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PROBLEMAS Y PREOCUPACIONES DE LA FILOSOFIA

etebane18 de Septiembre de 2012

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PROBLEMAS Y PREOCUPACIONES DE LA FILOSOFIA

Francisco Lara Salazar.

INTRODUCCIÓN

En la existencia de los hombres las verdades cambian y cambia la concepción de la verdad, pero la búsqueda por la verdad, la disposición de saber y de comunión libre y desinteresada con el ser y con los otros, permanece inalterable, como una forma común de ser hombre. La vida no es el mero instinto, ni es tan sólo el orden de las necesidades de la subsistencia. La existencia no obedece únicamente a los resortes del interés y del provecho, pues el sujeto humano real y concreto no es, radicalmente, el individuo esencialmente aislado y afanado exclusivamente en su beneficio personal. Esto es, el hombre no solamente busca aquellos medios puramente que le faciliten la sobrevivencia a sus preocupaciones y problemas cotidianos y realización personal sino que también busca aquel tipo de verdades que se sitúan más allá de lo útil, de lo inmediato y de lo pragmático y que no tienen un carácter “tan” cotidiano y sí un sentido u horizonte trascendental y que para intentar encontrar una respuesta estos se sitúan en un terreno de la especulación, la reflexión, la meditación y la crítica. El hombre tiene afán de verdades, afán incansable de búsqueda de explicaciones racionales, claras, universales y necesarias, en mucha ocasiones verdades objetivas, experimentables y comprobables. El hombre es el ser que por actitud vocacional otea la verdad. Existe eligiendo y buscando, preocupado y ocupado por el encuentro con la verdad.

El propósito de este escrito es exponer algunas consideraciones acerca de la naturaleza de aquellas cuestiones que preocupan a la filosofía, su diferencia con aquellos problemas que ocupan la esfera de la vida diaria y la naturaleza vocacional del pensamiento filosófico.

I. Los problemas cotidianos.

El hombre se caracteriza por tres cualidades singulares y distintivas, a saber, el pensamiento, el lenguaje y el trabajo. Características indisolubles que constituyen al hombre como el único ser que es capaz de llevar un proceso de representación, de expresión y de transformación de la naturaleza. Han sido estas características las que históricamente le han permitido enfrentar y resolver los problemas que la vida le ha planteado. El pensamiento como esa capacidad de representación abstracta del mundo, el lenguaje como esa facultad de expresión lógica-estética de la realidad y el trabajo como esa habilidad de transformación consciente de la realidad, le han otorgado la posibilidad al ser humano de hallar o de elaborar una explicación tanto a sus problemas como a sus preocupaciones, es decir, le han permitido construir la vida humana. Así entonces, pensamiento, lenguaje y trabajo son tres habilidades que el hombre ha tenido que desarrollar precisamente porque la vida humana esta llena de preocupaciones y de problemas, algunos de los cuales se resuelven de manera inmediata a través de una actividad práctica y de una actitud pragmática, dado que su estructura da lugar o encuentra una solución rápida, singular, contingente y fragmentaria, donde el criterio de verdad es el de la operatividad y el de la utilidad en tanto los fines están jerarquizados desde una racionalidad o forma de concebir el sentido del mundo desde la necesidad, es decir, desde aquella dimensión donde el hombre se ve precisado a desarrolla actividades que le permitan subsistir, lugar en el que inadvertidamente los contenidos de esta forma de vida se originan por medio de una sedimentación inexplicable de prácticas y esquemas de múltiple naturaleza, y que una vez incorporadas al curso de la vida de todos los días se tornan estables y logran persistir épocalmente, haciendo aparecer, incluso nuevas rutinas y hábitos que no hacen más que prolongar los fines de una conducta y de un pensamiento ocupado en su totalidad por el interés como fin último; interés de control, de dominio, de poder, de lucro, de ... todo, ¡menos de la vida! ¡menos del ser mismo!. Otros problemas en cambio, por más que el hombre se haga cargo de ellos, las respuestas satisfactorias no aparecen, puesto que más que problemas son preocupaciones, y éstas están antes que la ocupación más allá de la actividad práctica exigida por el orden y ritmo de la vida común, es decir, de la vida cotidiana, ámbito en el que el hombre se encuentra inmerso en un mundo ya determinado, existente e independiente de él. Este mundo de la vida cotidiana se le presenta ya constituido y aquí él debe conservarse y dar prueba de capacidad vital. Esto es, el hombre nace en condiciones sociales concretas, en sistemas concretos de expectativas, dentro de instituciones establecidas. Ante todo debe de aprender a "usar" las cosas, apropiándose de los sistemas de uso y de los sistemas de expectativas, esto es, debe de conservarse exactamente en el mundo necesario y posible en una época determinada en el ámbito de un estrato social dado. Por consiguiente, la reproducción del hombre particular es siempre reproducción de un hombre histórico, de un particular en un mundo concreto. De ahí que el orden de problemas que el hombre enfrenta en este ámbito de su existencia se identifiquen por su fragmentación y su carácter inercial, contingente y utilitario, lo que da lugar a que el hombre se integre a una serie de conductas que intervienen en el desenvolvimiento regular de una forma de vida que transcurre a través de rutinas y situaciones habituales cuyo entrelazamiento constituye la parte preponderante de la existencia diaria de los individuos y grupos. Es evidente entonces que los problemas que ocupan al hombre en el nivel de la vida cotidiana presenten gran elasticidad en cuanto a contenidos y manifestaciones, que los mismos pueden ser relativamente escasos, sencillos y coherentes entre sí, que abundantes, alambicados y dispares. Son, en todo caso, problemas que se resuelven y ya, por supuesto siempre y cuando el hombre se ocupe de ellos, aunque estos volverán a estar presentes al día siguiente, es decir, son problemas de todo los días, permanentes, que se conservan en su repetición y que en conjunto conforman un patrón global de la vida, donde basta, incluso inconscientemente, adquirir las "mañas" y maneras de repuestas inmediatas, dado que aquí no se exige o no se responde a fines cognoscitivos que busquen el trasfondo del ser de las cosas más allá de su apariencia con las que se hacen presente al hombre en sus actos. Aquí sin duda que tiene función como criterio de verdad o guía de conocimiento la rutina, la costumbre, el hábito, la tradición, y ahora hasta la opinión del profesional de la diversión que es capaz a fuerza de aparecer todos los días, durante las mañanas y por las noches en la pantalla de los televisores que llenan la soledad de los hogares y que dan la ilusión de la existencia de la comunicación familiar, de dirigir las actividades y verdades humanas. Sin duda que es en la esfera del consumo y de la diversión donde se ve acentuado esa forma de racionalidad que busca a toda costa la ganancia y la utilidad sobre cualquiera otro fin que el hombre tenga como motivo o razón de su existencia. Incluso, ahora, contemporáneamente se intuye, que la vida cotidiana queda determinada por la estructura del mercado. Intuición nada descabellada, pues el hombre se ve de pronto atrapado en una lógica que le obliga a dejar de ser ciudadano para convertirse en consumidor. Atrapado literalmente en todos sus sentidos por una sinfonía de texturas, colores, sonidos, aromas, sabores de mercancías que hacen del hipermercado el jardín de las delicias o ese paraíso terrenal con el cual el hombre siempre ha soñado; encerrado en un paisaje de montañas de carne, de pan, de frutas y legumbres que sin el esfuerzo de cultivarlas mágicamente aparecen al paso de la señora o del señor que habituado semana a semana a hacer las compras se mueve cual animal doméstico o salvaje reconociendo su territorio y tomando lo que se le antoje, aquello que esté dentro de los límites de su territorialidad; circundado por ríos de leche, de miel, de bebidas exóticas para todos los paladares explora bosques poblados de sabores jamás imaginados; absorto en la contemplación de mares y continentes llenos de herramientas y aparatos que reparan cualquier eventualidad con toda precisión; extasiado en la percepción del mundo a través de aparatos electrónicos que muestran el mundo en vivo y a todo color el hombre queda complacido en esta escena que refleja la saciedad de la sociedad actual, el gozo del hombre es evidente por esta escena donde la naturaleza generosa provee a las necesidades de los hombres y los dispensa del esfuerzo y del arduo trabajo. El hombre aquí queda cercado por esta abundancia irrefutable, evidenciada en el amontonamiento de unos grandes almacenes donde hay de todo y hasta en exceso, donde por tanto preocuparse por el sentido de la existencia esta de más. Extasiado y excitado en este exceso donde lo único irrefutable es la evidencia de que todo lo hay, pero que nada se tiene; de que todo esta al alcance de la mano sin que jamás podamos hacer que los objetos o las personaza nos pertenezcan final y totalmente. En una escena donde todo lo fascinante, todo lo maravilloso de la vida esta al alcance de la mirada donde nada queda oculto o nada puede pasar inadvertido, puesto que todo si así fuera, resultaría sospechoso o sencillamente se estaría contraviniendo la lógica de la visibilidad, aquí no hace falta, para gozar a plenitud de las generosidades de la vida contemporánea, pensar en la revolución o en la necesidad de un cambio en las estructuras económicas y políticas de la sociedad, no, antes bien, el hombre adopta la lógica del mercado como un

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