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Obra completa de las coéforas


Enviado por   •  14 de Abril de 2018  •  Ensayos  •  4.905 Palabras (20 Páginas)  •  211 Visitas

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LAS  COÉFORAS, de Esquilo

Adaptación de Emilio Flor

 

ARGUMENTO

 

Coéforas forma parte de la única trilogía que se conserva íntegra. La primera lleva el título de Agamenón y la tercera el de Las Euménides. Orestes, pasados varios años del terrible asesinato de su padre Agamenón a manos de Clitemnestra y de Egisto, tras consultar el oráculo de Delfos y escuchar a Apolo, regresa del exilio para vengarle. Con la ayuda de su hermana Electra y con la complicidad del coro llevará a cabo su deseo de venganza, pero…

No doy más información; seréis vosotros, con la supervisión del profesorado, quienes disfrutaréis al investigar y exponer ante vuestros compañeros los conocimientos alcanzados.

ORESTES.- ¡Hermes subterráneo, tú, que contemplas el poder de mi padre, sé mi salvador; sé mi aliado, te lo pido,  ahora que regreso a esta tierra! Junto a esta tumba, te suplico, padre, que me escuches y que me atiendas. A Ínaco ofrezco este bucle por mi crianza y éste otro como ofrenda de duelo, pues no pude llorar en tu muerte ni levantar los brazos en tu entierro. Pero, ¿Qué es lo estoy viendo? ¿Qué significa ese grupo de mujeres enlutadas que se encamina e este lugar? ¿Acaso una nueva desgracia cae sobre este palacio? ¿O se encaminan con el fin de ofrecer libaciones en honor de mi padre? Se confirma, sin duda, pues parece que les acompaña Electra, mi dolorida hermana. Me lo asegura el sombrío aspecto de ella. ¡Oh Zeus, concédeme que pueda vengar la muerte de mi padre y dígnate ser mi aliado! Me apartaré para observar sus acciones.  

CORO.-  Con estos fúnebres dones de palacio enviada vengo. Con son doliente mis manos hieren sin tregua mi seno; sangrientos surcos mis uñas en mis mejillas abrieron; ¡Ay! Que de lágrimas vivo, gemidos es mi alimento. En jirones estallaron mis vestiduras gimiendo, cual si mi muerte lloraran y fuera suyo mi duelo. Erizada la crin, respirando ira, de sueños temerosos precedido, mientras envuelve al alcázar densa noche, aparece el terror. Siniestro grito llega del fondo del palacio y luego, terrible y pavoroso, en el recinto del gineceo cae. Convocados en la regia mansión los adivinos, en nombre de los dioses, declaran que del Orco en los abismos los manes irritados piden de sus verdugos el castigo. Con esta ofrenda ingrata, para alejar de esta mansión la ruina, ¡Oh Tierra, madre Tierra! aquí me manda una mujer impía. Decir mi labio teme palabras de expiación. Si de la herida la humeante sangre brota,¿cuál será la expiación que la redima? ¡Ay, mísera morada! ¡Ay, casa de mis reyes destruida! ¡Ay, tenebrosa noche, del sol y de los hombres enemiga, que este palacio cubres desde que su señor perdió la vida! ¿Qué fue de aquella majestad que un tiempo, soberana, invencible, omnipotente, los corazones cautivar sabía y dictar a los pueblos sabias leyes? ¡Pasó y en su lugar impera el miedo! Como a Dios, más que a Dios, incienso ofrecen a la mundana dicha los mortales. Mas la Justicia, vigilante siempre, ya súbita llegue en pleno día, ya las sombras de la tarde espere, la iniquidad castiga y el malvado en la noche infinita desaparece. Bebió la madre tierra la sangre por el crimen derramada; se secóya, pero jamás se borra la vengadora mancha. Crudelísimos tormentos el corazón del criminal desgarran. ¿Quién al nupcial retiro devolverá la santidad violada? Ni si del orbe las corrientes todas en una se juntaran, purificar podrían la mano por el crimen mancillada. Yo, que en tierra extraña gimo en mísero cautiverio, a mi hogar arrebatada por voluntad de los cielos, ya lo malo me ordenen, ya me ordenen lo bueno, fuerza es que la ley acate de quien de mi vida es dueño y del corazón reprima la indignación y el despecho. El desventurado sino de mis señores lamento, mas,  ¡ay!, escondido corre mi llanto bajo este velo.

ELECTRA.- Esclavas, fieles servidoras de palacio, ya que me acompañáis en la ofrenda, dadme vuestro consejo.¿Qué palabras debo decir junto a las libaciones?¿Y con qué lenguaje piadoso? ¿Acaso diré que las ofrezco en nombre de mi madre, su esposa? Imposible, no puedo. O, como es costumbre en el mundo, diré “ a los que te envían estas ofrendas, otórgales un regalo venturoso, digno de sus crímenes”?¿ O bien, en silencio, como murió mi padre, ya vertida la libación, me retiro sin volver los ojos? Aconsejadme, amigas, pues en la casa un mismo odio compartimos. Y no ocultéis vuestro corazón por miedo porque el hado aguarda igual al libre como al esclavo. Hablad, si tenéis algo más sensato que decir.

CORIFEO.- Puesto que respeto la tumba de tu padre como si fuera un altar, deseo revelarte las palabras ocultas en mi pecho.

ELECTRA.-  Habla, ya que respetas la tumba de mi padre.

CORIFEO.- Mientras viertes libaciones, reza palabras piadosas por los que le han sido fieles.

ELECTRA.-  ¿Y a quién de entre mis amigos puedo invocar?

CORIFEO.-  Ante todo, a ti misma y a todo el que odie a Egisto.

ELECTRA.-  Entonces serán por ti y por mí esos rezos. CORIFEO.-  Considera tú misma tus palabras.

ELECTRA.- ¿Y a quién más aunar a nuestra causa?

CORIFEO.-  Recuerda a Orestes aunque esté lejos.

ELECTRA.-  Es bueno tu consejo.

CORIFEO.-  Recuerda también a los culpables de su muerte.

ELECTRA.-  ¿Y luego….? Ilumina mi ignorancia.

CORIFEO.-  Que un hombre o un dios aparezca contra ellos. ELECTRA-.  ¿Hablas de un juez o de un vengador?

CORIFEO.-  No; di sólo “ que dé muerte por muerte” ELECTRA.-  ¿Es piadoso pedir esto a los dioses?

CORIFEO.-  ¿Cómo no va a ser sagrado y piadoso devolver mal por mal a los enemigos?

ELECTRA.-  (Inicia el ritual de las libaciones). ¡Oh heraldo supremo del que vive en y bajo tierra, oh Hermes, ayúdame!, pide a los dioses del subsuelo y ala misma Tierra que escuchen mis oraciones. Y yo, mientras vierto agua lustral, invocando a mi padre le digo: “Compadécete de mi y de mi querido Orestes. Procura que la luz brille de nuevo en esta casa. Errantes caminamos, vendidos por nuestra madre que en tu lugar ha tomado por esposo a Egisto, cómplice de tu muerte. Yo soy tratada como una esclava, Orestes vive desterrado y sin bienes, mientras ellos gozan con insolencia de lo conseguido por tu esfuerzo. También te pido que vuelva Orestes. Respecto a mí, concédeme que seas más casta que mi madre y que mis manos sean más piadosas.Estas peticiones son para nosotros. Para mis enemigos imploro, padre, que venga un vengador y que con justicia mueran tus asesinos. De nuevo te suplico que para nosotros envíes bendiciones y gozo con la ayuda del Cielo, de la Tierra y de la Justicia”. Mis súplicas son éstas, mientras derramo en tu honor estas ofrendas. Y vosotras, según el rito, con vuestros lamentos coronadlas entonando el peán de los difuntos.

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