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NATURALEZA HUMANA

19600005413 de Febrero de 2014

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NSAYO SOBRE LA NATURALEZA DEL HOMBRE – LA CARENCIA Y LA PARADOJA - LA SENCILLEZ COMO DEFINICIÓN DE LA VIDA

por Julio Miguel Panchuk

Uno se interroga sobre el hombre, es la eterna necesidad de saber qué somos, por qué somos, y para qué somos.

Luego del proceso de pensamiento acerca de estas cuestiones, básicamente determinado que en principio somos uno. Uno en el sentido estricto, uno puesto en el mundo, interactuando con el mundo, con la cultura de ese mundo, con los rituales de ese mundo, etc., etc. Uno consigo mismo.

Uno con un “self” establecido conforme a las carencias o déficits que, en consecuencia, siguiendo el postulado que somos eminentemente nuestra conducta nos adaptamos o pretendemos hacerlo a fuerza incluso en un proceso permanente y que sólo termina con nuestra muerte.

En principio la mente del ser humano y su conformación somática y por ende funcional a sus aptitudes para vivir en, dentro o transformar la naturaleza es la que importa para el ser. Aunque él no lo sepa, aunque crea en la presencia de un “yo” que lo distingue de los demás y lo “personaliza”, la verdad parece desprenderse de una situación biológica del proceso de adaptación. Es decir, que para que exista la necesaria homeostasis buscada genéticamente, estructural y funcionalmente por el cerebro para proveer a dos situaciones que le son inherentes: la procreación de la especie, y la sobrevivencia, el fenómeno adaptativo del cerebro pasa por confeccionar la idea de que uno es una persona.

En este proceso de individuación parece centrarse todo.

Desde el punto de vista empírico el fenómeno adaptativo conlleva para que el ser siga siendo la necesidad de re-conocimiento de los demás hacia uno. Y recíprocamente.

Las normas culturales sociales no parecen ser tan complejas. Su diseño obedece a la creación histórica de estas normas. El resultado confluye a brindar satisfacción a estos mandatos genéticos de procreación y de sobrevivencia. En lo primitivo ya las normas culturales sociales y del proceso adaptativo de los seres humanos funcionaron. Esta es la razón por la que siguió evolucionando hacia adelante en el tiempo, a medida que las sociedades humanas crecían y se adentraban en el conocimiento de la necesidad de las estructuras físicas de concentración social para poder realizar un más confortable modo de vida, que viene necesariamente de la mano de la asociación de los seres humanos en la creación organizada de ciudades, conceptos culturales de mínima y de máxima. Y la propia atribución emblemática ya del grupo al través de lo propicio del lenguaje como elemento funcional para que todo esto cobre algún sentido.

La tendencia al intercambio se vio definida así en un sistema de permisiones que se llama área de reserva o libertad. Esta libertad dejaba al hombre solo entre todos, le permitía ensayar sus conductas y perseguir la satisfacción de sus necesidades, siempre en forma organizada o no, pero con un valladar: el de no invadir la misma esfera de goce de esta autonomía relativa del otro. So pretexto de pagar con sus huesos en la cárcel o ser excluído como antisocial. En lo demás el hombre viviría para que el grupo funcione, y lo seguirá haciendo siempre.

Así como los animales son territoriales y delimitan con orín un territorio, el hombre es también territorial, pero su territorio puede ser muy pequeño en relación al de un animal, porque un animal necesita un territorio relativamente grande para realizar el goce de sus necesidades básicas, y el hombre por su proceso de culturalización , de estructuración de la manada humana y de la individuación de un líder dentro de esa manada, allega a considerarse potencialmente importante dentro de la estructura social determinada, cualquiera sea su nivel de evolución.

Algo es único y forzoso de que haga siempre el ser humano: seguir el proceso adaptativo para ser considerado por los demás como integrante inclusivo de la sociedad (ya dije, sea cual fuere ésta, tenga el tiempo de existencia que tenga, y la calidad y refinamiento cultural que tenga, como los iconos en los cuales funde su presencia institucional en el tiempo).

Uno nace en un determinado círculo que se integra al conjunto social, que se llamará la familia en la mayoría de los casos, o la sociedad pondrá una institución para que – de no tenerla por cualquier circunstancia – ese ser sea adoptado por otra célula como esta o metido en un instituto de crianza construido para dichos fines por la sociedad.

Si bien se desconoce el por qué los seres complejos tienen algo denominado como “afecto” una capacidad afectiva inherente al sí mismo, ya que en la estructura somática y de homeostasis lo único que vale es que todos los parénquimas y estructuras corporales “sean” para que el cerebro sea alimentado (el mismo cerebro, p.ej. regula la temperatura corporal, la cantidad de flujo de sangre que requiere, y demás elementos que posibilitan estar vivo o existir esta unidad llamada león, perro, hombre etc.) vale entonces decir que el primer objetivo de la existencia luego del poder alimentar todas las funciones vitales puras, es también consecuente el alimentar el campo afectivo del ser.

Por qué? Porque el ser tiene una necesidad básica en lo afectivo, de otro modo –haciendo una comparación muy directa- sería como una iguana, limitándose a satisfacer estos dos elementos básicos que signan su existencia: procreación y sobrevivencia.

Pero los afectos, al parecer, forman parte esencial del ser, sin afecto por más que el aspecto somático esté correctamente integrado, alimentado etc., no puedo haber vida por mucho tiempo.

El afecto y la necesidad de afecto son consecuencias del existir, y constituyen un combustible alimenticio que en los seres complejos pasa a ser natural ya. Si interpretamos por natural al proceso que es inherente al ser por “naturaleza” o por forzosa necesidad.

Para que se satisfaga esta necesidad de afecto, es necesario que ya en el mismo proceso de nacimiento a la vida exista alguien que satisfaga esta necesidad. La madre, por excelencia, es quien tiene como objeto el dar afecto al sujeto del afecto: su propia creación. Por más que haya habido otro ser –masculino - en dicho proceso natural de formación-fertilización de ese huevo interno o cigoto luego de la relación sexual la madre es la que lo lleva a ese huevo o saco que contiene el fruto de esa creación en marcha hacia su exterioridad dentro de su ser, su estructura ha sido creada naturalmente para ello, y el proceso de formación del feto lo siente dentro de su ser como un hecho intransferible aunque común.

Parece obvio que el momento del nacimiento sea traumático para este ser, porque la naturaleza de las cosas posibilitó que en un determinado tiempo de gestación, ese ser se estructurara biológicamente y afectivamente para poder salir al mundo convertido en “otro”.

En ese lugar en que moraba recibía todo lo necesario desde el punto de vista biológico, y también recibía cuidados y afecto, el medio en que se encontraba el feto en gestación era “perfecto” nada más le faltaba que seguir allí. Al salir a la vida como “otro” más de los seres de su tipo o especie y encima hacerlo de forma traumática pues adquiría noción de que estaba “separado” de su madre, el ser nacido esta vez dependía y dependerá de los solícitos cuidados de su madre, en sus primeros años de vida en el sentido puramente alimentario desde la leche materna, hasta el de afecto, el primer afecto incondicional, puro, el que necesariamente provocará el sentido de “separatidad” de la madre, y de interacción social con otros seres luego de la separación de la madre para cobrar individuación como persona.

En todo el proceso de vida del ser humano (los animales complejos tienen en su mayoría establecido hasta como una determinación el qué serán y asumido genéticamente el proceso de separatidad sin mayores inconvenientes), entonces, la madre será el único elemento válido o genuino de verdadero amor.

Por su incondicionalidad y por su naturaleza. Pero al separarse de su madre biológicamente y tener forzosamente que seguir el proceso adaptativo social, el proceso de culturalización, y de re-conocimiento de los otros, buscará necesariamente por mandato genético de sobrevivencia de la especie una pareja, que dado el estado actual de la sociedad en su mayoría está conformado por encontrar otra persona de otro sexo, para proseguir el cumplimiento de este mandato, o del mismo sexo. Esto último no tiene mayor importancia social, por el crecimiento exponencial del hombre en la tierra y la profunda transformación que su propia existencia causa y causó en la misma naturaleza que obliga a repensar el problema de la homosexualidad como algo inherente a los seres humanos que también es producto de la afectividad y hasta mayúscula por lo paradojal.

El fin, al parecer, justifica los medios. Tanto en la pareja heterosexual y exogámica como en la homosexualidad, lo único que es connatural a ambos unidos es la necesidad de dar y recibir afecto, y reconocimiento de la propia unidad biológica y afectiva del yo.

De ello se desprende que el hombre es producto de sus “carencias” sufridas en todo este proceso, o de sus déficits.

Cuando uno se pregunta dentro de la organización social cada vez más funcional y operativa para producir bienes de uso, capital etc., por qué el hombre tiende a la excelencia en su comportamiento productivo y social, nace la paradoja que lo explica: esto sobreviene de su propio sistema de carencias.

Que un filósofo haga o “cree” un sistema de explicación a las cosas o situaciones más oscuras y controvertidas

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