos los hombres.

Las cinco pruebas tomistas. Estas demostraciones de alcance universal se fundan en la contemplación u observación razonada de cuantos seres integran este mundo, orgánicos e inorgánicos, vegetales y animales, humanos y angélicos.

Se apoya la primera en el hecho del movimiento o pasividad de las criaturas; la segunda en su actividad o causalidad; la tercera en su esencia de carácter contingente, o igualmente dispuesta para ser y no ser; la cuarta en los grados de perfección; la quinta en el orden del Universo.

Exposición de la primera prueba. El hecho más innegable de cuantos presenciamos en el mundo es el movimiento. Todas las experiencias de todos los hombres lo confirman.

Ahora bien; el primer principio, o motor de todo movimiento, particular o general, necesariamente ha de ser un motor inmóvil o ser independiente y, de por sí, autor de todo los demás, a quien llamamos Dios. Todo lo que es movido, antes de pasar de la potencia al acto carece en sí mismo de la perfección que luego el acto le comunica; luego necesita de otro que le dé tal perfección.

Segunda parte. Todos los espacios del Universo conocido están llenos de causas eficientes, que no pudieron ser causas de sí mismas (nada puede ser causa antes de existir). Tales causas están de tal suerte encadenada y subordinada, que la una depende de la otra, o en su propio ser.

Toda causa que empieza, o pasa del no ser al ser, es preciso que tenga por primera causa una causa que nunca pudo empezar, que eternamente es el mismo ser esencial. No todas las causas dependen de otras.

Tercera parte. Estamos rodeados de objetos contingentes, que pueden ser y no ser. Ya que lo contingente no puede existir por sí mismo, necesita de otro que le comunique el ser. El argumento prueba no sólo la necesidad de algo necesario en el mundo, sino de un algo tan sublime que tenga el ser por sí mismo y sea la única fuente de todo ser, perfección absoluta, Acto puro.

Cuarta parte. Hay en el mundo inmensa variedad de cosas dotadas de más o menos ser, de más o menos vida, de más o menos inteligencia, etc. Esta causa de todo ser, de toda vida, de toda inteligencia y perfección, necesariamente posee en sí mismo todas las perfecciones, la plenitud del ser, es el Acto puro y verdadero Dios.

Quinta prueba. El orden supone al ordenador, el orden supremo al Ordenador soberano, o lo que es igual, una primera Inteligencia y esencial Sabiduría, distinta del mundo y superior a. todo lo demás, a quien adoramos con el nombre de Dios.

Vemos en la naturaleza un orden particular, propio de cada ser que tiende a su propio fin, y un orden universal resultante del conjunto, equivalente a la armonía de todas las cosas enderezadas a un supremo fin común. Cada uno de estos dos órdenes evidencia la necesidad de un supremo ordenador, todopoderoso y perfectísimo.

Las cinco pruebas tomistas nos conducen al primer Motor, al primer Agente, al primero y soberano Ser, al primero y supremo Ordenador y Gobernador, Fuente de toda existencia, Bien de todo bien, cuya visión ha de ser un día nuestra suprema felicidad.

La esencia divina. La esencia divina, por identificarse con la máxima e infinita actualidad del ser, por lo mismo que es el mismo ser subsistente, rectamente se nos propone así, como constituida en su razón metafísica, y por eso vemos en ella la razón de su perfección infinita. Esta proposición corta de un golpe la debatida cuestión escolástica relativa al constitutivo, o razón formal de la esencia divina. Llamamos constitutivo de una esencia aquello que en ésta se concibe como primer fundamento y raíz de todas las demás propiedades que a tal esencia convienen.

Lo primero y más perfecto en Dios es "la inteligencia en acto, o el supremo grado de intelección. Siendo Dios el origen y fuente de todo, no puede ser de otro: es de sí mismo y por sí mismo. Puesto que el ser en Dios no está como en nosotros, en grado imperfecto, sino en toda su infinita simplicidad y pureza, tiene que ser la fuente, la plenitud, el colmo y conjunto de todo.

Con la mayor claridad y energía afirma la Escritura que existe un Dios, único y creador, que por sola su voluntad y su palabra sacó de la nada todas las cosas, el cielo, la tierra y todo cuanto incluyen.

Resumen de las enseñanzas de la Iglesia. Uno, todos los símbolos, o profesiones de fe, ante todo nos proponen, como artículo fundamental, o nos mandan creer la existencia de un Dios único. Dos, Con no menor energía confiesa la Iglesia la absoluta transcendencia de Dios y su inconfundible distinción del mundo.

Confundir a Dios con los seres finitos, establecer la consubstancialidad de Dios y de la naturaleza, o hacer del mundo y de Dios una substancia universal, que se explaya y manifiesta en infinitas variedades.

Dios es el principio de todas las cosas, en cuanto alma del mundo. Tan distinto es del mundo, tan elevado sobre todas las más excelsas criaturas, según el sentir de la Iglesia, es Dios, que ni los justos por la gracia, ni los santos por la gloria, podrán jamás confundirse con El.

Dios no es otra cosa que la naturaleza; está sometido a cambios; en realidad, Dios se hace en el hombre y en el mundo; el universo y Dios son de la misma naturaleza; sólo hay un ser que es a la vez Dios y mundo, espíritu y materia, necesidad y libertad, verdadero y falso, justo e injusto.

Dios es absolutamente distinto del mundo que nos rodea, de nosotros mismos, de nuestro espíritu y de nuestro conocimiento.

Para conocer algo mejor la divina substancia, le da los más altos calificativos, que llamamos atributos divinos. Así decimos que Dios es infinito, inmenso, eterno, bueno, justo, etc. Hay atributos, llamados negativos,

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