La cibersociedad mejora la comunicación?
bralalaPráctica o problema1 de Abril de 2013
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¿La cibersociedad mejora la comunicación? (página 2)
Enviado por Djamel Toudert
Paralelamente a la moderna concepción de ergonomía, el diseño es nuestra vieja herramienta que ha emergido en los últimos años con todo su esplendor. Y decimos vieja porque desde que somos Homo, desde el Homo habilis, venimos diseñando objetos para resolver nuestros problemas. Y decimos ‘que ha emergido’ sabiendo que siempre estuvo ahí, acompañándonos a nuestra especie. Inconscientemente, sobre todo durante el siglo XX, alteramos el medio ambiente que nos rodeaba para hacerlo "más habitable". Esa es la inherente esencia de la tecnología: sustituye a los lentos mecanismos evolutivos de adaptación al entorno para poder, de una forma cada vez más rápida, seguir subsistiendo en el nuevo mundo que nos hemos inventado. El diseño pretende que todos vivamos mejor, resolviendo problemas cotidianos, que fueron de adaptación a nuestro entorno –antes ecosistema- y supervivencia en un inicio, y que en la actualidad –y desde hace algunos milenios- son de adaptación al nuevo entorno modificado que hemos ido creando. A este entorno artificial lo podemos denominar ergosistema, en analogía estricta con el concepto de ecosistema, pero referido a nuestro humanizado contexto, modificado por la mano humana, ejecutora del cerebro. En el ergosistema se relacionan las personas con los objetos, y ambas lo hacen en un contexto espaciotemporal específico. Y es en esa tríada de relaciones en las que las personas se comunican entre sí, con los objetos y con el medio, mediante los sentidos como herramientas esenciales y el cerebro tutelando e integrando la información semiótica que de ellos recibe. Recopilando, en los diversos marcos conceptuales en los que aparece, la cibersociedad se presenta a la vez como entorno modificado –ergosistema- y como una adaptación más a la que hemos llegado en nuestra cultura. En el fondo es una semántica dual heredada del propio concepto de sociedad. La sociedad se define (1) habitualmente de forma ambigua en los diccionarios de español (como el de la RAE) bien como una simple ‘reunión de personas, familias, pueblos o naciones’, o bien como una ‘agrupación natural o pactada de personas con el fin de cumplir, mediante la cooperación, todos o algunos de los fines de la vida.’. Uff (2). Los fines de la vida, ni más ni menos. Algunos diccionarios añaden además: ‘También se puede aplicar a los animales.’. Para rematar. La primera definición de sociedad es algo más laxa, y más sencilla. La segunda, aparentemente más específica, incluye varias cortinas de humo. Para empezar, plantear si la sociedad es ‘natural o pactada’ parece contraponer ambos conceptos, o ¿es que los pactos y la cooperación no se producen de manera natural en los primates? La alusión a los conocidos textos clásicos de Hobbes, Rosseau y Locke, parece obligada. Y después están los ‘fines de la vida’. Sinceramente, creo que a la mayor parte de lectores, como a mí mismo, nos interesan mucho cuáles son los fines de la vida, pero quizá mis fines no sean los suyos, y viceversa, y en cambio estamos en la misma sociedad, o en sociedades cercanas, o –si están leyendo este texto en la red- en la misma cibersociedad. Por otra parte, dadas las elevadas posibilidades combinatorias existentes en las agrupaciones de personas –clásicamente con cercanía espaciotemporal-, deberíamos hablar de sociedades en vez de sociedad, y de cibersociedades, en vez de cibersociedad. Por tanto, si algo podemos concluir de las fallidas definiciones de sociedad (3) es la necesidad de las personas, como elementos conformantes de las sociedades (y de las cibersociedades), y de una cooperación o relación positiva entre ellas, para la cual es imprescindible la comunicación. Además parece ser que nos reunimos con fines comunes, y que en la subsistencia de la especie humana, como en la de otros primates, fue imprescindible el vínculo social. Los fines comunes de partida fueron más que ‘fines de la vida’, ‘fines para la vida’. Pensando en los primeros grupos de homínidos, no muy numerosos, incluso se puede admitir la debatida versión más radical de las tesis de biólogos como Dawkins: el egoísmo genético. Es decir, el altruismo social podría estar justificado en un inicio para la supervivencia de grupos genéticamente muy próximos, prácticamente clanes familiares.
2. Cibersociedad y comunicación
Ya habrán notado varias discrepancias entre las sociedades –entendidas clásicamente- y las cibersociedades, tal como se suelen entender. En la cibersociedad (4) el vínculo entre personas ya no necesita de una cercanía espaciotemporal. Puedo comunicarme con personas muy lejanas físicamente, de un continente a otro –este Congreso es un ejemplo-, en lenguas distintas –gracias a los cada vez mejores traductores -, y sin que mi mensaje sea respondido al instante, como cuando mandas un mensaje a un foro de debate y te responden horas más tarde, quizá porque cuando tú lo mandaste la persona que te responde estaba durmiendo, en otro continente. Hay algunos condicionantes comunicativos tradicionales que la cibersociedad se ha saltado, de los que podemos prescindir en el medio virtual. La cibersociedad no sé si surge de manera natural, en el momento en el que el contexto virtual aparece, o pactada; como en la sociedad, la cibersociedad se genera a raíz de un pacto no escrito de colaboración entre las personas que, este caso detrás de cada ordenador, se comunican. Los fines de cada una de esas vidas pueden ser muy distintos, pero saben que en la cibersociedad tienen su espacio, quizá una web, quizá un chat o un foro, que les une a kilómetros de distancia. ¿A ver si va a ser que en la cibersociedad se reúne la gente según los fines de su vida? La cibersociedad es un ergosistema que no es común en todas las sociedades, no cohabita en toda sociedad, pues su extensión no es todavía global, y no existe en muchas culturas. La cibersociedad, como hemos dicho, aparece en las sociedades en las que está presente de modo multiforme. La cibersociedad no es la misma en todas partes, afortunadamente, porque aunque posee una enorme fuerza que tiende a homogeneizar, se manifiesta de múltiples maneras, e incide en cada sociedad integrándose, queramos o no, en su cultura, y modificándola. Parece que el cuerpo nos pide pronunciar la palabra: globalización. La cibersociedad forma parte de esa comunicación planetaria que nos conduce a hablar de globalización. Es una nueva agrupación de personas, una reciente sociedad con unos fines comunes. Acecha el peligro de la pérdida de identidad cultural, y que cada vez nos parezcamos más en el cibermundo, y a la vez aparecen recovecos en la red en los que se crean nuevas identidades culturales. Se contraponen dos fuerzas, una homogeneizadora, y otra que dispersa a los individuos. Como hablantes de una nueva variedad lingüística que, conocedores de la existencia del diccionario, mantienen viva su lengua, sus jergas y su identidad, innovando y generando nuevos mundos. Y entonces, vemos que la cibersociedad son más que personas unidas a lo lejos. Eso ya lo hacía el teléfono fijo y nadie habló de telefonosociedad. Hay un soporte informativo constante en la red, no efímero: la comunicación telefónica tradicional solía acabarse con la última exhalación del emisor y del receptor. Se cortaba la comunicación y ya no había más transmisión de información. Estaban aquellos números de información horaria o meteorológica, con los que jugábamos de niños, mientras una máquina iba diciendo la hora o repetía el pronóstico del tiempo para aquel día. Información ‘colgada’ en el teléfono, fíjense. El teléfono, como otros medios de comunicación, salvó el vínculo espacial comunicativo, pero no el temporal (5). En principio además sólo funcionaba por el canal oral-auditivo, hasta que llegó la videoconferencia. La red contiene constantemente miles de informaciones colgadas, accesibles (me permito esta primera aparición inapropiada, tras el título, del término accesible), al menos para un usuario sano. Tenemos comunicación cuando queramos y, como con los libros, podemos disponer de las páginas web a voluntad (siempre que la conexión no nos juegue una mala pasada, todos peleamos con nuestros primeros módems). Las informaciones de las que disponemos y que podemos transmitir en la actualidad ya no son sólo visuales, sino también auditivas: la cibersociedad es reflejo de un mundo cada vez más audiovisual. Los otros sentidos, el tacto, el olfato y el gusto son los olvidados de la cibersociedad. Curiosamente el olfato lo tenemos bastante atrofiado hace siglos, aunque sobrevivan narices excelentes y muy cotizadas en la enología y la industria del perfume. El tacto por su parte cada vez lo usamos menos: cada vez nos tocamos menos. Entiéndanme, no sean malpensados, estoy hablando en general. Pensemos en las demostraciones de afecto que manifestamos a lo largo del día, en cuántas veces acariciamos, o rozamos a nuestros seres queridos. Parece que a la sociedad de le falta tacto. El gusto, por su parte, sí goza de buena salud en la sociedad, incluso está en la cresta de la ola. Así se concedió el reciente premio Ciudad de Barcelona, 2004, a la imagen de la ciudad, a el conocido cocinero Ferrán Adriá. Y cuando en la sociedad un tipo de comunicación está de moda, por extensión aflora también en la cibersociedad –en forma de múltiples sitios gastronómicos, por ejemplo-, mostrándonos ese estrecho vínculo que tiene con la sociedad del momento. Algunos pensarán que los comentarios anteriores sobre la poca relevancia del resto de sentidos, los no audiovisuales, pueden ser excesivos dada la tecnología actual que sustenta la cibersociedad. Me permito la libertad de imaginar una
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