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Soledad


Enviado por   •  13 de Febrero de 2014  •  Ensayos  •  2.680 Palabras (11 Páginas)  •  187 Visitas

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La vida es un hecho interesante, sorprendente y profundo, pero debido a muchas circunstancias, no siempre y no para todos esto se hace evidente. Vivir una vida activa, real y consciente resulta ser sumamente difícil, sobre todo ahora, en nuestra época tan compleja y contradictoria. Siempre se nos caen encima un montón de problemas y situaciones de estrés que tienen su repercusión en nuestro estado moral. Nuestra vida pasa por una agitación constante y nosotros somos incapaces de romper ese círculo vicioso al que al parecer vamos acostumbrándonos con el tiempo.

Existen problemas relacionados con la lucha por la simple supervivencia física. Suelen ser complicados y dolorosos, y para resolverlos se sacrifican la salud, los nervios y la estabilidad psíquica. A veces algunos se ven forzados a concluir un trato con su conciencia renunciando a sus principios. La lucha por el bienestar material ha llegado a ser para muchos el credo de toda su vida, el principio supremo de la existencia en nombre del cual todo está permitido. Esta lucha ha convertido a muchos hombres en fanáticos servidores del culto más popular en el mundo, aquel que desplazó de nuestra vida no solo la noción de Dios, sino también muchos valores espirituales y humanos: su majestad el Dinero. Su gobierno, al igual que el de cualquier tirano, al principio ofrece promesas tentadoras, pero luego trae consigo solo decepciones, frustración y fracaso de las ilusiones. Tras la fachada de un paraíso idílico donde el hombre materialmente asegurado puede adquirir y hacer todo lo que quiera, se esconde una multitud de conflictos humanos no resueltos que quizá no afecten al cuerpo, pero sí al alma. Hay tantos problemas que no se resuelven con dinero y enfermedades cuya curación no se compra con millones… Cuanto más valor van adquiriendo los problemas materiales, convirtiéndose en una prioridad vital, tantos más problemas del alma van pasando al anonimato de la clandestinidad. Pero el hecho de que esos problemas no salten a la vista de todos no quiere decir que no existan, que los hombres no sufran por ellos o que no se agraven día a día.

La soledad es uno de estos problemas palpitantes y delicados del alma humana que nos afecta a todos, independientemente de nuestra situación material, nivel intelectual o títulos adquiridos. No existe ni una sola persona que pueda presumir de no haber sentido nunca en su propia piel ese estado interno tan particular que puede ser a veces doloroso y a veces, por el contrario, muy profundo y especial.

¿Por qué y en qué situaciones el hombre puede sentirse solo? No es fácil responder a esta pregunta. En realidad, el problema de la soledad recuerda en algo a un enorme iceberg. Existe una pequeña parte bien vista y perceptible para todos. Pero hay también otra parte, mucho más grande, sumergida en el agua, que queda fuera del alcance de la vista humana y de las leyes de la lógica habitual.

Soledad: la parte visible del iceberg

La soledad aparece cuando faltan contactos con el mundo circundante o con otras personas con las cuales se siente cierta afinidad, o cuando por alguna razón estos contactos resultan problemáticos.

El problema clave de la soledad siempre toca el delicado tema de las relaciones humanas. Al echar una ojeada en el alma de un solitario podríamos encontrar historias conmovedoras de relaciones que no tuvieron lugar, decepciones y miedo a ser herido en sus sentimientos y desilusionado en sus esperanzas.

Algunos se sienten solos por no tener en la vida a un compañero o compañera realmente querido con quien poder compartir las penas y alegrías. Otros quieren simplemente ser amados, ocupar un lugar principal en la vida de alguien. Y otros no son capaces de encontrar a alguien capaz de compartir sus pensamientos, sentimientos, sueños recónditos y aspiraciones. Este es un problema frecuente, y es propio de mucha gente que, teniendo un montón de conocidos, no pueden contar con un solo amigo fiel. Otros se sienten solos por haber sido tantas veces abandonados y engañados que ya no creen en nadie ni en nada, aun cuando la gente trate de acercárseles con intenciones plenamente sinceras.

El miedo a la soledad es natural y muy comprensible, pero a menudo se convierte en una fuente de decisiones erróneas, estados psicológicos verdaderamente tortuosos y desaciertos motivados por razones muy diversas y discutibles.

Si observamos cómo se manifiesta el miedo a la soledad, constataremos que está siempre ligado a una necesidad básica del ser humano: sus relaciones con otras personas. Si tengo relaciones no me siento solo, y si no llego a tenerlas me siento frustrado. Si seguimos la lógica de esta idea, correcta en su base pero superficial en su esencia, y no tratamos de ir al fondo del problema –lo que sucede en la mayoría de los casos– resulta que nuestro bienestar y tranquilidad así como nuestra percepción de la felicidad no dependen propiamente de nosotros mismos, sino de otras personas. Dependemos en mayor o menor grado de la reacción del otro, de su disposición hacia nosotros, de sus signos de atención, de su apoyo, comprensión y ayuda. La presencia de todo esto nos hace felices, nos ayuda a vivir y a sentirnos personas válidas y realizadas en la vida.

Por el contrario, cuando faltan las manifestaciones externas de este tipo, perdemos el equilibrio y la seguridad en nosotros mismos, caemos en depresión, nos sentimos débiles, heridos, incapacitados, y a veces nuestra propia vida parece perder todo su sentido. Como en este caso nuestra felicidad depende menos de nosotros mismos y mucho más de las circunstancias externas y de cómo nos van a tratar los otros, el miedo a la soledad adquiere una forma muy particular.

Obviamente todos esos motivos son verdaderamente conmovedores porque tocan algunos rincones íntimos, muy frágiles y a veces dolorosos del alma, y por ello merecen atención y respeto. Pero…

Los problemas en las relaciones son

las consecuencias, pero no las causas de la soledad

Cada vez que tenemos miedo de perder lo que ya tenemos, al igual que un jugador, apostamos todas nuestras esperanzas en una sola “combinación de cartas” que creemos que está obligada a salir. De lo contrario se derrumba todo, dado que no tenemos otras alternativas.

Pero la vida no es un cine ni un melodrama. ¿Qué pasa si realmente alguna vez nos quedamos sin la persona querida, sin hijos, sin amigos, sin apoyo y sin comprensión? ¿Significaría esto que la vida para nosotros ha terminado?

Para responder a esta pregunta hay que ir más allá de lo superficial, concentrarse en

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