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PRESENDENTES HISTÓRICOS DEL HAMBITO HERMENÉUTICO Jean Grondin


Enviado por   •  6 de Enero de 2015  •  1.128 Palabras (5 Páginas)  •  195 Visitas

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Jean Grondin ( 1955 -) es un filósofo y un profesor canadiense. Él es un especialista en el pensamiento de Immanuel Kant , de Hans-Georg Gadamer y Martin Heidegger . Su investigación se centra en la hermenéutica, la fenomenología, la filosofía clásica alemana y la historia de la metafísica .

Después de realizar los estudios filosóficos de todo el ciclo de primera y la segunda a la Universidad de Montreal , que escribió una tesis sobre el concepto de verdad en la hermenéutica en la Universidad de Tübingen (1982), donde también estudió filología clásica y la teología . Enseñó en la Universidad Laval de Quebec desde 1982 hasta 1990 y la Universidad de Ottawa en el período 1990-1991, profesor visitante en Lausanne , Niza , Minsk , Nápoles , San Salvador , Port-au-Prince y Tucumán . Jean Grondin enseña en la Universidad de Montreal desde 1991 .

“Los precedentes históricos del ámbito hermenéutico”, sienta las bases para comprender cómo la hermenéutica se vincula con el conocimiento del mundo: “Sólo puede surgir una hermenéutica cuando resulta seguro que las imágenes del mundo no son simples duplicaciones de la realidad tal como es, sino que representan interpretaciones pragmáticas, es decir, implícitas en nuestra relación hablante con el mundo” (p. 41).

Al hablar del campo semántico de la palabra “hermeneuin”, señala tres direcciones de su significado: expresar (afirmar, hablar), explicar (interpretar, aclarar) y traducir. Grondin se queda sólo con los dos principales significados: expresar e interpretar, y toma partido por la interpretación internalista de la hermenéutica: “El interpretar busca el sentido interior detrás de lo expresado en tanto que el expresar da a conocer algo interior.

El enunciado ermeneía siempre es la traslación de pensamientos que se encuentran en el alma (o sea desde el interior) al lenguaje exterior” (p. 45). Desde esta interpretación presenta prácticamente todas las formas de comprender y utilizar la hermenéutica. Inicia con la doctrina estoica del ‘logos’ interior y exterior para la explicación alegórica de los mitos. Así cita, entre los estoicos, a Filón de Alejandría (13 a.C.–54 d.C.), quien queriendo interpretar los textos bíblicos, intuye el carácter universal de lo alegórico. La unión de lo alegórico con lo tipológico permitió a Orígenes interpretar el Antiguo Testamento como alegoría del Nuevo Testamento.

El rechazo posterior (siglos IV y V) a esta universalización dio pie a un nuevo interés por lo histórico y lo literal, que, a decir de Grondin, se acerca bastante al método histórico-crítico de la Edad Moderna.

San Agustín (354–430) es presentado como la autoridad en la hermenéutica. Heidegger y el mismo Gadamer reconocen que de Agustín proviene la distinción entre el actus signatus (predicción) y el actus exercitus (su ejecución posterior).

Para Grondin, Agustín es el padre de la hermenéutica existencialista. Las evidencias de esto abundan en la obra de Agustín de Hipona y señala que esa hermenéutica está hoy más presente que nunca: “Gadamer aprendió de Agustín que el sentido transmitido por el lenguaje ‘no es un sentido lógico que se pueda abstraer del enunciado, sino que significa el entrelazamiento que se produce en él” (pp. 67–68).

Grondin hace aquí una aportación importante inspirada en la posición de Agustín, desde donde critica que Occidente haya insistido demasiado en la lógica cuando se refiere a la interpretación: “La fijación del pensamiento occidental en la proposición significa, por tanto, una reducción del lenguaje que omite su dimensión decisiva, es decir, omite que cualquier discurso está incluido en un diálogo” (p. 68). El diálogo es apertura, universalidad. Este diálogo “no puede ser sólo el lenguaje hablado, sino la ‘palabra interior’, porque toda proposición tiene presupuestos que no enuncia”(p. 68).

La importancia que Grondin otorga a Agustín no le impide decir que la tradición hermenéutica fue cultivada sobre todo por el protestantismo (Schleiermacher, Dilthey, Bultman, Ebeling y Gadamer), aunque pone en duda si el mismo Lutero desarrolló una teoría hermenéutica. El universalismo hermenéutico que adopta el protestantismo siguiendo a Lutero indica que la palabra da todo lo que pueden revelar las Escrituras, pero que requiere además la fiel ejecución de la palabra; de lo contrario, ésta sigue siendo letra muerta

Otro empuje hacia la universalidad de la hermenéutica procede de Georg Friedrich Meier (1718–1777), esta vez aplicándose a todo el universo de los signos, incluyendo los naturales. Señala Grondin que detrás de esta universalidad se encuentra la doctrina general de los signos o semiótica, propuesta por Leibniz “bajo el título programático de ‘characteristica universalis’. ‘Universalis’ significa aquí que en este mundo todo es signo y que cada signo remite a la conexión universal de todos los signos” (p. 93). Comprender, por tanto, equivale a integrar un signo en el contexto universal de los signos. Con esto, señala Grondin, la universalidad de la hermenéutica parece ir de la mano de la característica universal y semiótica.

“La hermenéutica romántica y Schleiermacher”, presenta primero a Friedrich Schlegel, y posteriormente muestra a Schleiermacher influido por las explicaciones hermenéuticas y profundamente románticas de Schlegel, pero vinculado directamente con la hermenéutica más antigua, contra quienes lo consideran el fundador de la hermenéutica. Schleiermacher elabora su hermenéutica general en dos vertientes: la gramática, que contempla el lenguaje desde la totalidad de su uso lingüístico, y la técnica o psicológica, que trata de comprender el lenguaje como expresión de algo interior. La práctica hermenéutica de Schleiermacher consiste en evitar el malentendido, ya que “el malentendido es lo obvio y que el entender debeser en todo punto lo que se pretende y se busca” (p. 112). Sin embargo, a partir de la expresión de Schleiermacher de que “el no entender nunca se puede disipar del todo”, Grondin enfatiza lo inalcanzable del principio de la mejor comprensión, de tal forma que siempre habrá que profundizar en lo que se está interpretando. Para Grondin, Schleiermacher no abandonó los objetivos de la hermenéutica antigua, y explícitamente rechaza la lectura psicologizante que Dilthey hizo de Schleiermacher: “sólo se puede culpar a Schleiermacher de una psicologización no pertinente cuando se omite el horizonte dialéctico o, más precisamente, dialógico de su hermenéutica” (p. 116). Pero éste no es el caso, porque Schleiermacher considera que “la hermenéutica se apoya en una base dialéctica: interpretar un texto significa entrar en un diálogo con él, plantearle preguntas y dejar que él también nos plantee preguntas.

Entrando en los problemas del historismo”, está dedicado a la corriente del histerismo, también llamado relativismo, que tiene como doctrina básica que “todo fenómeno singular debe comprenderse a partir del contexto de su época” (p. 119). El primer problema que Grondin plantea al historismo es de carácter epistemológico: ¿cómo se puede defender la idea de una verdad vinculante que no sea al mismo tiempo relativizable? ¿Habría que admitir que todo queda absorbido por la integridad de las condiciones temporales respectivas? ¿Cómo se puede salir de la circularidad hermenéutica de nuestra historicidad, si es que realmente es posible?

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