Terminos De La Epistemologia
Cris_103925 de Septiembre de 2014
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LAS ESPECIES DEL CONOCIMIENTO
1. El problema de la intuición y su historia
Conocer significa aprehender espiritualmente un objeto. Esta aprehensión no es por lo regular un acto simple, sino que consta de una pluralidad de actos. La conciencia cognoscente necesita dar vueltas, por decirlo así, en torno a un objeto, para aprehenderlo realmente. Pone su objeto en relación con otros, lo compara con otros, saca conclusiones, etcétera. Así hace el especialista, cuando quiere definir su objeto desde todos los puntos de vista; así hace también el metafísico, cuando quiere conocer, por ejemplo, la esencia del alma. La conciencia cognoscente se sirve en ambos casos de las más diversas operaciones intelectuales. Se trata siempre de un conocimiento mediato, discursivo. Esta última expresión es singularmente exacta, porque la conciencia cognoscente se mueve, en efecto, de aquí para allá.
Ahora bien, cabe preguntar si hay un conocimiento inmediato además del mediato, un conocimiento intuitivo además del discursivo. El conocimiento intuitivo consiste, como dice su nombre, en conocer viendo. Su peculiar índole consiste en que en él se aprehende inmediatamente el objeto, como ocurre sobre todo en la visión. Nadie podrá negar que hay un conocimiento semejante.
Aprehendemos inmediatamente, en efecto, todo lo dado en la experiencia externa o interna.
Inmediatamente percibimos el rojo o el verde que vemos, el dolor o la alegría que experimentamos. Mas cuando se habla de la intuición no se piensa en esta intuición sensible, sino en una intuición no sensible, espiritual. Tampoco ésta puede negarse. Cuando, por ejemplo, comparamos el rojo y el verde y pronunciamos el juicio: "el rojo y el verde son distintos", este juicio descansa patentemente en una intuición espiritual inmediata. En una intuición semejante descansan también aquellos juicios que tenemos ante nosotros en las leyes lógicas del pensamiento. El principio de contradicción, por ejemplo, afirma que entre el ser y el no ser existe la relación de la mutua exclusión, relación que intuimos igualmente de un modo espiritual. En el punto inicial y en el punto final de nuestro conocimiento se halla, pues, una aprehensión intuitiva. Aprehendemos de un modo inmediato, intuitivo, tanto lo inmediatamente dado, de que parte nuestro conocimiento, como los últimos principios que constituyen las bases del mismo.
Como queda dicho, suele aplicarse la denominación de "intuición" y de "conocimiento intuitivo" tan sólo a la intuición espiritual. Pero aún debemos hacer otra restricción. Tampoco debemos llamar intuición, en sentido riguroso, a la aprehensión inmediata de la relación entre dos contenidos sensibles o intelectuales a que acabamos de referirnos. Caso que queramos conservar la palabra, deberemos hablar de una intuición formal. Esencialmente distinta de ésta es la intuición material, en la cual no se trata de una mera aprehensión de relaciones, sino del conocimiento de una realidad "material", de un objeto o un hecho suprasensible. Esta intuición material es la que llamamos intuición en sentido propio y riguroso.
Esta intuición material puede ser de diversa índole. Su diversidad está fundada en lo más hondo de la estructura psíquica del hombre. El ser espiritual del hombre presenta tres fuerzas fundamentales: el pensamiento, el sentimiento y la voluntad. Advirtamos expresamente que con esto no se significa en modo alguno tres facultades del alma independientes, sino tan sólo tres diversas tendencias o direcciones de la vida, psíquica humana. Conforme a esto debemos distinguir una intuición racional, otra emocional y otra volitiva. El órgano cognoscente es, en la primera, la razón; en la segunda, el sentimiento; en la tercera, la voluntad. En los tres casos hay una aprehensión inmediata de un objeto, y esto es justamente lo que pretende expresarse con la palabra "intuición". Si se tiene esto presente, no se experimentará ninguna dificultad ante la expresión de "intuición volitiva", que suena a paradójica en un principio.
A la misma división llegamos si partimos de la estructura del objeto. Todo objeto presenta tres aspectos o elementos: esencia, existencia y valor. Por consiguiente, podemos hablar de una intuición de la esencia, una intuición de la existencia y una intuición del valor. La primera coincide con la racional, la segunda con la volitiva, la tercera con la emocional.
Para dar a nuestras consideraciones abstractas y esquemáticas un contenido más concreto, hagamos pasar a grandes rasgos ante los ojos de nuestro espíritu la historia del problema de la intuición.
Platón es el primero que habla de una intuición espiritual, de una intuición en sentido estricto. Según él, las Ideas son percibidas inmediatamente, intuidas espiritualmente por la razón. Se trata de una intuición material, pues lo que vemos son determinados contenidos espirituales, realidades "materiales". Esta intuición debe caracterizarse, además, como una intuición estrictamente racional. Pues es una función del intelecto, representa una actividad rigurosamente teórica, intelectual.
En Plotino, el renovador del platonismo, la intuición del Nus remplaza a la intuición de las Ideas, como ya hemos visto. Esta intuición del Ñus es una actividad puramente intelectual, como la intuición platónica de las Ideas. Pero Plotino conoce, además de la intuición del Nus, una intuición inmediata del principio supremo de la realidad, de lo Uno. En su tratado "De la contemplación", que se encuentra en las Enéadas, pinta Plotino con palabras entusiastas la sublime contemplación de lo Divino. Esta misma pintura revela que la contemplación de Dios no es en Plotino algo puramente racional, sino que está fuertemente empapada de elementos emocionales. Es una contemplación mística, en que no sólo tiene parte el intelecto, sino también las fuerzas activas del hombre.
Cosa análoga pasa con San Agustín, que justamente en la teoría del conocimiento está influido fuertemente por Plotino. Para el padre de la Iglesia, el Nus coincide con el Dios personal del cristianismo, como ya se ha indicado. El cósmoç nohtóç, el mundus intelligibilis, se convierte de este modo en el contenido del pensamiento divino. Visto en esta perspectiva, Dios se presenta al "platónico cristiano" como veritas aeterna et incommutabilis, que encierra en su seno todas las cosas, incommutabiliter vera.
En consecuencia, San Agustín habla de una visión de lo inteligible en la verdad inmutable o incluso de una visión de esta misma verdad. También para él se trata de una intuición puramente racional. Pero, como Plotino, también él conoce un grado superior de visión divina: en la experiencia religiosa, en las vivencias religiosas, entramos en contacto inmediato con Dios, le vemos de un modo inmediato, místico.
Esta visión mística de Dios se presenta en San Agustín ‐que en este punto se halla influido también por la Biblia‐ como un proceso en el fondo emocional, de un modo más fuerte aún que en Plotino, el cual todavía está demasiado en poder del intelectualismo griego.
El pensamiento de una visión mística de Dios pasó de las obras de San Agustín a la mística de la
Edad Media. Ésta se presenta como la adversaria de la escolástica intelectualista. Mientras ésta sólo admite un conocimiento discursivo racional, la mística defiende el derecho de la intuición, en especial de la intuición religiosa. "El método frío, abstracto e impersonal de la silogística, con sus rígidas formas, reglas y argumentos, no es para la mística el ideal o el medio único y exclusivo de alcanzar la verdad. La mística ve una fuente de verdad tan segura, si no superior, en las vivencias y experiencias subjetivas, en la intuición subjetiva, en el videre, sentire y expirere espiritual, y en los sentimientos y deseos ‐en ocasiones extraordinariamente intensos‐ que acompañan a las vivencias e intuiciones íntimas" (Überwer‐Baumgartner, Tratado de historia de la filosofía, 10a ed., 1915, p. 328).
Ambas concepciones se hacen frente en la alta escolástica. La contienda entre el agustinismo y el aristotelismo que domina el siglo XIII, no es en el fondo otra cosa que una contienda en torno a los derechos de la intuición, en especial de la intuición religiosa. Los partidarios del agustinismo, con San Buenaventura a la cabeza, tienen enfrente a los defensores del aristotelismo, con Santo Tomás de Aquino como jefe. Aquéllos proclaman una visión inmediata, mística de Dios; éstos sólo admiten un conocimiento mediato, discursivo, racional, del mismo. Según aquéllos, Dios puede ser experimentado y vivido inmediatamente, puede ser visto espiritualmente; según éstos, necesita ser demostrado.
Si pasamos a la Edad Moderna, el cogito ergo sum, de Descartes, significa el reconocimiento de la intuición como un medio autónomo de conocimiento. El principio cartesiano no encierra, en efecto, una inferencia, sino una autointuición inmediata. En nuestros actos de pensamiento no vivimos inmediatamente como reales, como existentes. Este es su sentido. Hay, pues, aquí una intuición material, que se refiere a un hecho metafísico.
El reconocimiento de la intuición como una fuente autónoma de conocimiento se encuentra también en Pascal, que con su afirmación: le coeur a ses raisons, que la raison ne connâit pas, pone a lado del conocimiento por el intelecto un conocimiento por el corazón, al lado del conocimiento racional un conocimiento emocional. Se encuentra asimismo en Malebranche, cuya tesis epistemológica fundamental, nous voyons toutes choses en Dieu, hemos mencionado anteriormente. En Spinoza y en Leibniz, por
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