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SEÑALES DE LOS TIEMPOS FINALES DE FULTON SHEEN


Enviado por   •  15 de Agosto de 2018  •  Reseñas  •  2.593 Palabras (11 Páginas)  •  678 Visitas

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Señales de nuestro tiempo

Por

Arzobispo Fulton Sheen

¡Dios los ama!  Quiero que estas sean mis primeras palabras para saludarlos, así como serán las palabras que utilizaré para concluir cada uno de mis programas. "Dios los ama" significa Dios es amor; Dios los ama; y ustedes están en deber de devolverle ese amor.

¿Cuál es la razón por la que haya tan pocos que se den cuenta de lo serio de nuestra crisis actual? Esto es en parte porque los hombres no quieren creer que sus tiempos son malvados, en parte también porque esto requiere de demasiada auto-acusación y principalmente porque no tienen estándares que estén por fuera de ellos mismos para medir sus tiempos.   Solo aquellos que viven por la fe saben en verdad lo que está pasando en el mundo.  Pues bien, que el Señor nos diga lo que dijo a los Saduceos y Fariseos en Su tiempo: “Al atardecer ustedes dicen: habrá buen tiempo porque el cielo está rojo. Y en la mañana: Hoy habrá tormenta porque el cielo está rojo y tiene nubes. Saben entonces discernir el tiempo por el cielo: ¿Y no pueden discernir los signos de los tiempos?”.

¿Acaso conocemos las señales de nuestros tiempos?  Ellas nos muestran dos verdades ineludibles, la primera, que hemos llegado al final del capítulo del post-renacimiento de la historia que hizo del hombre la medida de todo.  Los tres dogmas básicos del mundo moderno se están disolviendo ante nuestros propios ojos.  Primero, somos ahora testigos de la liquidación del hombre económico, o la presunción de que el hombre, como animal altamente desarrollado no tiene otra función en la vida sino la de producir y acumular riqueza, y luego, cual ganado en los pastizales, llenarse con edad avanzada y morir.  Segundo, estamos siendo testigos de la disolución de la idea del hombre, que es bueno en sí, y que no necesita de Dios para darle derechos, ni tampoco de un Redentor que lo salve del pecado, porque el progreso es automático gracias a la ciencia, la educación y la evolución, lo que llevará al hombre a ser un tipo de dios.  Estamos siendo testigos también de la liquidación del racionalismo, o de la idea de que el propósito del hombre no es descubrir el sentido o el objetivo de la vida, es decir, la salvación del alma, sino el diseñar avances tecnológicos que hagan de esta tierra una ciudad del hombre que desplace a la ciudad de Dios.  Puede que muy seguramente el liberalismo histórico sea solo una era de transición en la historia entre una civilización que alguna vez fue cristiana y que definitivamente será anti-cristiana.  La segunda grande verdad que los signos de los tiempos auguran es que estamos definitivamente al final de una era de civilización no religiosa, y por esto quiero decir: una en la que la religión se considera como algo extra para la vida, algo pío extra, una construcción de moral para el individuo pero que no tiene relevancia social, en la que Dios es un compañero silencioso cuyo nombre fue utilizado por la empresa para tener un grado de respetabilidad pero Quien no tiene nada que decir de la manera como los negocios se llevan a cabo. La era a la que estamos ingresando es la que podría llamarse la fase religiosa de la historia humana.  No me malentiendan; cuando digo “religiosa” no quiero decir que los hombres se volverán hacia Dios, pero que más bien la indiferencia hacia lo absoluto que caracterizó la fase liberal de la civilización será sucedida por una pasión por lo absoluto.  De aquí en adelante la búsqueda no será por las colonias ni por los derechos de la nación, sino por las almas de los hombres.  Las filas del frente de batalla están claramente siendo dibujadas y los problemas básicos son inconfundibles.  De aquí en adelante los hombres se dividirán entre dos religiones que se entienden de nuevo como la rendición hacia lo absoluto.  El conflicto del futuro es entre un absoluto que es el Dios-Hombre y un absoluto que es el hombre-dios; entre Dios que se volvió hombre y el hombre que se hace a sí mismo dios; entre los hermanos en Cristo y los camaradas en el anti-Cristo.

Pero el anti-Cristo no será llamado así, de lo contrario no tendría seguidores.  Él no llevará ropa roja, ni vomitará azufre, tampoco llevará una lanza ni meneará una cola como el Mefistófeles en Fausto.  En ninguna parte de la Sagrada Escritura encontramos evidencia de este mito popular del demonio como un tipo de bufón que se viste como aquel primer “rojo”. Más bien, se le describe como un ángel caído, como el “Príncipe de este mundo” que se dedica a decirnos que no hay otro mundo.  Su lógica es simple: si no hay cielo no hay infierno; si no hay infierno no hay pecado; si no hay pecado no hay juez, y si no hay juicio, entonces el mal es bien y el bien es mal.  Pero aparte de todas esas descripciones, Nuestro Señor nos dice que será muy parecido a Él, tanto que engañará incluso a los elegidos – y ciertamente no vemos en los libros que tienen dibujos a algún demonio que pueda engañar a los elegidos.  ¿Cómo vendrá él a esta nueva era a ganarse elegidos para su religión?  Aparecerá disfrazado como el Gran Humanitario; hablará de paz, de prosperidad y de la abundancia, no como el medio para llevarnos a Dios, pero como el fin en sí.   Escribirá libros sobre una nueva idea de Dios que se ajuste a la manera como las personas viven; y utilizará la fe en la astrología para sean las estrellas, no nuestra voluntad, las responsables de nuestros pecados; le dará una explicación psicológica a la culpa diciendo que es sexo reprimido, hará que los hombres se encojan avergonzados si es que los demás les dicen que nos son de “mente abierta” ni liberales; él le dará significado a la tolerancia como la indiferencia ante lo bueno y lo malo; patrocinará los divorcios bajo el disfraz de que es vital tener a otro/a compañero/a; incrementará el amor por el amor y reducirá el amor por la persona; invocará la religión para destruir la religión; hablará incluso de Cristo y dirá que Él fue el hombre más grande que alguna vez vivió; dirá que su misión será la de liberar al hombre de la servidumbre de la superstición y del fascismo: al cual nunca definirá. Pero, en medio de todo este supuesto amor por la humanidad y esos discursos superficiales sobre la libertad y la igualdad, tendrá un gran secreto que a nadie dirá; él no creerá en Dios.  Debido a que su religión será de hermandad sin la paternidad de Dios, él engañará incluso a los elegidos. Creará una contra-Iglesia que será el remedo de la Iglesia, porque, él – el demonio, es el remedo de Dios.  Será esta el cuerpo místico del anti-Cristo que en toda su forma exterior se parecerá a la Iglesia, el cuerpo místico de Cristo.  En una búsqueda desesperada por Dios, inducirá al hombre moderno a una soledad y frustración que le alimentará un hambre cada vez mayor por pertenecer a su comunidad que le dará al hombre un propósito mayor sin ningún tipo de necesidad de corregirse, ni de admitir su culpa personal. Serán estos días a los que se le dará al demonio un lazo particularmente largo.  (audio faltante: Nunca olvidemos lo que le dijo Nuestro señor a Judas y a su recua: “Esta es su hora” Dios tiene su día, pero el demonio tiene su) hora en la que el Pastor será golpeado y sus ovejas dispersas.  ¿Será que la Iglesia hizo ya preparativos para esta noche oscura en el decreto papal que indica las condiciones en las que ahora se pueda realizar un Conclave fuera de la ciudad de Roma?  Los hombres que conocen de historia han visto estos días oscuros acercarse.  Incluso en 1842, hace 105 años (175 años), el poeta alemán Heine escribió: "El comunismo, aunque ahora se discuta de él poco y ande merodeando en áticos secretos sobre tarimas de paja, es el héroe oscuro destinado para un gran rol temporal en la tragedia moderna… Tiempos salvajes, sombríos rugen sobre nosotros, y el profeta que desee escribir un nuevo apocalipsis  tendría que inventar bestias completamente nuevas – bestias tan terribles que los viejos animales de san Juan parecerían en comparación gentiles palomas y cupidos. Los dioses se cubren su rostro de pena por los hijos de los hombres, y sus penas duraderas.  Los olores futuros rusos de cueros, sangre, maldad y muchos azotes.  Debería recomendar a nuestros nietos que nazcan con piel muy gruesa en sus espaldas.”  Eso fue en 1842.

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