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Trabajo 1


Enviado por   •  5 de Febrero de 2015  •  2.034 Palabras (9 Páginas)  •  133 Visitas

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ensayo Creo que lo primero que habría que decir es que como proyecto político, ideológico, estratégico, como proyecto de otra sociedad, el bolivarianismo es un proyecto en cambio permanente, uno no podría decir que el bolivarianismo “es”, así como si fuese una de cosa, una doctrina fija, o un cuerpo de conceptos, de visiones de sociedad anclados en una visión bien definida. Ha habido desplazamientos muy significativos a lo largo de los últimos diez años, a pesar de que se siga hablando de la “Revolución Bolivariana” y se siga hablando de “bolivarianismo”. En los tiempos iniciales, cuando se formuló el proyecto, el presidente Chávez comenzó a plantear lo que entendía como “Revolución Bolivariana”. Más que un proyecto de país y una idea que diese respuesta a cómo iba a ser la economía, el sistema político, etc., eran unos enunciados de carácter valorativo general que tenían que ver con ideas de libertad, equidad, solidaridad, autonomía y antiimperialismo. Dos categorías eran de particular importancia: la noción de pueblo, pensado como lo popular, y la noción de soberanía. Se constituye así la idea medular en todo el discurso político bolivariano: el pueblo soberano. Fue muy insistente en el discurso de Chávez antes de las elecciones del año 1998 la idea de que había necesidad de una vía alterna al modelo liberal, la democracia liberal que había fracasado, pero igualmente una visión crítica de la experiencia del socialismo del siglo XX. Se planteaba la necesidad de una opción enraizada fundamentalmente en la historia y las culturas latinoamericanas. “Latinoamericana” no es en realidad una conceptualización adecuada. En esos años cuando se hablaba de la “tercera vía”, con sus connotaciones muy fuertes a lo Tony Blair o Anthony Guiddens, en realidad la referencia tenía otro sentido. Se presentaba como otra opción histórica, enraizada en las tradiciones de América Latina, en la compleja raíz cultural de lo indio, de lo africano y lo europeo del proceso de constitución de estas sociedades. Esa visión más que un proyecto de país, era una crítica a lo que había sido la experiencia internacional del socialismo real, como de la experiencia de lo que había sido la democracia liberal, llamada “puntofijista”, en Venezuela desde el año 1959 en adelante i . Si se revisa el proceso del debate constituyente del año 1999 y lo que termina apareciendo en la Constitución, entendido como documento fundacional del nuevo orden político de la V República, hay varias cosas que vale la pena destacar para entender qué modelo de sociedad se está proponiendo.

En primer lugar, a pesar de la oposición radical que se construye en el discurso entre democracia representativa y democracia participativa, en el texto constitucional democracia participativa no aparece como una alternativa opuesta a la democracia representativa, sino como complemento que haría posible la radicalización y la profundización de la democracia. Es por ello que las instancias básicas de la institucionalidad democrático-liberal, en particular la separación de poderes y la existencia de instancias de carácter representativo como la Asamblea Nacional y los Consejos Municipales se conservan. Pero esto está acompañado de todo un ámbito de ampliación de los terrenos de la democracia en términos de la participación: referendos revocatorios, referendos para proponer y/o revocar leyes, mecanismos democráticos de contraloría de la gestión pública, modalidades participativas en el terreno de la producción, el área de la economía social, etc. Desde el punto de vista del modelo económico y de los debates clásicos estado/mercado, izquierda/derecha, capitalismo/socialismo, lo que aparece en ese texto constitucional es básicamente una reafirmación de un modelo socialdemócrata: el Estado de bienestar social, una economía en la cual el Estado tiene una fuerte participación como propietario y como regulador. La riqueza fundamental del país está en el petróleo. Por ello se establece en forma categórica la propiedad y el control del Estado sobre los hidrocarburos. Pero igualmente sobre otros sectores básicos de la economía: electricidad, servicios públicos, industrias básicas. Esta perspectiva representaba por un lado una cierta continuidad respecto al modelo socialdemócrata anterior. Pero al mismo tiempo estaba absolutamente a contracorriente de lo que ocurría en el resto de América Latina. En ese momento de plena hegemonía del Consenso de Washington y de las políticas neoliberales de ajuste estructural, se estaban llevando a cabo procesos sistemáticos de privatización y desmantelamiento del Estado social en la mayor parte de los países del continente. Con una orientación muy divergente, en la Constitución venezolana se establece expresamente el derecho a una educación universal gratuita, un sistema nacional de salud, un régimen de seguridad social público. De esta manera no sólo se preservan, sino que se profundiza la garantía de derechos sociales y económicos fundamentales. En un contexto global de hegemonía del imaginario neoliberal, esta Constitución apunta en la dirección de reorientaciones políticas radicales. Lo que no aparece inicialmente en el proyecto bolivariano es el llamado “Socialismo del siglo XXI”, concepto que va apareciendo en discusiones posteriores. La sociedad que define la Constitución Bolivariana del año 1999 está todavía al interior de los límites de una sociedad capitalista, y, en cierta medida, dentro de los límites del orden liberal. Pero esto se formula tanto con orientaciones que apuntan en dirección de hacer realidad las promesas nunca cumplidas de la socialdemocracia, como con una profundización de las prácticas de la democracia

A partir del año 2002 con el golpe de abril y después el lock-out en PDVSA ( Petróleos de Venezuela SA) en diciembre y enero del 2003, se radicaliza el proceso gracias a la movilización ejemplar del movimiento popular, que derrota los planes de la oposición, de la oligarquía y de Washington. Poco a poco, aparece la figura discursiva del “Socialismo del siglo XXI”. A partir de allí, el reto bolivariano se afirma con fuerza como un proceso contrahegemónico, nacionalista y antiimperialista. Según mi entender, gracias a esta lucha popular y la derrota de los planes de des-estabilización contra el gobierno Chávez, se hace un salto adelante en términos de radicalidad política. Esta segunda etapa del proceso se prologa hasta hoy, con altibajos y fuertes contradicciones. Según tu análisis, ¿en qué coyuntura estaría hoy este proceso que se radicalizó a partir del 2002?

Nos encontramos hoy en un momento diferente, el discurso

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