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La historia en Joaquin de Fiore y Ubertino de Casale


Enviado por   •  15 de Noviembre de 2018  •  Ensayos  •  1.796 Palabras (8 Páginas)  •  176 Visitas

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Desde tiempos remotos, el concepto de “Historia” se ha insertado en diversas sociedades según los propios acontecimientos que han experimentado los individuos a nivel mundial. Por tal motivo, muchos intelectuales tienen como objetivo darle cierto significado, o mejor dicho, atribuirle su pensamiento a aquella noción, en vista de lo que ellos mismos entienden bajo los preceptos de la época en la que viven. Algunos de esos eruditos son Joaquín de Fiore y Ubertino de Casale. El primero, fue un abad nacido alrededor de 1135 en el reino de Nápoles, específicamente en Calabria. Se especializó -en su mayoría- en tópicos relacionados con filosofía y teología y así, conformó diferentes escritos sobre ello adoptando una visión esperanzadora (triunfalista) de los hechos; Por otro lado, el segundo personaje nació aproximadamente en el año 1259, convirtiéndose posteriormente a la orden franciscana. Sin embargo, a diferencia del abad, la perspectiva de Ubertino era algo más pesimista. Mediante esto, el siguiente trabajo se enfocará en el concepto de historia según lo que establecen ambos personajes anteriormente mencionados, y para ello se utilizaron dos escritos. Uno, corresponde a una selección de textos de Joaquín de Fiore y el otro, de igual manera es una selección que tiene por nombre Árbol de la vida crucificada de Jesús de Ubertino de Casale.

Frente a esto, primeramente comenzaré con el abad de Fiore. Con la finalidad de entenderlo mejor, es necesario tener en cuenta que más o menos desde el siglo VI hasta Joaquín de Fiore (S. XII) , existió una intranquilidad por las distintas teorías que le conciernen al fin de los tiempos. Todo ello, se debe principalmente a que se va a hallar una incertidumbre escatológica intensa, de modo que, las colectividades creyentes intentan entender aquel enfoque del cosmos fragmentado en dos extremos: por un lado está el terreno que consistiría en la idea de que siempre se estará en contacto con el pecado y por lo tanto, con la misma perversión del hombre; y otra triunfalista, también conocidos como optimistas, de manera que tratan constantemente -de alguna forma- salir de esta tierra con tal de orientarse en lo que ofrece la Iglesia del cielo. Frente a tal tensión, toda la misión escatológica cristiana se evapora, es decir, se deteriora su capacidad temporal y se vuelve más allá de lo temporal por lo que a lo extenso de la historia quedará determinado lo que se conoce como aceleración histórica.

En este contexto nace Joaquín de Fiore. Este personaje no es un profeta sino que su preocupación es claramente pedagógica, porque así lograría prodigar su misión mediante la difusión de los preceptos del cristianismo con el objetivo de establecer la plenitud de los tiempos. Para ello, el abad pretende instruir a los monjes con el objetivo de que busquen y encuentren a los falsos profetas, esos que querían interpretar la historia desde los acontecimientos actuales. Asimismo, de Fiore al centrarse en un punto de vista más optimista-triunfalista, anhela que la Iglesia se vuelva a mirar a sí misma y se proyecte hacia el futuro. En virtud de ello Joaquín pretende utilizar un sistema basado en la concordancia, es decir, él hará referencia al punto en común que posee el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento ya que, él cree que lo que se promete en el Antiguo se cumple en el Nuevo. En consecuencia, este personaje pelea con aquellos que dicen que el AT fue producto del demonio y en NT por Jesús. Mediante aquello y gracias al sistema pedagógico que el abad empleaba, utilizó dibujos - considerando que en esa época la mayoría de la población era analfabeta- para expresar claramente el mensaje que debía transmitir, y de hecho el concepto de concordancia funciona en otro plano, en donde las figuras históricas van a constituir eventos de salvación.

En este sentido, Joaquín de Fiore termina por dejar una huella significativa en occidente principalmente porque se pone a pensar la historia con sus respectivas situaciones, de modo que busca claves de interpretación para tales acontecimientos. Pese a que no se consideraba a sí mismo como un profeta, sabía que debía entregarle un mensaje lleno de esperanza a la comunidad que se veía sumergida en las ideas de apocalipticismo y el fin de los tiempos. Para ello, su real propósito era revelar, interpretar y propagar un mensaje de esperanza que se podría establecer dentro de la sociedad del periodo, es decir, un buen lugar posible, también conocido como eutopía, y por lo tanto busca plantear algo en su totalidad distinto a una utopía. Por tal motivo, asienta la concepción de historia como símbolo que posee lugar y tiempo a la vez, instaurando en su corriente la división tripartita, mejor conocida como la Trinidad. De esta manera, se cree que el tiempo lineal está sustentado en la tripartición, también conocido como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en la cual no es posible que estas figuras estén distanciadas y por ende se complementan el uno al otro, ajustándose netamente a un mundo que fuera parte de la espiritualidad del hombre a través de la unión entre el sentido y la historia y no en un ambiente político-social como se presenta, por ejemplo, en la República de Platón. A raíz de ello, gracias a la enseñanza escatológica que desea impartir, relacionándose

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