Una pedagogía de la comunicación

¿Desprogramación desde la pedagogía?

Un ensayo auto-reflexivo descubriendo en que tipo de seres nos hemos convertido.

Por Álvaro Baena

Para poder llegar a un descubrimiento del comportamiento que domina ciertas formas de actuar del ser humano moderno, se hace necesario tomar conciencia auto reflexiva de los factores y elementos que toman parte en la formación –educación como sinónimo- de las personas a lo largo de la generación de la era de las comunicaciones.

No cabe duda que los medios de comunicación han utilizado su gran alcance para “educar” o manipular a las masas para lograr ciertos resultados, comportamientos deseados; un ejemplo de esto es Popeye.  Indudablemente, esta caricatura funcionaba como un inocente sistema para hacer que los niños comieran sus verduras –era el resultado deseado- y se presentaba de una manera lúdica que instruyera a los niños hacia el resultado deseado.  Ahora bien, el fin deseado no solo era la buena alimentación sino que durante los años 50 presentaba mensajes propagandísticos fomentando el racismo y la discriminación.  De manera tal, que en una primera reflexión se puede pensar que muchos de los comportamientos de la generación de las caricaturas pueden ser explicados desde la óptica del análisis de la pedagogía de la comunicación.

Ahora bien, siendo un poco más analíticos y menos pasionales, y con un enfoque más educativo, se puede empezar a comprender la relación cercana, casi como un parentesco, entre la los sistemas económicos, los sistemas de información y la educación.  No hay duda que existe una educación diferente para la fuerza oprimida y la clase privilegiada, y sin lugar a dudas que hay un sistema de desinformación y reprogramación que se mantiene para logar mantener un orden jerárquico en la sociedad actual llevando a las actitudes individualistas.  Ese orden jerárquico ha existido durante siglos y se mantiene en la actualidad.  De manera tal que al abordar los diferentes sistemas o modelos de educación planteados por Bordenave, se puede entrever –si se es lo suficientemente critico- el nivel de manipulación.

Para la generación que proviene de los sistemas tradicionales, es difícil tomar posturas autodidactas, reflexivas, criticas y autónomas ante los sistemas autoritarios, les es difícil cuestionar lo que se dice desde una fuente autoritaria y les es difícil plantear alternativas autónomas para adaptar la información; es decir, si se habla de un sermón en una iglesia se puede ver una jerarquía comunicativa que instruye a los fieles a seguir pautas de comportamiento que puedan ser agradables a Dios y los informa de lo que la historia religiosa ha establecido como hechos incuestionables.  Obviamente cuestionar esta información o su fuente sería una falta grave al sistema de comunicación establecido.  No existe un sistema interactivo en lo que se pueda argumentar y descubrir por cuenta propia, no hay pensamiento autónomo ni crítico.  Por el contrario, todo aquel que cuestione el sistema y pretenda saber la verdad por otro medio, puede representar un peligro al establecimiento de lo que se considera la fuente fidedigna de información y se le es considerado un rebelde, un elemento negativo.  Este ejemplo es fácilmente aplicable a la educación tradicional que Freirie llamó bancaria, en donde se puede ver fácilmente la jerarquía del sistema y se mantenía al docente como la fuente única de la información.

Ahora bien, el modelo de persuasión para crear “seres en serie” -que se plantea como el segundo modelo en la obra de Kaplan- podrá contextualizarse en los sistemas publicitarios actuales.  Las marcas de desodorantes, las cervezas, los dispositivos electrónicos, etc. Todo esto ha condicionado un cierto tipo de comportamiento autómata que lleva a pensar que el consumo de cierto producto traerá como resultado una vida más exitosa. ¿Qué un desodorante atrae mujeres? ¡Quien puede creer semejante historia!  Pero en una dimensión más social se entiende, y se puede ver entre líneas, que se busca crear un hombre trabajador y esclavo de los objetivos del emisor.  No hay un objetivo social incluyente, no hay una intención real de educar al receptor para una vida social ni transformadora, ni rica en autonomía para adquisición del conocimiento. Este modelo es una fábrica de peones, de seres que trabajan para vivir y viven para trabajar.

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