RESUMEN "LA EXISTENCIA HUMANA COMO LLAMADA Y TAREA"
sammelgar00713 de Mayo de 2015
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Las antropologías modernas comparten todas ellas la convicción de que el hombre no ha llegado aún a ser completo. A nivel personal e histórico todavía está por realizar en un sentido muy amplio. Todo ser humano tiene que llegar a ser hombre, ir creciendo luego en humanidad y acercarse cada vez más a las posibilidades prefiguradas en cierto modo en el mismo hombre.
Ser hombre significa no detenerse, no descansar, tener algo que hacer, estar en busca de… Por eso la existencia humana es vivida como una tarea que cumplir, como posibilidad de realizarse, como vocación de vivir, como una llamada a la que responder.
Las cosas de la naturaleza, a diferencia del hombre, están simplemente ahí, fijadas en los esquemas del instinto y del determinismo. Parece como si realizaran espontánea y automáticamente su existencia. Por el contrario, el hombre, no vive humanamente más que a través de proyectos, de perspectivas y de esperanzas. Por ello surge una pregunta central: ¿Qué hay que hacer para realizar la propia existencia? – La existencia humana no aparece en primer lugar como posibilidad o como tarea, sino como llamada. Es decir que se encuentra bajo una llamada, que es en primer lugar la llamada del otro que quiere ser reconocido como alguien. A la luz de esta llamada la existencia humana se presenta también como tarea. Sus posibilidades son posibilidades de responder con amor, libertad y justicia, a la llamada del otro y al misterio absoluto que en él resuena. Por tanto, la existencia humana no puede verse como un impulso ciego (según el modelo del instinto), como una especie de fuerza que arrastra al hombre y no le deja en paz. Es estar constitutivamente bajo una llamada que se revela como inagotable y que abre un futuro sin fronteras. Esta convicción también puede ser vista bajo diversas formas y temas en las filosofías modernas.
La filosofía de la existencia ven al hombre en primer lugar como posibilidad. Todavía está totalmente por realizar, tiene que ser. Los caminos de la opción y de la orientación pueden ser muchos. Pero no es posible sustraerse radicalmente a la necesidad de una opción.
En las filosofías humanistas este mismo tema surge bajo el titulo de libertad. La característica fundamental y la meta principal de la existencia es la liberación del hombre de toda forma de esclavitud, con vistas a una existencia vivida enteramente bajo el signo de la libertad de pensamiento y de valores. La tarea suprema del hombre es la búsqueda y la realización de una perfecta libertad para todos los hombres.
Otra forma muy difundida bajo la que se expresa la existencia como tarea es la aspiración marxista a la superación de todas las alienaciones. Todo ser humano vive individual y socialmente en medio de alienaciones de orden económico, político, social, religioso… Es misión del hombre la abolición de toda forma de alienación y la instauración de su reino de libertad.
Hasta la filosofía del absurdo ilustran, negativamente, esta llamada existencia. El absurdo consiste precisamente en la imposibilidad de responder a la llamada existencial, de realizarla plenamente. El hombre es una pasión inútil, una tarea imposible, la libertad absoluta. Pero incluso en donde la tarea se muestra imposible y no hay perspectivas de éxito definitivo, se resiste a la tentación de creerlo así y se continúa trabajando de todas formas por la liberación del hombre.
Por consiguiente, el hombre se revela como un ser que está fundamentalmente orientado hacia el futuro, que se mueve bajo una llamada; es un ser de esperanza, incluso en donde los razonamientos enseñan que la esperanza es imposible e ilusoria. El hombre está por hacer. Todo ser humano está en camino: homo viator.
EL MISTERIO DE LA PALBRA Y DE LA VERDAD
El hecho cotidiano y misterioso de la palabra y de la verdad hace en todas partes su aparición junto con el hombre. La historia del hombre está caracterizada por un intento incesante de decir que son las cosas. Mediante el conocimiento y la palabra resulta posible llevar adelante un discurso humano, reconocer al otro, promoverlo en su humanidad.
Como observa Dondeyne:
“La promoción de la verdad a través de la ciencia, de la técnica'-de la poesía y del pensamiento, no significa solamente que es posible una mejor inteligencia del mundo, sino sobre todo que es posible instituir un diálogo, enriquecerse con la experiencia de los otros, comunicar con ellos. En la medida en que el mundo se va haciendo cada vez más de todos nosotros se establece un discurso comprensivo entre los hombres, por obra de la palabra significativa y reveladora.”
Los libros tradicionales de psicología filosófica consagran más de la mitad de sus páginas al problema del conocimiento, lo cual crea un desequilibrio en la interpretación del hombre. Para reducir a sus justas proporciones el problema del conocimiento hay que tener en cuenta dos hechos. Existe una psicología empírica que se ocupa en el ámbito específico de su competencia, de muchos problemas del conocimiento. Existe además una disciplina filosófica consagrada exclusivamente a los problemas del conocimiento y de la verdad, a no ser que estos problemas hayan sido estudiados dentro del marco de la ontología general.
La búsqueda ansiosa y diligente de la verdad está al servicio de la vida humana. El conocer no es la finalidad de la existencia, sino un medio que permite ser y obrar como hombre. En esta perspectiva el conocimiento de la verdad parece presentar tres aspectos fundamentales.
Para afirmarse y conservarse en el mundo es necesario conocer a la naturaleza. El instinto sería por otra parte insuficiente frente a la enormidad del problema con los que hay que enfrentarse: problema del alimento, del vestido, de la casa, de la comunicación, del comercio, etc. Son estas necesidades las que ir4pulsan a' la cienc!1 y a la técnica, a la instrucción escolar, a la investigación científica, etc.
La búsqueda de la verdad está igualmente polarizada por la necesidad de encontrar un sentido a la existencia para vivir humanamente es necesario saber qué es el hombre y para qué vive.
El deseo y la búsqueda de la verdad están por tanto animados de una triple «intención»: eros técnico-científico que permite vivir y afirmarse en el mundo, conocimiento antropológico metafísico que ilumina el significado fundamental de la existencia, ciencia ética que ilumina el modo de obrar humanamente en este mundo. Estas tres <<intenciones» pertenecen a la genuina presencia cognoscitiva del hombre en el mundo y están siempre en cierto modo copresentes, aun cuando son capaces de acentuaciones y de proporciones notablemente distintas.
LA NATURALEZA DEL CONOCIMIENTO HUMANO
El intento de aclarar lo que quiere decir <<conocer>>, esto es, estar en el mundo a través de la palabra y de la verdad, tropieza inmediatamente con algunas dificultades.
La primera dificultad brota del hecho de que el conocer no es una cosa que el hombre <<tenga>>, lo mismo que tiene un vestido o una casa o una máquina de escribir. La segunda dificultad deriva del hecho de que toda definición es en amplia medida sólo aparente. En efecto, las definiciones apelan al hecho de que todos saben ya qué es conocer. La tercera dificultad procede del hecho de que el conocer es un fenómeno complejo. El saber está dividido en tantas ciencias como son las que trabajan con métodos propios y divergentes.
El proceso cognoscitivo revela diversos aspectos: percepción, reflexión, experiencia, juicio, intención, abstracción, etc.
Los intentos de definir y de precisar la naturaleza del cono-cimiento humano consisten por eso muchas veces en una crítica de las restricciones injustificables a las que ciertas filosofías so-meten la idea de conocimiento. La descripción teórica del conocer tiene que ser tan amplia que encuentren realmente su lugar en ella todas las formas de conocimiento que se verifican concretamente en el hombre.
1. Conocimiento encarnado
El mejor camino para acercarse al misterio de la verdad humana es la atención a la dimensión encarnada. El conocimiento humano revela tres aspectos característicos de encarnación:
a) Conocimiento sensitivo y conocimiento intelectivo
En el marco de una antropología dualista se hablará no de una distinción entre dos formas de conocimiento, sino de dos conocimientos diversos: el conocimiento sensitivo, no penetrado por la inteligencia, y el conocimiento intelectivo, no mezclado con elementos materiales. Entre el conocimiento sensitivo del hombre y el dcl animal no habría prácticamente ninguna diferencia. El conocimiento intelectivo, por el contrario, seria privilegio del hombre.
Esto no significa que la distinción entre conocimiento sensitivo y conocimiento intelectivo tenga que ser abandonada. Hay indudablemente dos polos no identificables entre sí en todo conocimiento humano: por un lado la presencia ante cosas materiales concretas, plenamente inmersas en el espacio y en el tiempo, y por otro la comprensión de la realidad independientemente de las formas mudables en que está inserta. Yo veo, por ejemplo, esta casa, y sé que es solamente esta casa, porque en el fondo la comprendo cómo casa y por tanto como una de tantas realizaciones de la misma idea.
Por tanto, entre el conocimiento sensitivo y el intelectivo hay distinción, pero no separación. Hay unidad, pero no identificación. Por eso pueden presentarse algunas características de estas dos formas de conocimiento.
El conocimiento sensitivo es sensible a determinados aspectos de la
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