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MATERIA, FORMA Y SU RELACIÓN TRASCENDENTAL EN LA PERSONA HUMANA

arnol1994Tesina29 de Septiembre de 2022

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CAPÍTULO I. MATERIA, FORMA Y SU RELACIÓN TRASCENDENTAL EN LA PERSONA HUMANA

1.1 Materia y forma como principios constitutivos de la substancia corpórea

Como lo menciona el Aquinate en la objeción citada anteriormente, en la cuestión 7 de la Suma de Teología, todos los seres que constituyen el mundo material poseerán, de este modo una composición hilemórfica, cosa que en Dios no ocurre, y que esta será no solo el sustrato en el que ocurre cualquier cambio en el ente que lo padece; sino que materia y forma, serán causas intrínsecas del mismo ser del ente material. Una de ellas tendrá la función de acto, de elemento determinante del ente a componer, que será la forma; y la otra, fungirá como elemento potencial, como la capacidad de hacer real y actual la determinación de la forma en el ente a componer, que será la materia.

La forma y la materia son causas entre sí en cuanto al ser, pues la forma da a la materia el ser en acto y la materia se lo da a la forma en cuanto que la sustenta. Digo que ambas son causas entre sí del ser ya sea simpliciter o secundum quid, pues la forma substancial da el ser absoluto a la materia, y la forma accidental da el ser relativo a la materia, en cuanto que también es una forma.   También  la

materia en algunos casos no sustenta la forma según el ser absoluto, sino en cuanto que es una forma de algo que posee el ser en él, como es el caso del cuerpo humano con respecto al alma racional.[1]

Las substancias compuestas están constituidas por dos principios intrínsecos: la materia y la forma. Ambos forman una composición estructurada según la potencia y el acto.[2]

Ahora, pasemos a definir y desglosar en qué consisten cada uno de estos dos cooprincipios de lo real y sensible; pero comenzando esta vez por la forma, ya que desde su explicación es más fácil para el entendimiento comprender la definición y el modo propio de actuar de la materia en esta relación recíproca.

La forma es aquel elemento, que habíamos identificado como el que cambia, cuando el cambio o movimiento implica la corrupción de una substancia y la generación de otra; de igual modo es aquel elemento que podemos abstraer desde el uso de nuestro entendimiento de los entes materiales;[3] por lo tanto es aquel que provee de características específicas y particulares a cada uno de los entes, es el elemento que hace ser a cada entidad lo que es. Según Louis de Raeymaeker, experto en filosofía tomista del ser, la forma es el elemento más complejo de esta unión, ya que identifica a la forma como el elemento de especificación y como la razón de toda determinación esencial[4]; esto es, la forma es el elemento que provee al ente particular de la especie que posee, es lo que hace al oso ser oso, y al hombre ser hombre; es también el elemento que provee al ente del grado de perfección que le es propio. La forma es, en resumen; el cooprincipio que dota a la substancia o ente de toda la determinación que le es propia, es quien lo determina, le hace pertenecer a la especie o clase de ente que le corresponde; aclarando que no es una única forma la que determina a todos los entes de la misma especie, sino una forma particular para cada uno, proveyéndolo también así de las características particulares que le son propias; y también le concede al ente el grado de perfección que le es propio en la jerarquía de los seres, siendo naturalmente, unos más o menos perfectos que otros.

El principio de especificación es la razón real interna de toda la determinación esencial del ser considerado: se le llama el «principio formal fundamental» o forma substancial, es decir, la razón del grado de perfección según el cual el ser particular subsiste en sí mismo (por el principio de existencia correspondiente) y participa del valor de ser. En lenguaje escolástico, todo principio de determinación se llama acto.[5]

La materia, por su parte, es un elemento común a todos los compuestos substanciales[6]; ya que no es la que especifica de modo particular lo que es cada uno de ellos en tanto que entes, sino es la que permite que en todos y cada uno de los entes materiales se hagan reales y actuales todos los elementos que les determinan a ser lo que son. Según el tomista Raeymaeker la forma es el cooprincipio de toda substancia que le posibilita hacer reales los elementos determinativos y constitutivos dados por la forma, no añade nada en lo que se refiere a la perfección o a la determinación del ente que constituye, sino que únicamente permite la realización de la esencia de uno u otro ser; por esto también se le conoce como principio de indeterminación. Es, al ser la que recibe la forma y le permite realizar su actualidad, un principio de receptividad, por lo tanto es una potencia, ya que posibilita la actualización y realización de la forma en tanto que acto. Al ser el principio de toda materialidad de la substancia, de cualquier substancia material, se le conoce como materia prima. Ésta, debe estar siempre unida a la forma, actualizándola, para poder existir; ya que absolutamente nada puede existir sin estar determinado en lo que es, sin distinguirse de los demás, sin ser algo particular.

El principio de individuación no es la razón de ningún nuevo grado de perfección, sino del modo individual que afecta al grado de perfección (determinado por la forma) de tal ser considerado. Porque este principio no es la razón de ningún grado de perfección o determinación, se le llama principio de indeterminación.

Sin embargo, no es puramente negativo, lo cual apenas tendría sentido: como relación trascendental cuyo término es la forma, participa de la determinación formal, «recibe la forma»; es, por consiguiente, de suyo, un principio de receptividad, de determinabilidad; es lo que se llama una potencia, un principio potencial. Como la forma substancial es la razón real interna de toda determinación fundamental de un ser particular y como el principio correspondiente no puede ser la razón de ninguna determinación, este principio es una «pura potencia»; por oposición a la forma substancial, se le llama materia prima, es decir, principio material fundamental o substancial.

La materia prima no puede existir, ni por un instante, sin estar actualmente unida a la forma; en efecto, ningún ser puede ser real sin estar determinado en sí mismo, sin distinguirse determinadamente de todos los demás, sin ser «un» ser. Ahora bien: la materia prima no es una fuente de determinación, sino que es la razón de la manera en que se realiza la determinación esencial de tal ser.[7]

Es así que la materia y la forma son de manera necesaria, según Tomás de Aquino y los pensadores de su misma corriente, los constitutivos y cooprincipios de los que todo lo real material obtiene su propia realidad en el mundo; sin ellos y su intrínseca unidad nada de lo sensible tendría posibilidad siquiera de ser, si una le faltara a la otra, no habría substancialidad; o en su defecto, si su unidad intrínseca se perdiera en un momento determinado, la substancia se corrompería y dejaría de existir en los modos y grados de esencialidad y perfección que le otorgaban.

1.2 Acto de ser, intensidad y jerarquía

La doctrina tomista, que toma consigo bases filosóficas aristotélicas, sostiene y explica que el mundo y las criaturas poseen ciertas perfecciones comunes entre sí. Estas perfecciones son características comunes inmateriales, pero que se reflejan siempre por medio del ser material de los entes particulares; estas características inmateriales que poseen en común todos los entes, son denominados universales. Estos son rasgos comunes ontológicos; que poseen todas las cosas en razón de su ser más íntimo, y no en cambio, por sus características accidentales propias de cada uno; estos son la entidad, la unidad, la bondad, la verdad y la belleza; y todos son infundidos por Dios en sus creaturas por un modo conocido como participación.

En Dios, todas y cada una de estas perfecciones se identifican con su esencia. El Aquinate, en la Suma contra los gentiles, en su capítulo XVIII, afirma que en Dios no es posible que exista la composición, no puede ser una suma de partes; por lo tanto Dios es el mismo Ser.

Al decir que Dios es “el mismo ser” o que su esencia coincide con su ser, porque no es ya un receptáculo limitador, tal como ocurre en los entes creados se le atribuyen todas las perfecciones, ya que el ser es la perfección suprema.[8]

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