La disciplina en Foucault y a la luz del enfoque sociocultural
DavidLoyoEnsayo2 de Julio de 2023
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Maestría en Estudios del Discurso y Literacidades Académicas
Análisis Crítico del Discurso y Literacidades Académicas
Dr. Antonio Mateos Castro
La disciplina en Foucault y a la luz del enfoque sociocultural
David Loyo Pérez
Para no obviar la costumbre, empezaré aquí por un par de reconocimientos: el primero de ellos es que los planteamientos de este trabajo han resultado ser un enfrentamiento directo a algunas de las ideas que sostengo, particularmente, a la examinación y a la individuación que, según Foucault, disciplinas como la psicología ejercen sobre los sujetos. El segundo está, nuevamente, vinculado con mi desconocimiento de la obra del autor, por lo que advierto, que las ideas aquí vertidas podrían ser resultado de interpretaciones inadecuadas.
Habiendo explicitado lo anterior, este texto se organiza en dos grandes apartados: el primero resume el texto titulado Disciplina que es el capítulo tres del libro Vigilar y Castigar escrito por Michel Foucault, en 1975, y traducido por Aurelio Garzón del Camino, e impreso, en 2003, en Argentina; es por esto por lo que todas las citas contenidas en este apartado hacen referencia a este texto. Por su parte, en el segundo apartado, discuto brevemente algunas de las ideas de Foucault con base en los marcos teóricos del posgrado, mi disciplina (psicología) y mi trabajo de investigación. Sin más:
La disciplina según Foucault
En su propuesta, Foucault analiza un fenómeno al que denomina disciplina. De esta, comenta, han existido en los siglos pasados ejemplos diversos: el claustro y el ejército, por mencionar algunos. Pero no es sino hasta la edad clásica y posteriormente cuando su aplicación ha alcanzado un auge que controla de manera imperceptible muchos –si no es que todos– los aspectos de nuestra vida.
La disciplina, dice Foucault, nace en un momento histórico en el que el poder reconoce que es posible y necesario extraer del cuerpo más provecho del que hasta ese entonces se obtenía por la asunción de que unos nacían para desarrollar ciertas actividades. El caso particular citado para demostrarlo es el del soldado; labor para la cual, antes de la edad clásica, había que poseer desde el nacimiento las características que eventualmente te harían digno de llevarla a cabo. Con la aplicación de la disciplina, “el soldado se ha convertido en algo que se fabrica; (…) de un cuerpo inepto, se ha hecho la máquina que se necesitaba” (p. 82). ¿Cómo se consigue esto? Y, más importante aún, ¿de dónde nació esta idea?
Para este autor francés, la disciplina no es algo cuya invención resulte reciente. La novedad en la disciplina es su aplicación. En sus orígenes, esta era autoimpuesta o impuesta por medio de una violencia explícita a un grupo de sujetos, de modo que la ganancia que podía obtenerse de los cuerpos sometidos era limitada. En cambio, a partir de su vinculación con el proceso de acumulación de capital, la disciplina ha alcanzado la magnitud actual. No se tiene claro, sin embargo, qué ha impulsado qué o si ambos procesos inician a la par, lo cierto es que “no habría sido posible resolver el problema de la acumulación de los hombres [a partir de la disciplina] sin el crecimiento de un aparato de producción capaz a la vez de mantenerlos y de utilizarlos” (p. 133); y, de igual forma, las ventajas que se obtienen a través de la disciplina aplicada sobre los cuerpos “aceleran el movimiento de acumulación de capital.” (p. 133).
¿Cómo es, pues, que este proceso se pone en marcha? En su análisis, Foucault sugiere que las disciplinas se valen de las distribuciones, el control de las actividades, la organización de las génesis y la composición de fuerzas. Lo primero implica que los sujetos han de ser puestos en espacios funcionales:
“a cada individuo su lugar; y en cada emplazamiento un individuo. (…) Se trata de establecer las presencias y las ausencias, de saber dónde y cómo encontrar a los individuos, instaurar las comunicaciones útiles, interrumpir las que no lo son, poder en cada instante vigilar la conducta de cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las cualidades o los méritos.” (pp. 85-86).
En suma, de tener a los sujetos dispuestos en posiciones tales que sea posible, al mismo tiempo, mantenerlos no sólo vigilados sino ocupados a cada uno en las actividades que le competen.
Lo segundo –el control de las actividades–, se basa, a su vez, en cinco principios: el empleo del tiempo, la elaboración temporal del acto, el establecimiento de la correlación cuerpo-gesto, la articulación cuerpo-objeto y la utilización exhaustiva. Se trata aquí, básicamente de ocupar el cuerpo y su tiempo en actividades productivas. Se trata de descomponer sus acciones (las del cuerpo y las del gesto) en elementos mínimos y registrar los movimientos minúsculos que toman al cuerpo llevar a cabo una tarea para, de esta forma, aplicarlos con el gasto mínimo de tiempo y la ganancia máxima de recursos producidos. Con esto se busca imponer “la mejor relación entre un gesto y la actitud global del cuerpo, que es su condición de eficacia y de rapidez. (…) nada debe permanecer ocioso o inútil” (p. 92). Así pues, la disciplina configura una nueva forma de entender el tiempo a través de “una economía positiva” (p. 93) que busca “extraer, del tiempo, cada vez más instantes disponibles y, de cada instante, cada vez más fuerzas útiles.” (p. 93).
En el tercer caso –la organización de las génesis– la disciplina ha elaborado una pedagogía de las actividades que las descompone en múltiples series que se conectan unas con otras desde el elemento más simple de la actividad hasta un punto ideal de desempeño que el sujeto debe lograr a partir de sucesiones progresivas de elementos un poco más complejos cada uno. Una vez logrado el más complejo de la serie y aprobada una evaluación diseñada para comprobarlo, el sujeto pasará a una segunda serie para aprender o realizar su elemento más simple. Esta (la evaluación o prueba –como él la llama) tiene “por triple función indicar si el sujeto ha alcanzado el nivel estatutario, garantizar la conformidad de su aprendizaje con el de los demás y diferenciar las dotes de cada individuo.” (p. 96). Así pues, el sujeto está inmerso ante cada actividad en una pedagogía que le prescribe ejercicios que realizar para lograr cada uno de los elementos que constituyen una de las tantas series en las que pueda descomponerse la actividad global. De tal modo que hace posible reconocer para el observador, por la naturaleza de los ejercicios que realiza el sujeto, su desempeño y estatus al interior de las múltiples series.
Sobre la composición de las fuerzas, Foucault comenta que la disciplina emplea la táctica para obtener el mayor provecho de las fuerzas de los unos ajustadas a las fuerzas de los otros. No se trata simplemente de imponerse a un solo cuerpo, sino de ponerlo en una cadena de producción en la que se insertan muchos cuerpos de los que hay que obtener resultados óptimos, todos ellos coordinados para trabajar a la par cada cual en su respectiva tarea (que puede ser la misma). El objetivo de “la disciplina no es ya simplemente un arte de distribuir cuerpos, de extraer de ellos y de acumular tiempo, sino de componer unas fuerzas para obtener un aparato eficaz.” (p. 100). En consecuencia, lo que importa de este cuerpo no es necesariamente sus características individuales, sino el lugar que ocupa en esta cadena, por lo que se le considera un cuerpo-segmento. Para poder echar a andar esta maquinaria constituida por múltiples cuerpos-segmentos, es menester contar con un sistema de mando capaz de reducir a la sola expresión de una señal las órdenes que los cuerpos-segmentos deben acatar antes siquiera de que estas sean formuladas:
“se trata no de comprender la orden sino de percibir la señal, de reaccionar al punto, de acuerdo con un código más o menos artificial establecido de antemano. Situar los cuerpos en un pequeño mundo de señales a cada una de las cuales está adscrita una respuesta obligada, y una sola» (p. 101).
Habiendo expuesto esto, Foucault explica lo que él llama los medios del buen encausamiento para referirse a aquellas formas en las que la disciplina consigue el sometimiento de los sujetos. Estos son, a saber: la vigilancia jerárquica, la sanción normalizadora y el examen. El éxito de la disciplina, comenta, “se debe sin duda al uso de [estos] instrumentos simples” (p. 104).
Su aplicación –la extracción constante de provecho a partir del sometimiento–, sin embargo, trae consigo nuevos problemas: la necesidad de una vigilancia constante que permita tal aprovechamiento “para hacer visibles a quienes se encuentran dentro; (…) obrar sobre aquellos a quienes abriga (…), conducir hasta ellos los efectos del poder, ofrecerlos a un conocimiento, modificarlos.” (p. 105). Se aplica entonces la vigilancia jerárquica. Foucault comenta que las instituciones se han abocado a la creación de dispositivos que permitan la vigilancia constante de los sujetos: “han llegado a formar, en torno de los hombres, un aparato de observación, de registro y de encauzamiento de la conducta.” (p. 106). Estos dispositivos que descansan sobre los individuos se organizan, en apariencia, a través de relaciones de arriba-abajo: sujetos encumbrados que vigilan a sus subordinados. No obstante, la vigilancia también sucede de abajo-arriba y lateralmente. Los subordinados vigilando a los encumbrados, y cada grupo entre sus miembros. Así, “este sistema hace que ‘resista’ el conjunto, y lo atraviesa íntegramente por efectos de poder que se apoyan unos sobre otros: vigilantes perpetuamente vigilados.” (p. 108).
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