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Resumen De La Filosofía De La Ciencia General

valesquicciarini12 de Diciembre de 2013

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RESUMEN DE FILOSOFÍA DE LA CIENCIA GENERAL

LAS TEORÍAS EMPIRISTAS DE LA CIENCIA

Por “teorías empiristas” entenderemos el conjunto de filosofías de la ciencia que considera que la característica distintiva del conocimiento científico es su particular relación con la experiencia. Estas teorías epistemológicas suponen que los criterios específicos mediante los cuales una teoría se relaciona con la experiencia son suficientes para justificar el conocimiento científico (especialmente el conocimiento legal). Esto por la estrecha relación entre el conocimiento empírico y el conocimiento observacional, una clase de conocimiento considerado tradicionalmente por el empirismo y el positivismo como una clase privilegiada de conocimiento.

Los principales objetivos de las teorías empiristas de la ciencia (objetivos que pueden, en algunos casos, extenderse a otras teorías epistemológicas) son: 1) Describir el rol de la experiencia en la teoría. 2) Fundamentar (al menos el uso de) las leyes científicas.

3) Encontrar un criterio de demarcación que distinga las investigaciones y teorías científicas del resto. 4) Dar cuenta del progreso científico. Describiremos dos de las teorías empiristas más importantes del siglo XX.

EL INDUCTIVISMO

EL POSITIVISMO LÓGICO

Una de las doctrinas más influyentes en la filosofía de principios del siglo XX fue encarnada por el Círculo de Viena bajo el nombre de positivismo lógico. Ellos creyeron (al menos por un tiempo) que los argumentos empíricos debían justificarse inductivamente y buscaron concienzudamente sofisticar el inductivismo ingenuo heredado desde Bacon y el empirismo tradicional (y ya ampliamente criticado por Hume).

Además de esto el positivismo lógico defendió varias posiciones controversiales acerca del lenguaje, la teoría del conocimiento y la filosofía en general. Sostuvo por ejemplo que las oraciones sólo tenían significado informativo si era posible determinar en qué condiciones eran verdaderas o falsas. Adicionalmente afirmó que el conocimiento provenía o bien del contacto con la experiencia (conocimiento empírico, sintético, a posteriori) o bien del análisis lógico (conocimiento formal, analítico, a priori). Esta dicotomía en la fuente del conocimiento es considerada, por el neopositivismo, como una división estricta: no existiría una tercera fuente o una fuente mixta de conocimiento.

Para el positivista lógico el conocimiento empírico debe estar siempre fundado, en última instancia, en sensaciones, observaciones, datos de los sentidos, etc. Estas sensaciones se expresarían en oraciones observacionales; la naturaleza de estas oraciones observacionales, sin embargo, fue objeto de debate: algunos creyeron que las oraciones debían referirse a datos de los sentidos positivos y experiencias privadas de los observadores; otros creyeron que debían hacer referencia sólo a las propiedades observacionales que representaran características físicas o macrofísicas (fiscicalismo), y que dichas observaciones debían suspender las particularidades subjetivas del observador definiendo protocolos de registro (observaciones protocolares); otros sostuvieron que la observación era una categoría inseparable de las instancias experimentales que constituyen instancias positivas activas, públicas y reproducibles (experimentalismo). Sea como sea para el positivista lógico un conocimiento es empírico si las proposiciones de las que se compone son justificadas mediante un conjunto de oraciones observacionales o un conjunto de oraciones traducible o transformable en otro conjunto compuesto de oraciones observacionales.

El conocimiento formal, por su parte, está fundado en ciertas expresiones elementales, definiciones y reglas de transformación que se adoptan previamente y que rigen el sistema que se analiza. Podemos determinar formalmente el valor de verdad de una expresión de dicho sistema apelando exclusivamente a las reglas, definiciones, etc. Los conocimientos formales son entonces sintácticos, es decir, son conocimientos respecto de reglas de trasformaciones válidas dentro de un sistema (como ocurre en la lógica, el cálculo, la aritmética, la geometría, etc.).

Pese a la clara determinación de estos dos ámbitos del conocimiento, existen ciertas expresiones que pretenden ser informativas pero resultan difíciles de catalogar. Estas expresiones son usualmente asociadas, por los positivistas lógicos, a la metafísica. La metafísica sería, supuestamente, una clase de conocimiento a priori pero sintético, que no se justifica en aspectos formales pero tampoco mediante enunciados observacionales. Al ser un conocimiento sintético, el conocimiento metafísico aportaría nuevos datos acerca del mundo; pero al ser a priori estos datos no necesitarían de apoyo empírico alguno; serían verdades importantes acerca del universo, aunque fundadas fuera de ña experiencia y tan necesarias como las de la lógica… obviamente estas elevadas pretensiones levantaron sospechas. El positivismo lógico creyó que este tercer ámbito de conocimiento era una ilusión, un error producido por el laxo uso del lenguaje de los filósofos. Muchas veces, decían ellos, estamos realizando un análisis lógico o formal aunque usamos el lenguaje característico del conocimiento empírico. Usamos un “modo material de hablar” aun cuando no estamos refiriéndonos a objetos del mundo, sino a aspectos formales de palabras. Esta confusión puede superarse transformando nuevamente estas expresiones a un “modo formal de hablar” y así aclarar que sus valores de verdad dependen del análisis lógico y no de una investigación empírica. Sin embargo hay expresiones usadas por eminentes filósofos que no son traducibles al modo formal de hablar por lo que no tienen una expresión adecuada en un sistema formal determinado. Dado que estas expresiones tampoco pueden justificarse mediante oraciones observacionales no queda otra opción, según el positivista lógico, más que descartarlas del discurso informativo. No se descartan porque sean falsas o incognoscibles, sino porque carecen de significado (no se ha determinado en qué condiciones serían verdaderas o falsas). Una oración sin significado puede sobrevivir en la literatura por su contenido emocional, por evocar imágenes poderosas (aunque confusas), pero es para la ciencia tan inútil como el balbuceo de un bebé. Mediante esta distinción el positivista lógico establece un criterio de demarcación entre discursos científicos y discursos no-científicos, pseudo-científicos o metafísicos… un discurso es científico si, y sólo si tiene significado (empírico o formal); de lo contrario es una lamentable confusión lingüística, o una charlatanería chapucera, o una inspiración poética malentendida y venida a más… sea como fuere es metafísica, y no ciencia.

EL PRINCIPIO DE INDUCCIÓN

El positivismo lógico encuentra entonces, mediante su crítica a la metafísica y su criterio de significado, un criterio de demarcación entre lo que es y lo que no es ciencia. Sin embargo este criterio encierra una dificultad mayor. La ciencia necesita emplear expresiones como la siguiente: “todo cuerpo continua en su estado de reposo o movimiento uniforme rectilíneo a menos que una fuerza externa cambie su estado”. Esta clase de expresiones son fundamentales para la ciencia empírica, sin embargo no existe un conjunto finito de observaciones que puedan justificarlas porque dichas expresiones son enunciados estrictamente universales. Dado que no existen observaciones suficientes para justificar dichos enunciados y dado que los enunciados en cuestión son claramente empíricos (no es una confusión del modo formal de hablar) debemos declararlos, según el positivista, metafísicos, asignificativos y no científicos.

Pero dichos enunciados juegan un papel central en las teorías científicas, son parte de sus principios fundamentales y estructuran todo el sistema explicativo. Ninguna filosofía de la ciencia puede pretender que prescindamos de dichas leyes o hipótesis sin condenarse a sí misma.

Por lo anterior el positivismo lógico se ve en la obligación de suponer que las leyes científicas poseen una forma particular de justificación empírica: el proceso o método inductivo. Este método supone que partiendo de la observación de un conjunto de hechos relevantes podremos llegar a clasificar aquellos que nos revelen una regularidad. Si dicha regularidad se presenta en un importante numero de casos y conseguimos observarla en variadas circunstancias sin encontrar una sola observación que contradiga la regularidad en cuestión, entonces estaríamos en condiciones de suponer que estamos en presencia de una ley. La base observacional desde la cual inducimos esta ley es su justificación inicial, pero cada vez que realicemos un explicación o una predicción exitosa, es decir, cada vez que deduzcamos una observación partiendo de nuestra ley y que confirmemos dicha observación, podemos considerar verificada la ley y agregar la nueva observación como una nueva victoria de nuestra hipótesis. En resumen como las leyes se justifican, usando el método inductivo, en la observación, son postulados empíricos significativos cuyas condiciones de verdad son las observaciones que de ellas se deducen (y no postulados metafísicos y carentes de significado).

El método inductivo se compone entonces de cuatro fases fundamentales:

1) Observación: en la cual el investigador obtiene información del mundo directamente (a través de los sentidos) o indirectamente (a través de experimentos).

2) Clasificación: en la cual se ordenan, clasifican y archivan como datos,

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