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Neoliberalismo


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2014  •  1.413 Palabras (6 Páginas)  •  174 Visitas

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La crisis global contemporánea que apenas estamos viendo nacer, como constatan las profundas desestabilizaciones económicas recientes de Europa y EU derribando la ilusión de que conformaba un fenómeno puramente pasajero, constituye, sin duda, la crisis más compleja, de mayores alcances e inéditos riesgos, de la historia del capitalismo. Ha llegado cimbrando y haciendo pedazos la imagen promovida por el discurso del poder “neoliberal” en la vuelta de siglo, ante todo con el crecimiento de EU y el acelerado posicionamiento de China en la economía del orbe, de que presuntamente había sucedido ya el ingreso irreversible a una nueva belle époque .

Reeditando la euforia que acompañó las fases de auge de la acumulación capitalista en el pasado –euforia que estuvo ahí en el primer auge que generó la edificación de la economía moderna en Occidente en los siglos XVIII y la primera mitad del siglo XIX, que volvió a suscitarse con el segundo auge que se dio en el tránsito del siglo XIX al siglo XX y que nuevamente existió en el marco del crecimiento de postguerra que integró lo que los franceses califican como los trente glorieuses –, el crecimiento de fin de siglo XX y primeros años del siglo XXI fue precipitadamente exacerbado como el símbolo no solo de un progreso económico y político garantizado para todas las naciones, sino como el símbolo de un nuevo capitalismo que, al “globalizarse” con el “neoliberalismo”, llegaba para vencer y dejar atrás la repetición cíclica de las crisis.

Una mirada panorámica a la historia del discurso convencional sobre la economía moderna puede rápidamente reconocer que en él, metamorfoseándose para transitar de una forma a otra, el desarrollo del poder planetario, con sus efectos depredatorios del mundo social y natural, ha sido y sigue siendo sistemáticamente objeto de una inversión con la que se le recubre bajo la ilusión de un progreso económico y social presuntamente indetenible. Sin embargo, de modo incluso más radical a los impactos contra el mito del progreso que trajeron consigo el surgimiento de las grandes crisis en la historia anterior, la nueva crisis mundial ha explotado haciendo estallar la ilusión de que el capitalismo del siglo XXI había surgido de un cambio epocal con el que las crisis quedaban reducidas a un supuesto fenómeno del pasado. La crisis en la realidad histórica, chocando contra él, ha vuelto inocultable la crisis del mito del progreso.

Primero, frente a la economía convencional marginalista y neoclásica que, a lo largo de casi medio siglo, había enarbolado al libre juego de las fuerzas del mercado como presunto fundamento imbatible de un crecimiento económico irreversible, llegó la crisis del 29 entrando en escena para pulverizar su perspectiva. Después, ante la ilusión de una economía de bienestar generalizable fomentada por el keynesianismo, no con el principio laissez faire laissez passer sino, al revés, con el Estado social como su soporte, entró en vigor la crisis que empezó en los setenta del siglo pasado poniendo en cuestión su horizonte. Ahora, frente a la obstinada insistencia en los mercados como infalibles mecanismos autoregulados, la crisis que ha explotado hacia el cierre de la primera década de este siglo lo ha hecho haciendo venirse abajo la ilusión “neoliberal” de que ese sería el fundamento no solo del equilibrio económico sino, como se hizo con el planteamiento de las reglas de Hotelling, incluso del equilibrio ecológico, que supuestamente producirían los movimientos de la tasa de interés para propiciar un uso óptimo de la naturaleza y sus recursos. 1 Que alguien como Paul Krugman advierta que, adelantándose a la marcha de la crisis mundial, Japón perdió una década aplicando una tras otra las medidas económicas recomendadas para encarar su estancamiento sin lograr nada, constituye una ventana a la incapacidad explicativa de la economía convencional. En la historia de la modernidad, cada gran crisis ha puesto en jaque el discurso económico preponderante hasta antes de su estallido y la metamorfosis de éste le ha permitido abrirle camino al mito de que el cambio de política económica podría garantizar el progreso. Pero la crisis actual, justo por su especificidad doblemente global, es decir, debido a que impacta a la globalidad del mundo y, a la par, porque penetra la globalidad de dimensiones de la vida social moderna, está colocando al mito del progreso en su crisis más radical. La ilusión que tanto fomenta el ethos realista, que la modernidad realmente existente constituye

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