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Levedad Del Ser


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2014  •  27.271 Palabras (110 Páginas)  •  199 Visitas

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Antoine Prost

DOCE LECCIONES SOBRE LA HISTORIA

Frónesis Cátedra Universidad de València

Doce lecciones es un volumen estructurado a partir de las grandes preocupaciones que hoy nos inquietan a los historiadores, tomando los avances de la disciplina y los autores del pasado como un legado, como un capital que hacer productivo para uso de nuevas generaciones. Esas preocupaciones de Prost van desde lo que significa actualmente la profesión, la deontología, las normas y las convenciones que aceptamos, hasta el modo en que se escribe la historia y los procedimientos persuasivos que adoptamos para convertir lo verdadero en verosímil.

Introducción

La historia depende de la posición social e institucional de quien la escribe. La historiografía intenta alentar por diversas vías una perspectiva crítica sobre lo que hacemos cuando pretendemos hacer historia.

1. La historia en la sociedad francesa de los siglos XIX y XX

La disciplina denominada historia se trata de una realidad histórica en sí misma, esto es, situada en el espacio y en el tiempo, elaborada por unos hombres que se dicen historiadores, más que una disciplina científica, como lo pretende ser y como lo es efectivamente hasta cierto punto, la historia es una práctica social.

El estudio que lleva a cabo un grupo profesional con sus prácticas y su evolución. Existen grupos de historiadores que se reclaman pertenecientes a determinadas tradiciones que constituyen escuela, que reconocen las reglas constitutivas de su oficio común, que respetan una deontología y que practican ritos de incorporación y de exclusión, los historiadores hacen la historia para un público. Indudablemente se mueven también por la curiosidad intelectual, el amor a la verdad, el culto a la ciencia.

Sus propios discursos historiográficos dependen de una historia indisolublemente social y cultural. Aquello que los historiadores de una época o de una escuela dicen de su disciplina permite una doble lectura: la primera, es la de la concepción de la historia que sus textos proponen; la segunda, atenta a su contexto.

Los historiadores que escriben sobre la historia están condenados a pronunciarse frente a sus precursores y a sus colegas contemporáneos. Más aún, deben tener en cuenta el conjunto de la sociedad y las partes de aquella a las que se dirigen, su propia epistemología es también en parte una historia. El caso francés lo ilustra de manera ejemplar.

LA HISTORIA EN FRANCIA: UNA POSICIÓN PRIVILEGIADA

La historia ocupa una posición eminente en el universo cultural y social de los franceses. Los franceses se muestran unánimes cuando piensan que su identidad, incluso su propia existencia nacional depende de la enseñanza de la historia.

Esta particular posición de la disciplina en la tradición cultural francesa parece estar, pues, vinculada al lugar que se le asigna en la enseñanza.

Desde este punto de vista, existe una evidente diferencia entre las dos etapas de la enseñanza, la secundaria y la primaria. En aquélla, la historia es obligatoria desde 1880. Es decir, durante el siglo XIX, la historia no es propia de la escolarización popular, sino más bien materia de notables.

LOS USOS SOCIALES DE LA HISTORIA EN EL SIGLO XIX

La historia en la enseñanza secundaria

Esta materia se enseñó en los liceos y en los colegios antes de que se impartiera en las facultades. De entrada, se trata de un desfase sorprendente, aunque sirve para explicar la posición central que la enseñanza secundaria ocupa en la sociedad francesa. Será necesario esperar a la derrota de 1870 y a la llegada de los republicanos para que su enseñanza científica forme parte de la facultad con profesores relativamente especializados con historiadores hasta cierto punto “profesionales”.

Será después de 1814 cuando se incorpore verdaderamente a los programas de la secundaria y a partir de 1818 será materia obligatoria desde quinto. Todos los hombres influyentes de la Francia de siglo XIX fueron forjados con la historia.

El lugar oficial que ocupa la historia no coincide necesariamente con aquel que tiene de hecho en los trabajos y en los cursos de los liceos.

Una clara tendencia: la enseñanza de la historia se emancipa progresivamente de la tutela de las humanidades para conquistar su autonomía y avanzar hasta la contemporaneidad. Esta doble evolución, de métodos y de contenidos, se encamina en gran medida a la especialización progresiva de los profesores de historia. El origen de un profesor especializado data de 1818. Se confirma en 1830 cuando se instituya una agregación en historia que permita formar y reclutar un pequeño núcleo de historiadores cualificados.

Era capital que la materia fuese impartida en la secundaria por especialistas. El recurso a profesores especializados transforma radicalmente la enseñanza. Los textos clásicos se convierten en fuentes al servicio del historiador, que trata de comprender los contextos en los que se insertan.

Este mismo movimiento refuerza la posición dada a la historia contemporánea. Con Víctor Duruy, que fue ministro entre 1863 y 1869 la importancia de los últimos siglos se acrecienta. La Revolución y prosigue hasta 1863, una perspectiva muy atenta a lo sucedido en otros países y la historia que hoy denominaríamos económica y social.

Revisada en sucesivas ocasiones, esta armazón de los programas de historia subsistió hasta 1902 y se caracterizó por un recorrido continuo del tiempo histórico. La agregación se convierte en la vía habitual para reclutar profesores especializados, formados desde ahora por los historiadores profesiones de las facultades de letras. La reforma de 1902 acabará por perfilar esta enseñanza, distinguiendo un primer y un segundo ciclos que recorren todos los periodos, desde los orígenes hasta el presente.

Un tercer aspecto de interés es que esta evolución hacia una historia más autónoma, más contemporánea y más sintética no se hizo

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